¿Verdadero o falso?

El otro día me pasó una cosa muy curiosa: estaba en un curso de formación, y pusieron una transparencia con una cita de Einstein que me pareció súper chula, así que decidí publicarla en Instagram. Escribí un post con la cita en inglés, y otro con la traducción al español. Hasta ahí, todo bien.

Dos minutos después, recibí un mensaje de Instagram diciendo que había publicado información falsa (según sus «chequeos independientes»), que le habían añadido una nota a mi post avisando de que contenía datos que no eran veraces, y que mi cuenta corría el riesgo de que la inhabilitaran para uso comercial.

Y todo porque al parecer la cita no era de Einstein…

Paper card pinned to a cork board, with two handwritten checkboxes: TRUE and FALSE

Me quedé un poco en shock, la verdad, Me apresuré a rehacer el post, incluyendo la cita pero sin decir de quién era. Y una vez más, Instagram me notificó que habían añadido una nota a mi post, porque se parecía mucho a otro que ya habían etiquetado como falso. Al menos esta vez pude ver una opción para solicitar que lo revisaran manualmente, y lo solicité, a ver si me contestan.

El caso es que tengo sentimientos encontrados con este tema: por un lado, me alegro de que haya ciertos controles de veracidad, aunque por otro, me pregunto hasta qué punto serán efectivos más allá de comprobar la autoría de ciertos textos (y por cierto, todo esto pasó con el post en inglés, la versión en español se publicó sin problemas). Pero sobre todo, ¡me fastidió mucho que me acusaran de mentir! ¿Mentir yo? ¡Si todo había sido una confusión!

Claro, que luego pensándolo más tranquilamente, me he acordado de otra cosa que me contaron en ese mismo curso: que en cuestiones de moral, como por ejemplo a la hora de mentir, cuando alguien hace algo malo tendemos a pensar que es porque es mala persona, mientras que cuando somos nosotros los que hacemos algo malo, creemos que está justificado por las circunstancias.

Vamos, que nosotros estamos en posesión de la verdad, y todos los demás se equivocan.

Se nos olvida que en este mundo hay muy pocas verdades absolutas, si es que hay alguna. Creemos que conocemos objetivamente los hechos, pero lo que hacemos realmente es interpretarlos a nuestra manera, filtrando las percepciones que nos llegan desde los sentidos según nuestras propias creencias y suposiciones.

Y aquí es donde nos conviene recordar las palabras de Ramón de Campoamor, que menos mal que las he comprobado con Google antes de meter la pata otra vez, porque yo estaba convencida de que eran de Calderón de la Barca 🙂

Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.

Ramón de Campoamor

Todo esto de que no haya verdad ni mentira nos puede parecer un poco frustrante, porque a nuestro cerebro le gustan más las respuestas categóricas: bueno o malo, correcto o incorrecto, blanco o negro. Pero en realidad nos da una libertad enorme, nos da toda una paleta de colores para elegir. Tanto los grandes sabios de antaño como los psicólogos modernos nos explican que, en la inmensa mayoría de los casos, nuestros problemas no se deben a las cosas que nos pasan, sino a cómo las interpretamos; la mayor causa de nuestro sufrimiento son las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre lo que nos pasa. ¿Y si nos contáramos una historia diferente?

Ésa es la buena noticia, que una vez que nos damos cuenta de que a menudo la verdad se reduce a puntos de vista, y de que no es LA verdad sino MI verdad lo que yo estoy viendo, se abre enormemente nuestro mapa de posibilidades, y podemos darnos permiso para reinterpretar esas situaciones de una manera que nos ayude en lugar de hacernos sufrir.

Así que, la próxima vez que te encuentres ante una situación que te enfade, te frustre o te entristezca, te animo a preguntarte qué otras versiones de «la verdad» puede haber aparte de la tuya. ¿Qué es lo que estás dando por hecho? ¿Qué otras perspectivas no estás viendo? ¿Qué significado le estás dando a esa situación que realmente no tiene, o podría no tener? ¿Y qué otro significado le podrías dar?

