Curiosidad

Esta semana he tenido la suerte de hacer un poquito de vida social, saludar a varios conocidos que hacía tiempo que no veía, y hasta conocer gente nueva. ¡Gente nueva! ¡Y en persona, qué alegría! Después de más de dos años trabajando desde casa y saliendo poco por unas razones o por otras, me pareció todo un lujo.

Se me había olvidado ya esa sensación de curiosidad que tengo al presentarme a alguien que no conozco y empezar una conversación. Como todo es nuevo, parto desde cero, sin expectativas, y me voy dejando sorprender por la otra persona, a medida que voy descubriendo poco a poco algunas “piezas” de su puzzle.

white puzzle pieces on blue surface

Porque eso es lo que somos cada uno de nosotros, un puzzle único y especial, compuesto por muchísimas piezas. Lo malo es que a veces, una vez que vemos un par de piezas de una persona, ya tendemos a asumir que sabemos cómo es su puzzle entero: sin querer, rellenamos los huecos basándonos en nuestra propia experiencia, metiendo nuestros prejuicios, creencias, valores… Y es cuando caemos en la trampa de juzgar y criticar.

Pero es que el puzzle de la otra persona no es el mismo que el nuestro, por mucho que, vistos desde fuera, se puedan parecer un poco. Cada persona experimenta el mundo de una forma diferente, tiene una historia y una trayectoria de vida diferente, y las piezas de un puzzle no encajan en el otro.

¿Y esto cómo lo arreglamos? Con una actitud de curiosidad, hacia los demás y también hacia nosotros mismos. Si no presuponemos que ya sabemos, buscaremos comprender, e investigaremos. Y cuanto más descubramos, mejor nos entenderemos nosotros y entenderemos a los demás.

El antídoto para la crítica es la curiosidad.

Sir John Whitmore

Presencia

Hoy os traigo una cita con la que me he topado esta semana, sacada de un libro sobre gestión de equipos que se llama Software for your head (“software para tu cabeza”). Tengo que admitir que el libro en sí no me lo he leído, aunque me parece que tiene muy buena pinta, y al menos el título pega mucho con el espíritu de este blog 🙂

Ya sea que los miembros de un equipo estén desperdigados por el mundo o apretados hombro con hombro en filas de cubículos, la distancia siempre es el problema principal que surge entre colaboradores. El remedio para la distancia es la presencia. Claramente, es más fácil distinguir las dificultades generadas por la distancia cuando un equipo está disperso geográficamente, y los problemas se suelen atribuir más a los kilómetros que a las mentes. Sea cual sea su situación geográfica, la tarea principal de cualquier equipo es superar la distancia. Pero lo que debe superarse es la distancia psicológica entre las mentes de las personas, más que el espacio físico que haya entre sus cuerpos.

Jim & Michelle McCarthy – Software for your head

El libro se escribió hace más de veinte años, y si este párrafo ya era cierto seguramente entonces, yo diría que ahora lo es todavía mucho más, tanto dentro como fuera del entorno laboral. Vivimos tan distraídos en nuestra vida en general, tenemos normalmente la atención tan dispersa, que nos cuesta estar de verdad presentes con la persona que tenemos delante en cada momento. A menudo estamos sin estar realmente. O estamos, pero a medias, dedicando sólo un cachito de nuestra atención a la otra persona. Y lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado a vivir así, lo consideramos normal, y tenemos todo tipo de excusas para justificarlo.

Pero cuando hacemos el esfuerzo y de verdad estamos presentes, aparcando durante un rato todas las distracciones, se nota la diferencia, y mucho,. La conexión se vuelve más profunda, el momento compartido es más valioso. Y si estamos en un entorno laboral, lo más seguro es que la comunicación sea más eficiente y ayude mucho a sacar adelante el trabajo.

Así que estemos donde estemos, acordémonos de que el mejor regalo que podemos hacer a los demás es nuestra presencia, nuestra atención plena, durante el tiempo que pasemos con ellos. Familiares, amigos., compañeros de trabajo, da igual quien sea. Y la distancia deja de importar.

