Estas dos últimas semanas para mí han sido un poco de locura: se me han juntado bastantes tareas y reuniones en el trabajo, unas planificadas y otras no, y la verdad es que he estado bastante liada.
Y como suele pasar, no es que estuviera muy ocupada con una sola cosa en particular, sino que tenía que estar pendiente de varias a la vez, con lo que me pasaba el día en estado de alerta, con la atención repartida (o más bien dispersa), y continuamente cambiando de una tarea a otra.
¿Os suena?

Menos mal que sólo han sido dos semanas, y que ahora viene una época más tranquila, que si no, me hubiera resultado agotador.
Y todo esto me recuerda a otra de esas expresiones que me gustan mucho pero me resultan intraducibles, o que al menos yo no consigo traducir de manera elegante del inglés al español: to be spread too thin (literalmente, estar “untado” o “extendido” demasiado fino). No estoy segura de si la frase vendrá de ahí, pero recuerdo haber leído algo muy parecido en El Señor de los Anillos, en palabras de Bilbo Bolsón:
“Me siento frágil, disperso, como mantequilla untada sobre demasiado pan.”
Creo que todos en algún momento de nuestra vida nos hemos podido sentir así. ¿Y qué podemos hacer? Pues se me ocurren varias cosas:
- Darnos cuenta de lo que nos está pasando, y reconocer cómo nos afecta física, mental y emocionalmente. Éste es el primer paso: una vez que lo sabemos, ya podemos hacer algo al respecto.
- Reducir todo lo posible (o incluso aún mejor, eliminar) el hacer varias cosas a la vez, el famoso multitasking. Ya os explicaré con más calma en otro post por qué el multitasking no funciona, pero que sepáis que no funciona, aunque a nosotros nos parezca que sí 🙂
- Descansar y cuidarnos todo lo que podamos durante este tiempo: horas de sueño, buena dieta, un poco de ejercicio y aire fresco… (nótese que no cuento ver Netflix, ni mirar las redes sociales en el móvil “para desconectar”, eso en mi opinión tampoco funciona, no nos relaja de verdad)
- Lo que no podamos evitar, tomárnoslo con la mayor calma posible. Esto puede parecer paradójico, pero pensándolo bien: si a la presión que ya está ahí le añadimos otra capa con nuestra propia preocupación, no vamos a conseguir reducir el estrés, sino todo lo contrario, lo aumentaremos. Con paciencia y buen humor, se nos hará más llevadero.
- Y también muy importante aunque no siempre se nos ocurra: lo que podamos evitar… ¡evitarlo! Aquí me gusta utilizar las cuatro Ds que enumera David Allen en su libro Getting Things Done:
- Do it (= hazlo ya, si te lleva menos de dos minutos),
- Defer it (= retrásalo, ponlo en tu agenda para más adelante),
- Delegate it (= delégalo, que lo haga otro), o
- Delete it (= bórralo, no es el fin del mundo si no se hace).
¿Estás de acuerdo con estas estrategias? ¿Se te ocurre alguna más? ¿Cómo lidias tú con la sensación de estar “untado demasiado fino”?