La teoría de las ventanas rotas
Hace ahora más o menos dos años que empecé a interesarme por los temas de desarrollo personal y productividad, no sólo en el trabajo sino también en casa, y a fin de cuentas, en la vida. En gran parte la afición me llegó gracias a conocer a Gleb, una de las personas más interesantes que he conocido nunca, y a quien tengo la gran suerte de tener como amigo y compañero.
Y la verdad es que este tema de la productividad me parece muy interesante: si os dais cuenta todos nos estamos quejando siempre de que no tenemos tiempo (yo la primera, ¿eh?), cuando seguramente si empleáramos un poco de ese tiempo en pararnos a pensar y organizarnos, podríamos utilizar mucho más racionalmente el tiempo restante, nos sentiríamos mucho mejor y además conseguiríamos muchas más cosas...
... o esa es la teoría, al menos. En la práctica, en mi caso, me da mucha rabia porque en todo este tiempo no he conseguido avanzar más que un poquito... En el trabajo he podido aplicar unas cuantas de las cosas que he aprendido y he visto claramente los resultados: me organizo bastante mejor y eso tiene un efecto positivo para mí y para mi entorno. Pero en casa parece que nunca encuentro ese rato tranquilo para ponerme manos a la obra, y es que al principio estaba cansada porque madrugaba mucho y llegaba muy tarde del trabajo, luego me quedé embarazada y estaba más cansada todavía (aparte de que había otras cosas en qué pensar), y luego ya nació Irene y para qué os voy a contar, esto es un no parar
Y claro, vamos cayendo en la inercia de dejar cosas para mañana... y así llegamos al título de este post, la teoría de las ventanas rotas, que es lo que quería explicaros.
Según la Wikipedia (sólo en inglés esta vez, sorry), la idea proviene de un estudio realizado a principios de los ochenta sobre el vandalismo callejero: si en un edificio hay una ventana rota y nadie viene a repararla, con el tiempo los gamberros irán rompiendo más, y al final seguramente acaben entrando y destrozándolo todo o quedándose de "okupas". O por ejemplo en una calle: si nadie limpia la acera, la basura poco a poco se va acumulando, y la gente deja de tener cuidado y empieza a tirar basura también, porque total, ya está todo sucio...
Es decir, una vez que se pierde el cuidado por algo, una vez que "se le pierde el respeto", ese algo no hace más que deteriorarse, y lo que es peor, empezamos a ver ese deterioro como su estado natural. ¿Se entiende la idea? Pues ahora esa teoría la podemos aplicar a lo que queramos: al servicio de autobuses de Dublín, a la pila de platos que se acumula en el fregadero, o al desarrollo de software como hace Dave Cheong en este artículo (que por cierto fue lo primero que yo leí sobre la teoría de las ventanas rotas)
Pero lo bueno de todo esto es que podemos darle la vuelta: en vez de dejar que los platos sucios se vayan acumulando, podemos fregarlo todo de una vez y dejar la pila reluciente, y a partir de ahí lo que habrá será una resistencia natural a dejar que se ensucie. Si fregamos cada vez que haya algo que fregar, aunque sean sólo uno o dos platos, estaremos utilizando la inercia a nuestro favor, aprovechando la propia tendencia de las cosas a seguir como están. Con un pequeño esfuerzo inicial, ¡habremos conseguido un gran resultado!
Así que hala, ya sabéis, a mantener las ventanas relucientes
Y la verdad es que este tema de la productividad me parece muy interesante: si os dais cuenta todos nos estamos quejando siempre de que no tenemos tiempo (yo la primera, ¿eh?), cuando seguramente si empleáramos un poco de ese tiempo en pararnos a pensar y organizarnos, podríamos utilizar mucho más racionalmente el tiempo restante, nos sentiríamos mucho mejor y además conseguiríamos muchas más cosas...
... o esa es la teoría, al menos. En la práctica, en mi caso, me da mucha rabia porque en todo este tiempo no he conseguido avanzar más que un poquito... En el trabajo he podido aplicar unas cuantas de las cosas que he aprendido y he visto claramente los resultados: me organizo bastante mejor y eso tiene un efecto positivo para mí y para mi entorno. Pero en casa parece que nunca encuentro ese rato tranquilo para ponerme manos a la obra, y es que al principio estaba cansada porque madrugaba mucho y llegaba muy tarde del trabajo, luego me quedé embarazada y estaba más cansada todavía (aparte de que había otras cosas en qué pensar), y luego ya nació Irene y para qué os voy a contar, esto es un no parar

Y claro, vamos cayendo en la inercia de dejar cosas para mañana... y así llegamos al título de este post, la teoría de las ventanas rotas, que es lo que quería explicaros.
Según la Wikipedia (sólo en inglés esta vez, sorry), la idea proviene de un estudio realizado a principios de los ochenta sobre el vandalismo callejero: si en un edificio hay una ventana rota y nadie viene a repararla, con el tiempo los gamberros irán rompiendo más, y al final seguramente acaben entrando y destrozándolo todo o quedándose de "okupas". O por ejemplo en una calle: si nadie limpia la acera, la basura poco a poco se va acumulando, y la gente deja de tener cuidado y empieza a tirar basura también, porque total, ya está todo sucio...
Es decir, una vez que se pierde el cuidado por algo, una vez que "se le pierde el respeto", ese algo no hace más que deteriorarse, y lo que es peor, empezamos a ver ese deterioro como su estado natural. ¿Se entiende la idea? Pues ahora esa teoría la podemos aplicar a lo que queramos: al servicio de autobuses de Dublín, a la pila de platos que se acumula en el fregadero, o al desarrollo de software como hace Dave Cheong en este artículo (que por cierto fue lo primero que yo leí sobre la teoría de las ventanas rotas)
Pero lo bueno de todo esto es que podemos darle la vuelta: en vez de dejar que los platos sucios se vayan acumulando, podemos fregarlo todo de una vez y dejar la pila reluciente, y a partir de ahí lo que habrá será una resistencia natural a dejar que se ensucie. Si fregamos cada vez que haya algo que fregar, aunque sean sólo uno o dos platos, estaremos utilizando la inercia a nuestro favor, aprovechando la propia tendencia de las cosas a seguir como están. Con un pequeño esfuerzo inicial, ¡habremos conseguido un gran resultado!
Así que hala, ya sabéis, a mantener las ventanas relucientes