Frases intraducibles: spread too thin

Estas dos últimas semanas para mí han sido un poco de locura: se me han juntado bastantes tareas y reuniones en el trabajo, unas planificadas y otras no, y la verdad es que he estado bastante liada.

Y como suele pasar, no es que estuviera muy ocupada con una sola cosa en particular, sino que tenía que estar pendiente de varias a la vez, con lo que me pasaba el día en estado de alerta, con la atención repartida (o más bien dispersa), y continuamente cambiando de una tarea a otra.

¿Os suena?

Menos mal que sólo han sido dos semanas, y que ahora viene una época más tranquila, que si no, me hubiera resultado agotador.

Y todo esto me recuerda a otra de esas expresiones que me gustan mucho pero me resultan intraducibles, o que al menos yo no consigo traducir de manera elegante del inglés al español: to be spread too thin (literalmente, estar “untado” o “extendido” demasiado fino). No estoy segura de si la frase vendrá de ahí, pero recuerdo haber leído algo muy parecido en El Señor de los Anillos, en palabras de Bilbo Bolsón:

“Me siento frágil, disperso, como mantequilla untada sobre demasiado pan.”

Creo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos podido sentir así. ¿Y qué podemos hacer? Pues se me ocurren varias cosas:

  • Darnos cuenta de lo que nos está pasando, y reconocer cómo nos afecta física, mental y emocionalmente. Éste es el primer paso: una vez que lo sabemos, ya podemos hacer algo al respecto.
  • Reducir todo lo posible (o incluso aún mejor, eliminar) el hacer varias cosas a la vez, el famoso multitasking. Ya os explicaré con más calma en otro post por qué el multitasking no funciona, pero que sepáis que no funciona, aunque a nosotros nos parezca que sí 🙂
  • Descansar y cuidarnos todo lo que podamos durante este tiempo: horas de sueño, buena dieta, un poco de ejercicio y aire fresco… (nótese que no cuento ver Netflix, ni mirar las redes sociales en el móvil “para desconectar”, eso en mi opinión tampoco funciona, no nos relaja de verdad)
  • Lo que no podamos evitar, tomárnoslo con la mayor calma posible. Esto puede parecer paradójico, pero pensándolo bien: si a la presión que ya está ahí le añadimos otra capa con nuestra propia preocupación, no vamos a conseguir reducir el estrés, sino todo lo contrario, lo aumentaremos. Con paciencia y buen humor, se nos hará más llevadero.
  • Y también muy importante aunque no siempre se nos ocurra: lo que podamos evitar… ¡evitarlo! Aquí me gusta utilizar las cuatro Ds que enumera David Allen en su libro Getting Things Done:
    • Do it (= hazlo ya, si te lleva menos de dos minutos),
    • Defer it (= retrásalo, ponlo en tu agenda para más adelante),
    • Delegate it (= delégalo, que lo haga otro), o
    • Delete it (= bórralo, no es el fin del mundo si no se hace).

¿Estás de acuerdo con estas estrategias? ¿Se te ocurre alguna más? ¿Cómo lidias tú con la sensación de estar “untado demasiado fino”?

Recordatorio

Cuántas veces nos pasa que, sin darnos cuenta, nos ponemos el listón demasiado alto, y nos criticarnos por no llegar a nuestras propias expectativas… Dejamos que nuestro saboteador particular (esa vocecita mental que no deja de incordiar) tome el mando y nos machaque, no reconociendo lo que valemos realmente. Y así, nos convertimos en nuestro propio peor enemigo.

Para esos momentos, desde el pasillo de mi casa os traigo este recordatorio:

Recuerda siempre que eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces, más inteligente de lo que piensas, y el doble de hermos@ de lo que nunca llegaste a imaginar.

¿Qué se te pasa por la cabeza al leer esta frase? ¿Te la crees? ¿Qué te falta para poder creértela? Si se la estuvieras leyendo en voz alta a tu amigo o amiga y no se la creyera, ¿qué le dirías?

¿Y si tú pudieras ser tu propio mejor amigo?