Hoy me senté a escribir en el blog… Y no se me ocurría nada.
Nada de nada.
Qué sensación más rara.
Normalmente, para cuando me siento a escribir ya suelo tener un tema en mente, y si aún no lo tengo, surge en ese momento como por arte de magia. Pero hoy, quién sabe por qué, pasaban los minutos y la página seguía, en blanco. Por mucho que pensara, por mucha inspiración que buscara.

Da un poco de vértigo, ¿verdad? Una página vacía. Ideas, palabras, respuestas que no han llegado todavía.
Me da la sensación de que, en general, a las personas se nos da regular lo de lidiar con el espacio vacío. Como cuando estamos en una conversación y de pronto se hace un silencio, y por incomodidad intentamos rellenarlo cuanto antes, hablando de cualquier cosa. O como cuando estamos haciendo cola en algún sitio, o esperando que nos sirvan en un restaurante, y recurrimos al móvil para no tener que lidiar con el no saber qué hacer mientras llega nuestro turno.
Mucho se habla de que en estos tiempos nuestra sociedad se ha acostumbrado a la gratificación instantánea. Y curiosamente, cuando pensamos en los niños, sabemos que es bueno para ellos aburrirse de vez en cuando, porque de ahí es de donde surgen la imaginación y la creatividad… Pero, sinceramente, ¿hasta qué punto nos aplicamos el cuento también los adultos?
Tal vez cuando aprendamos por fin a reconciliarnos con ese espacio vacío, con esa página en blanco, y descubramos que no nos hace falta tener todas las respuestas (ni mucho menos tenerlas de inmediato), nos permitiremos que fluyan la imaginación y la creatividad. Y nos daremos cuenta de que hay infinitas maneras de rellenar esa página, y de que podemos disfrutar un montón experimentando y encontrando nuestrro propio estilo.
Cada día que empieza es una página en blanco de tu libro, esperando a ser escrita.