Actualizando el historial de versiones

Si lleváis un tiempo siguiendo este blog, ya habréis visto que de vez en cuando utilizo conceptos del mundo de la informática. En parte es deformación profesional: es un mundo que conozco basante bien, habiendo estudiado Ingeniería Informática en la universidad, y habiendo trabajado muchos años como programadora y analista de sistemas.

Pero también es porque el comparar la mente humana con un ordenador (o un teléfono móvil, que igual es más fácil de entender) me parece una metáfora muy útil, por supuesto salvando las distancias.

Hace un par de años escribí un post hablando del historial de versiones, un concepto que se utiliza para las aplicaciones y los sistemas operativos, y que tasladándolo a las personas me parece un ejercicio de reflexión que puede resultar muy interesante. Nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que hemos cambiado a lo largo de los años, y sobre todo, y mucho más importante, nos recuerda todo lo que hemos conseguido.

Y lo mejor es que podemos seguir actualizándolo a medida que vayamos superando nuevos retos y consiguiendo nuevos objetivos (mi historial actualizado lo tenéis en la página sobre mí).

Hoy me ha tocado a mí añadir una nueva versión, de la que me siento muy orgullosa: en estos últimos meses me he estado formando en eneagrama, una herramienta de estudio de la personalidad humana que me parece simplemente impresionante, y que me ha ayudado enormemente tanto para comprenderme mucho mejor a mí misma como para empezar a comprender a los demás. Es una herramienta súper interesante y súper práctica, que se complementa muy bien con otras disciplinas de autoconocimiento y desarrollo personal, y que se puede aplicar también en un entorno de trabajo. A mí me atrajo en concreto como complemento del coaching, por su potencial para facilitar procesos mucho más personalizados según el eneatipo de cada cliente.

Pero eso sí, el eneagrama es muy importante aprenderlo bien, y por desgracia hay mucha confusión y muchos malentendidos con este tema, bien por quedarse en la parte más superficial y fijarse sólo en comportamientos externos, o por no llegar a entender bien las claves que caracterizan a cada eneatipo. Yo misma me pasé dos años mal identificada, creyendo que era de un eneatipo cuando en realidad era de otro… Y no soy la única ni mucho menos, es una historia que se repite muy a menudo.

Resulta muy tentador coger un atajo (o como se dice en mi tierra, atrochar) y hacer un test que nos diga de qué eneatipo somos, pero es que en realidad así no vamos a aprender nada, saldremos de ahí con un numerito sin saber lo que significa… Como siempre en el mundo del desarrollo personal, el aprendizaje viene poco a poco, a lo largo del camino. Y es un trabajo que nadie puede hacer por nosotros. Así que, si os ha picado la curiosidad y queréis empezar a aprender de eneagrama, os animo a buscar material de Alberto Peña Chavarino (en español) o de Mario Sikora (en inglés).

Y si os animáis a probar el ejercicio del historial de versiones, contadme si queréis qué tal os fue 🙂

Renunciando a la culpa

Hoy Facebook me ha recordado un post que escribí hace exactamente trece años, citando una frase con la que en aquel momento me identificaba muchísimo:

Dios me puso en este mundo para conseguir un cierto número de cosas – ahora mismo voy con tanto retraso que no me voy a morir nunca.

Bill Watterson

¿Te suena esta sensación? La sensación de no estar haciendo todo lo que deberías hacer, de no estar consiguiendo todo lo que deberías conseguir, de ir demasiado despacio y no ser capaz de ponerte al dïa…

Se me ocurren un montón de cosas que podría decir sobre este tema (y seguramente las diré, en otros artículos más adelante), pero por lo pronto, y aprovechando la época del año en la que estamos, hoy me voy a centrar en lo que en mi caso descubrí como la consecuencia (¿o quizá la causa?) de esa sensación:

La culpa.

Me sentía culpable por todo.

Hiciera lo que hiciera, me sentía culpable por no hacerlo lo suficientemente bien, o por ser poco productiva y malgastar mi tiempo. Si estaba trabajando, me sentía mal por pasar poco tiempo con mis hijas; si estaba jugando con mis hijas, me sentía mal por no estar haciendo algo “más útil”, como limpiar o cocinar… Y así, la lista seguía hasta el infinito, espero que se entienda la idea.

Pero por suerte unos años después, no sé exactamene cuándo, llegó un momento en que algo hizo click en mi cabeza, y me di cuenta de que la culpa no me llevaba a nada productivo, sino más bien todo lo contrario. Fue entonces cuando me propuse conscientemente dejar de alimentarla.

White page with the words "not guilty" written on it, next to a judge's hammer seen from above

Tanto España como Irlanda son países de tradición muy católica, y el concepto de culpa está muy enraizado en el catolicismo (sospecho que en otras religiones también, en mayor o menor medida, pero el catolicismo es la religión con la que me crié, y la que conozco de primera mano). Ahora estamos a punto de empezar la Cuaresma, y en Irlanda es típico elegir algo a lo que renunciar durante estos cuarenta días; por ejemplo, hay mucha gente que renuncia a los dulces. Supongo que de ahí viene luego la costumbre de atiborrarse de chocolate por Pascua de Resurrección, tendríais que ver el tamaño de los “Easter eggs” 🙂

Recuerdo que al poco de mudarme a Irlanda me sorprendía cuando me preguntaban: “¿y tú a qué vas a renunciar esta Cuaresma?” Como en España eso no es costumbre, no se me ocurría qué contestar… Hasta que un año se me encendió la bombillita y apareció en mi cabeza la respuesta: ¡A la culpa! Renuncio a sentirme culpable inútilmente.