Por cierto, la cita en cuestión se merece un post aparte; la tenéis en Instagram, y es verdad que la publiqué sin comprobar si era o no de Einstein (lección aprendida).

Palabras intraducibles: struggle

Los que ya llevéis un tiempo leyendo este blog sabréis que de vez en cuando escribo sobre una frase que me parece difícil de traducir, o bien del inglés al español o viceversa (si tenéis curiosidad por leer esos artículos, los encontraréis en la categoría de Intraducibles).

Hoy lo que os traigo no es una frase, sino una palabra en inglés, concretamente un verbo: to struggle.

El diccionario nos dice que se traduce como luchar, enfrentarse o forcejear con algo. Y sí, por ahí van los tiros, pero me faltan matices en esa definición. Tal vez porque, al menos en mi cabeza, ese «algo» la mayoría de las veces no es un algo físico, sino una situación o un reto ante el que no sabemos desenvolvernos, y que nos causa sufrimiento mientras intentamos superarlo.

La galería de fotos de WordPress me ha dado estar representación visual de struggle, que me ha parecido muy acertada:

La cuerda podría representar cualquier cosa, real o figurada (¡o imaginada!) con la que nos tengamos que enfrentar y ante la que nos veamos faltos de recursos. Me parece una metáfora muy interesante, porque la cuerda de por sí no tiene vida propia, todo depende de lo que hagamos con ella: podemos irnos liando cada vez más hasta acabar paralizados, o conseguir ir deshaciendo los nudos, y poco a poco liberarnos. Es casi como si esa lucha, ese enfrentamiento, ese forcejeo, en el fondo fuera con nosotros mismos.

Y aquí hay una cosa que me gustaría dejar muy clara: esto nos pasa a todos en un momento u otro, o más bien en muchos momentos de nuestra vida. Es parte de la vida misma. Es así como aprendemos, como crecemos, como evolucionamos.

Una historia muy típica que se cuenta sobre este tema es la de la mariposa: parte de su metamorfosis consiste en salir del capullo, y eso le cuesta muchísimo, es una verdadera lucha; a cualquiera que lo viera desde fuera le parecería que se va a morir sin conseguirlo. Pero lo consigue. Y tiene que ser ella la que lo haga, porque así es como se fortalecen sus alas, para luego poder volar. Si alguien, con toda su buena intención, abriera el capullo antes de tiempo para dejarla salir, se quedaría demasiado débil y no sobreviviría.

De la misma manera, todos tenemos que seguir nuestro propio camino y pasar por nuestras propias transformaciones. ¿Pero realmente tenemos que pasarlo tan mal? ¿O vérselo pasar tan mal a otros, y sin ayudarles? Bueno, lo que sí podemos hacer es tratar esos momentos de la vida como lo que realmente son: etapas de crecimiento, completamente normales. Y sí que podemos ayudar, pero no a base de intentar solucionarle a esa persona los problemas desde fuera, sino respetando su proceso, y acompañándola para que encuentre sus propios recursos y sus propia soluciones.

Creo que esto se resume muy bien en esta cita, que es el primer principio del coaching co-activo:

Las personas, por naturaleza, son creativas, completas y están llenas de recursos.
Las personas no están rotas, no necesitan que las arreglen, y tienen su propia sabiduría innata sobre cómo vivir la vida.

Lo que quiero decir con esto es que, salvo contadas excepciones donde hay patología o trastorno y sí que es necesario acudir a un psiquiatra o a un psicólogo, por lo general todo lo que necesitamos es un poco de tiempo, apoyo y confianza en nosotros mismos para ir superando los retos que se nos pongan por delante.

Eso, y autoconocimiento, mucho autoconocimiento, que siempre ayuda 🙂

La importancia del contexto

Una de las lecturas que recuerdo con más cariño de cuando yo era pequeña son los libros de Mafalda, una recopilación de tiras cómicas de los años sesenta y setenta creadas por Quino, el genial humorista gráfico argentino.

