No, si al final voy a tener que aprender a cocinar...
Uno de mis propósitos para esta nueva etapa en el trabajo era traerme mi propio almuerzo, más que nada porque la comida de la cantina dista mucho de ser una maravilla, y también porque pensé que era un incentivo más para aprender a cocinar.
Pero nada, no hay manera.
Y no es por falta de libros, que tenemos un montón (nos trajimos además unos cuantos que teníamos en Madrid muertos de risa), y tampoco por falta de medios, hasta tenemos Thermomix en casa. Más bien es por falta de tiempo y/o fuerza de voluntad.
Ingenuamente pensé que durante la baja maternal tendría tiempo para aprender a cocinar, aunque fuera empezando con los purés de la niña y pasando luego a cosas más complicadas; el caso es que llegué a hacer unos cuantos purés para la niña mientras estuve en España, pero en cuanto llegamos de vuelta a Irlanda el reparto de tareas en casa volvió a ser el que era: entre otras cosas, yo me encargo de la ropa y Fredi de la cocina, que por un lado le encanta y por otro se le da fenomenal.
Total, que en parte estoy cumpliendo mi propósito: todos los días me traigo un tupper con la comida; pero la comida que me traigo no la he cocinado yo, lógicamente (por cierto, la lasaña de hoy estaba buenísima, cariño
) Y claro, cuando aparezco por la cantina con mi tupper de comida casera suele salir la conversación, y les cuento que sí, que me traigo mi comida pero no sé cocinar. El otro día una compañera con muy buena voluntad me mandó una receta de pollo al curry que según ella es facilísima, no tiene pérdida... igual un día de éstos pruebo suerte a ver si es realmente tan fácil.
Pero el remate ha sido esta mañana cuando ha llegado mi jefe y me ha hecho un regalo: ¡un libro de cocina de la empresa! Sí, habéis leído bien: resulta que en 2004, para celebrar el 20 aniversario de mi empresa, se pidió a los empleados que enviaran recetas y se hizo un libro con ellas, y se repartió una copia a todos los empleados. Mi jefe tenía una copia de más y se acordó de mí
No, si al final, con todas las esperanzas que está poniendo la gente en mí, voy a tener que aprender a cocinar...
Pero nada, no hay manera.
Y no es por falta de libros, que tenemos un montón (nos trajimos además unos cuantos que teníamos en Madrid muertos de risa), y tampoco por falta de medios, hasta tenemos Thermomix en casa. Más bien es por falta de tiempo y/o fuerza de voluntad.
Ingenuamente pensé que durante la baja maternal tendría tiempo para aprender a cocinar, aunque fuera empezando con los purés de la niña y pasando luego a cosas más complicadas; el caso es que llegué a hacer unos cuantos purés para la niña mientras estuve en España, pero en cuanto llegamos de vuelta a Irlanda el reparto de tareas en casa volvió a ser el que era: entre otras cosas, yo me encargo de la ropa y Fredi de la cocina, que por un lado le encanta y por otro se le da fenomenal.
Total, que en parte estoy cumpliendo mi propósito: todos los días me traigo un tupper con la comida; pero la comida que me traigo no la he cocinado yo, lógicamente (por cierto, la lasaña de hoy estaba buenísima, cariño

Pero el remate ha sido esta mañana cuando ha llegado mi jefe y me ha hecho un regalo: ¡un libro de cocina de la empresa! Sí, habéis leído bien: resulta que en 2004, para celebrar el 20 aniversario de mi empresa, se pidió a los empleados que enviaran recetas y se hizo un libro con ellas, y se repartió una copia a todos los empleados. Mi jefe tenía una copia de más y se acordó de mí

No, si al final, con todas las esperanzas que está poniendo la gente en mí, voy a tener que aprender a cocinar...