Hoy comparto con vosotros un poema de Khalil Gibran, que recuerdo escuchar hace años en la boda de mi amiga Araceli, y que me ha ido resonando cada vez más desde entonces:
Nacisteis juntos, y juntos estaréis para siempre. Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte esparzan vuestros días. Sí, estaréis juntos incluso en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía, y que los vientos del cielo bailen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del amor una atadura. Que sea más bien un mar ondulante entre las costas de vuestras almas. Llenaos el uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa. Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo. Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente. Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañero lo tenga, porque sólo la mano de la Vida puede contener los corazones. Y estad juntos, pero no demasiado juntos, porque los pilares del templo están separados. Y ni el roble crece bajo la sombra del ciprés, ni el ciprés bajo la del roble.

Qué bonita me parece especialmente esta última frase… Dejémonos espacio para ir creciendo con la vida, para ir floreciendo a partir de la semilla que llevamos dentro, sin darnos sombra los unos a los otros.