No recuerdo qué edad tenía yo cuando empecé a leerlos; sí recuerdo que me llamaban la atención las palabras y expresiones propias del español argentino, y que había algunos chistes que no los llegaba a entender, pero me daba igual, me gustaban mucho de todas maneras. Los releí tantas veces que muchos de los chistes me los llegué a aprender de memoria, y con los años por fin los fui entendiendo… El humor de Quino me parece muy, muy inteligente, y muchos de los temas que tocaba en las tiras de Mafalda y en sus otros libros de humor gráfico son tan relevantes ahora como lo eran entonces.

Hoy os traigo esta tira para ilustrar un tema que me surgió el otro día:

Mafalda comic strip - Mafalda and Susanita talking about understanding adults

Aquí está la transcripción para los que no veáis bien la imagen: es una conversación entre Mafalda (que es una niña de unos seis años) y su amiga Susanita:

- Susanita: ¿Por qué demonios los adultos se la pasan haciendo y diciendo cosas que uno no entiende?
- Mafalda: Es muy sencillo, Susanita. Cuando llegás al cine y resulta que ya están dando la película, ¿la entiendes?
- Susanita: No.
- Mafalda: Bueno, con los adultos ocurre lo mismo, ¿Cómo vamos a entenderlos? ¡Si cuando nosotros llegamos, ellos ya estaban todos empezados!

¿Qué os parece esta reflexión? Más allá del chiste de que los niños no nos entiendan a los adultos, la verdad es que a veces los adultos tampoco nos entendemos entre nosotros. ¿Os ha pasado alguna vez el llegar a una clase, o a una reunión de trabajo, y no enteraros de nada, como si hubiérais llegado a mitad de la película?

El problema es que muchas veces falta cierta información de base que se da por supuesto que todo el mundo la sabe: falta definir el contexto. Esto que parece tan obvio en realidad no lo es tanto, y causa más problemas de comunicación de lo que parece. Volviendo al ejemplo de la reunión de trabajo, a lo mejor ha habido antes una conversación por email en la que no estaban todos los participantes incluidos, y en la reunión se pasa directamente a discutir detalles de una solución, sin confirmar antes que todos saben cuál es exactamente el problema. En una clase, por ejemplo, puede que el profesor se ponga a enseñar un tema completamente nuevo y distinto a todo lo anterior, pasando directamente a los detalles, sin pararse a explicar primero de qué se trata, por qué es importante y cómo encaja con el resto de lo aprendido hasta ahora. Tanto la reunión como la clase serán mucho más productivas si se hace una inversión inicial en explicar el contexto.

Y de la misma manera, las personas también tenemos un contexto: cada uno tenemos una historia, una familia, una cultura, unos valores, unas circunstancias personales, unos pensamientos, unas emociones, etc., etc., etc. Cuanto más entendamos el contexto de una persona, mejor la comprenderemos, y menos la juzgaremos. Por eso creo que, en nuestra vida diaria, a todos nos vendría bien aclarar un poquito el contexto de nuestras conversaciones, y así conseguir entendernos mucho mejor.

Pero cuidado con no pasaros dando explicaciones, que tampoco es necesario explicarlo todo, sólo lo esencial. No os vayan a decir como me decía mi madre a mí cuando me empezaba a enrollar: ¡empieza por el final! 😀

Frases intraducibles: getting out of your own way

Hoy toca hablar de otra de esas expresiones que me encantan en inglés y que creo que pierden la gracia al traducirlas al español.

Se trata de “getting out of your own way”, que básicamente quiere decir dejar de estorbarte a ti mismo, en el sentido de dejar de ser un obstáculo en tu propio camino. Yo cuando lo oigo, me imagino un camino delante de mí, con un pedrusco enorme en todo el medio, bloqueándolo… Y me doy cuenta de que muchas veces ese pedrusco lo pongo yo.

Vaaale, no siempre es un pedrusco tan grande, a veces son piedras más pequeñas… Pero el caso es que me pasa, me saboteo a mí misma, y es algo que nos sucede muy habitualmente a las personas.

