Esta semana se ha celebrado Acción de Gracias en Estados Unidos, y si os habéis paseado estos días por las redes sociales, seguramente habréis visto (entre anuncio y anuncio de ofertas del Black Friday) un montón de citas inspiradoras sobre el agradecimiento.
(Si os apetece leer un post sobre el agradecimiento, aquí tenéis uno de hace más o menos un año)
Mis lectores habituales habréis notado que me gusta poner citas de vez en cuando en el blog, pero no siempre, porque aunque me encaaaaaaaaaantan las citas (podríamos decir que las colecciono), me da la impresión de que a veces nos bombardean tanto con ellas que al final nos acabamos saturando, y dejan de llamarnos la atención. Por eso prefiero dosificarlas.
Hoy sí me gustaría poner aquí dos citas que vienen a decirnos prácticamente lo mismo, y no son las únicas ni mucho menos. Es un mensaje que se ha dicho mil veces de mil maneras diferentes, precisamente porque sigue siendo igual de cierto y de relevante hoy en día que en época de los antiguos filósofos griegos:
Sabio es el hombre que no se lamenta por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que sí tiene.
Epicteto
Agradece lo que tienes, y acabarás teniendo más. Si te concentras en lo que no tienes, nunca jamás tendrás suficiente.
Si tu vida fuera una película, ¿cuál sería la banda sonora?
Hoy me he vuelto a acordar de una escena que vi hace muchos años en una película, y que me dio mucho que pensar en su día. La acción se desarrolla en una universidad, y la cámara va alternativamente tomando el lugar de los dos protagonistas, un chico y una chica, que van caminando por los pasillos, a punto de conocerse. Los dos llevan auriculares puestos con música completamente diferente: la chica está escuchando música clásica, y el chico, heavy metal o algo parecido. Llega el momento en que se encuentran, se miran, y cada uno percibe al otro desde su punto de vista, con su propia banda sonora de fondo.
Me parece una escena con un poder narrativo increíble. Sin necesidad de utilizar palabras, consigue transmitirnos perfectamente cómo de distinto es el mundo para los dos personajes, cómo de distintas son sus experiencias del mismo momento, por mucho que el entorno externo sea el mismo…
Creo que todos hemos experimentado momentos en que una canción o una música en concreto nos ha hecho ver la vida de otra manera: tal vez nos ha alegrado el día, nos ha dado un chute extra de energía o nos ha traído buenos recuerdos. Otras veces, a lo mejor hemos aprovechado una música más triste o melancólica para permitirnos experimentar un ratito esas emociones. Lo mejor de todo es que podemos elegir en cada momento nuestra “banda sonora”, y no me refiero solamente a la música que escuchamos (que también, y qué suerte tan inmensa tenemos de que exista Spotify).
Nuestra “banda sonora” también son esos pensamientos que repetimos constantemente en nuestra cabeza sin darnos cuenta, esas historias que nos contamos a nosotros mismos, y que según cómo sean, puede que nos ayuden o que nos perjudiquen, que nos den energía o que nos la quiten. Por supuesto, no podemos controlar del todo los pensamientos que aparecen por nuestra mente, al igual que no podemos controlar qué canción suena en la radio. Pero sí que podemos estar atentos y cambiar de emisora cuando haga falta, saltando a otra cosa que nos guste más y nos resulte más util. Y también viene muy bien de vez en cuando editar nuestras “playlists”, y así aprovechar para quitar canciones viejas que ya no resuenan con nosotros, y añadir canciones nuevas que nos apetezca probar.
¿Qué te parece la idea? ¿Cuál es ahora mismo la banda sonora de tu vida? ¿Y te apetece mantenerla, o quizá ya es hora de cambiar?
Hoy os traigo otra expresión de esas “intraducibles” que me encanta en inglés, porque me parece una metáfora muy chula: walking down memory lane, que en español sería algo así como “darse un paseo por la calle de los recuerdos”.
Y eso es precisamente lo que he estado haciendo este fin de semana: acompañar a unas amigas en su paseo por la calle de los recuerdos, volviendo a visitar lugares que no habían pisado desde hacía muchos años. Ha resultado un paseo precioso, tanto en el sentido literal como en el figurado, e inevitablemente, hemos creado nuevos recuerdos (¡gracias chicas!)
En español, lo más parecido al memory lane que se me ocurre es el baúl de los recuerdos, de la famosa canción de Karina:
Buscando en el baúl de los recuerdos
Cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces,
Mirar hacia adelante es vivir sin temor.
También me parece una metáfora curiosa. Y también este fin de semana me he encontrado rebuscando en ese baúl, rescatando momentos especiales con una persona muy querida que desde ayer ya no está con nosotros, y de la que me hubiera gustado poder despedirme.
Estoy de acuerdo en que de vez en cuando viene bien mirar un poquito hacia atrás y recordar con cariño las cosas que fueron, ya que al fin y al cabo, como decía my abuela, “aquellos tiempos trajeron éstos”. Aunque eso sí, tengamos cuidado de no regodearnos demasiado, que no nos impida aprovechar el presente…
Disfruta de las cosas pequeñas de la vida, porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que ésas eran las cosas grandes.
Hoy escribo este post desde el aeropuerto de Dublín, a punto de cruzar el charco para pasar un par de días con mis compañeros de trabajo de Estados Unidos.
Cruzar el charco, curiosa expresión. Es una de las muchas metáforas que utilizamos cada día.
Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, una de las definiciones de metáfora es la “aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión”. Dicho así puede parecer un poco complicado, pero lo cierto es que nos pasamos el día utilizando metáforas, muchas veces sin darnos cuenta de que lo son, por ejemplo…
Me encontraba entre la espada y la pared
Salió pitando de allí
Me muero de hambre
Y tantas otras.
Las metáforas nos ayudan a explicar situaciones de la vida de una manera fácil de entender, y no sólo funcionan hacia afuera, cuando hablamos con los demás, sino también hacia adentro, en nuestro diálogo interno. A veces nos resulta más fácil conectar con una emoción cuando “le damos forma” a través de una metáfora, e incluso podemos hasta dibujarla, si eso ayuda 🙂
Y cuando nos enfrentamos a un problema o una situación difícil, el jugar con las metáforas nos puede ayudar mucho a cambiar la perspectiva y buscar alternativas. Por ejemplo, si una persona siente que cada vez que intenta hacer una cosa determinada se da de bruces contra una pared, puede que incluso visualice mentalmente esa pared cuando piense en eso que quiere intentar, y se quede bloqueada. Siguiendo con la metáfora, podríamos preguntar, ¿dónde está esa pared? ¿De qué está hecha? ¿Cómo es de alta? ¿Y qué hay detrás? ¿De qué manera podrías llegar hasta allí? Y tal vez así, explorando maneras de saltar o rodear la pared, o incluso de romperla, puede que la persona se de cuenta de cosas y encuentre soluciones que de otra manera no se le habrían ocurrido.
También es muy interesante plantearnos metáforas al reflexionar sobre algún aspecto de nuestra vida, o de nuestro trabajo. Esto es algo que se hace a menudo en las metodologías Agile, en las retrospectivas de equipo: “si nuestras dos últimas semanas hubieran sido una película, ¿qué película sería, y por qué?” Una vez que añadimos ese toque de creatividad y humor a la conversación, es soprendente todo lo que puede sair de ahí.
Así que esta semana te propongo dos cosas, si te apetece hacerlas: una es escuchar con especial atención para ver cuántas metáforas encuentras a tu alrededor, y la otra es encontrar tu propia metáfora: si hoy fueras un color, por ejemplo, ¿qué color serías?