Y tú, ¿a qué decides renunciar?

Framily

Hoy vengo con una palabra que seguramente no esté en los diccionarios, pero que sí que existe, y con un significado muy bonito:

Framily.

Surge de la combinación de dos palabras en inglés, “family” (familia) y “friends” (amigos), y se refiere a un grupo de amigos que son tan cercanos que los consideras realmente familia. Son tu familia elegida, por así decirlo. Si alguna vez has vivido en otro país (o en una ciudad lejana) durante un periodo largo de tiempo, seguramente entiendas muy bien este concepto.

Three little wooden dolls representing a family, next to a amall tippee, with an Earth globe behind them

Fue lo nos pasó a mi marido y a mí al llegar a Irlanda: al estar lejos de nuestras respectivas familias, nos apoyamos mucho más en nuestros amigos, formando un nuevo círculo de seres queridos. Y ese círculo fue creciendo a medida que llegaban los niños, y se fue afianzando, hasta convertirse en nuestra framily.

Ahora ya han pasado bastantes años, y por circunstancias de la vida andamos un poco desperdigados, pero de vez en cuando se alinean los planetas y nos podemos juntar unos cuantos, como este fin de semana (a los que no estáis, os echamos de menos). He podido comprobar una vez más que el vínculo y la confianza siguen ahí, da igual el tiempo que pase, y me ha encantado ver que nuestros hijos, que se criaror juntos de pequeños pero luego pasaron años sin verse, también están disfrutando mucho del reencuentro.

Porque al fin y al cabo, da igual que sean familia o amigos, o cómo les hayas conocido, el caso es darte cuenta de las personas maravillosas que hay en tu vida, y cuidar tu relación con ellas.

Atrapados en el tiempo

Esta semana hemos empezado el mes de febrero, que también tiene sus fechas señaladas, aunque no sean tan famosas como las de otros meses.

Por ejemplo, el 2 de febrero se celebra en algunos lugares de España la fiesta de la Candelaria, o “las Candelas”, como se la llama en Cáceres, mi ciudad natal. Recuerdo que de pequeñas, mi hermana y yo nos vestíamos “de campuzas” (con el traje regional típico cacereño), y nos llevaban de romería junto a la ermita de San Blas.

Irlanda tiene también una celebración para estas fechas, concretamente el 1 de febrero: la tradición celta celebraba la fiesta de Imbolc, que luego con el cristianismo se transformó en el día de Santa Brígida, patrona de Irlanda. Curiosamente, la tradición celta consideraba que esta fecha era el comienzo de la primavera… ¿La primavera? ¿Ya? ¿Pero cómo puede ser, con el frío que hace? Y es verdad que todavía hace frío, pero si te fijas bien, por estas fechas ya se empiezan a ver los brotes nuevos de las plantas, empieza a brotar nueva vida después de estar todo como adormecido durante el invierno.

Y hablando de invierno, otra de las tradiciones de estas fechas, esta vez en Estados Unidos (perdón pero no recuerdo el nombre del pueblo), es la del Dia de la Marmota, que supuestamente predice si el invierno se va a alargar o si va a llegar pronto la primavera.

Groundhog standing on their hind legs with a small twig in their hands

Realmente yo lo de la marmota lo recuerdo, como seguro que muchos de vosotros, por una película que se hizo muy famosa en su día: “Groundhog day”, que en España se tradujo como “Atrapado en el tiempo”. En ella, un reportero de televisión sarcástico y malhumorado se ve obligado a vivir una y otra vez el mismo día, el 2 de febrero, Día de la Marmota, hasta que por fin aprende las lecciones que le trae la vida y se convierte en una persona mucho más auténtica.

Tan famosa es esta historia que cuando alguien nos dice que “vive en el día de la marmota”, todos lo entendemos perfectamente, ¿verdad? Se siente atrapado en una rutina en la que todos los días le parecen iguales. ¿Y cómo se puede salir de ahí?

Bueno, pues igual la película misma nos puede dar algunas pistas. Por un lado, en algún sitio oí o leí que si todos los días nos parecen iguales y se nos pasan los meses y los años sin darnos cuenta, es porque no estamos aprendiendo nada nuevo… Por otro lado, a veces parece que la vida nos pone por delante las mismas situaciones una y otra vez, como si nos tropezáramos siempre con la misma piedra. ¿No será que lo que tenemos es que aprender otra manera mejor de gestionar esas situaciones, para así poder “pasar pantalla” y llegar al siguiente nivel?

Resulta muy fácil, y muy tentador, quejarse de la rutina y la monotonía del día a día, pero así es como nos olvidamos de que en nuestras manos está el poder de hacer que cada día cuente.

Y a ti, ¿qué te parece? ¿Te sientes como si vivieras en el Día de la Marmota? ¿Y qué canción se repite cada mañana al sonar el despertador?