Hoy mi hija Eva, que se está leyendo los libros de Harry Potter, ha mencionado a Dobby, el elfo doméstico. Si os acordáis, Dobby, cuando se daba cuenta de que había hecho algo que iba contra las normas, aunque fuera con la mejor intención, se decía “¡Dobby malo!” y se hacía daño a sí mismo, pegándose de cabezazos contra la pared y cosas así.

Pues bien, a mí me da la sensación de que las personas a veces hacemos algo parecido, por supuesto inconscientemente. Nuestra parte racional se marca un objetivo y quiere avanzar en esa dirección, pero se ve frenada (y a veces, saboteada) por otra parte más profunda de nosotros mismos, que de alguna manera cree que llegar hasta ese objetivo va a ir en contra de lo que debería ser.

Por eso, cuando vemos que nos cuesta avanzar hacia la meta, que damos un paso para adelante y dos para atrás, es hora de empezar a escarbar para ver qué se esconde por debajo de ese autosabotaje: puede que haya creencias, valores, o incluso aspectos de nuestra propia identidad que estén entrando en conflicto con eso que aparentemente queremos conseguir. Ahí es donde un proceso de coaching puede ayudar un montón, para sacar a la luz esas “fuerzas ocultas” que nos hacen interponernos a nuestro propio éxito.

¿Y tú? ¿De qué manera te pones piedras en tu propio camino? ¿Y qué te haría falta para poder retirarlas?

Frases intraducibles: me da pereza

Hoy os traigo otra de esas frases intraducibles que me gusta coleccionar, solo que esta va al contrario que las anteriores: es una expresión en español para la que no encuentro buena traducción en inglés.

Situación de ejemplo: es viernes por la tarde, y la fiesta de Navidad de la empresa empieza en un par de horas. Ya se ha hecho de noche y hace mucho frío en la calle; la nieve de la noche anterior se ha empezado a convertir en hielo. En casa se está calentito, muy a gusto, y cuando empiezo a pensar en arreglarme y salir para ir hasta el centro de Dublín, a la fiesta…

Me da pereza.

Grey cat lying on its side a wooden shelf, looking at the camera

Eso es lo que diría yo en español, “me da pereza”, que viene a ser algo así como que “me sobreviene un sentimiento de vagancia al pensar en hacer X”. Es como que me canso sólo de pensarlo. Es una poderosa sensación que se me viene encima… y que me empuja hacia el sofá 😀

Buscando por ahí, he encontrado dos posibles traducciones: “I don´t feel like it”, que significa “no me apetece”, y “I can´t/couldn´t) be bothered”, que básicamente quiere decir que no lo voy a hacer, bien porque no lo considero necesario, o porque no me interesa, o porque soy demasiado vago como para hacer el esfuerzo.

Supongo que, de las dos, la que más se acerca es el “I don´t feel like it”, porque transmite la sensación de que en general creo que hacer X es una buena idea, pero que ahora mismo no me apetece o no tengo energía para hacerlo. El “couldn´t be bothered” no me acaba de encajar, no me parece que le dé valor ninguno a X (por pasotismo, indiferencia, o a saber qué), y además ya presupone que, sea lo que sea X, no lo voy a hacer.

Y esa es, en mi opinión, la gracia del “me da pereza”, o del “no me apetece”: que impone pero no impide, es una barrera que se puede superar. Nuestro cerebro muchas veces se quiere ir a lo fácil, a lo cómodo, a lo que nos ahorre más energía, y por muy buenas razones (véase instinto de conservación). Pero nosotros no tenemos por qué hacerle siempre caso, porque él no siempre sabe lo que más nos conviene…

Con esto no quiero decir que no escuchemos a nuestro cuerpo cuando de verdad necesite descansar, por supuesto que sí. Pero más allá de eso, viene bien que nos planteemos qué es de verdad lo que nos está frenando, y por qué. ¿Qué hay detrás de esa pereza? ¿Qué es lo que estamos intentando evitar en realidad? ¿Y qué recompensa nos podemos encontrar si aun así seguimos adelante? Así sabremos si merece la pena hacer ese esfuerzo inicial.

¿Fui al final a la fiesta? Sí. ¿Por qué? Porque sabía que una vez allí, me lo iba a pasar genial, y así fue. ¿Cuál fue mi estrategia? La misma que me ha funcionado ya tantas veces, ir directamente a prepararme sin pensarlo mucho, y sobre todo, ¡no sentarme en el sofá!

Y a ti, ¿qué te da pereza normalmente, y cómo te motivas para superarla?

Coleccionando citas

Esta semana se ha celebrado Acción de Gracias en Estados Unidos, y si os habéis paseado estos días por las redes sociales, seguramente habréis visto (entre anuncio y anuncio de ofertas del Black Friday) un montón de citas inspiradoras sobre el agradecimiento.

(Si os apetece leer un post sobre el agradecimiento, aquí tenéis uno de hace más o menos un año)

Wooden scrabble letters forming the phrase "Say thank you"

Mis lectores habituales habréis notado que me gusta poner citas de vez en cuando en el blog, pero no siempre, porque aunque me encaaaaaaaaaantan las citas (podríamos decir que las colecciono), me da la impresión de que a veces nos bombardean tanto con ellas que al final nos acabamos saturando, y dejan de llamarnos la atención. Por eso prefiero dosificarlas.

Hoy sí me gustaría poner aquí dos citas que vienen a decirnos prácticamente lo mismo, y no son las únicas ni mucho menos. Es un mensaje que se ha dicho mil veces de mil maneras diferentes, precisamente porque sigue siendo igual de cierto y de relevante hoy en día que en época de los antiguos filósofos griegos:

Sabio es el hombre que no se lamenta por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que sí tiene.

Epicteto

Agradece lo que tienes, y acabarás teniendo más. Si te concentras en lo que no tienes, nunca jamás tendrás suficiente.

Oprah Winfrey

Banda sonora

Si tu vida fuera una película, ¿cuál sería la banda sonora?

Vynil record playing in a record player

Hoy me he vuelto a acordar de una escena que vi hace muchos años en una película, y que me dio mucho que pensar en su día. La acción se desarrolla en una universidad, y la cámara va alternativamente tomando el lugar de los dos protagonistas, un chico y una chica, que van caminando por los pasillos, a punto de conocerse. Los dos llevan auriculares puestos con música completamente diferente: la chica está escuchando música clásica, y el chico, heavy metal o algo parecido. Llega el momento en que se encuentran, se miran, y cada uno percibe al otro desde su punto de vista, con su propia banda sonora de fondo.

Me parece una escena con un poder narrativo increíble. Sin necesidad de utilizar palabras, consigue transmitirnos perfectamente cómo de distinto es el mundo para los dos personajes, cómo de distintas son sus experiencias del mismo momento, por mucho que el entorno externo sea el mismo…

Creo que todos hemos experimentado momentos en que una canción o una música en concreto nos ha hecho ver la vida de otra manera: tal vez nos ha alegrado el día, nos ha dado un chute extra de energía o nos ha traído buenos recuerdos. Otras veces, a lo mejor hemos aprovechado una música más triste o melancólica para permitirnos experimentar un ratito esas emociones. Lo mejor de todo es que podemos elegir en cada momento nuestra “banda sonora”, y no me refiero solamente a la música que escuchamos (que también, y qué suerte tan inmensa tenemos de que exista Spotify).

Nuestra “banda sonora” también son esos pensamientos que repetimos constantemente en nuestra cabeza sin darnos cuenta, esas historias que nos contamos a nosotros mismos, y que según cómo sean, puede que nos ayuden o que nos perjudiquen, que nos den energía o que nos la quiten. Por supuesto, no podemos controlar del todo los pensamientos que aparecen por nuestra mente, al igual que no podemos controlar qué canción suena en la radio. Pero sí que podemos estar atentos y cambiar de emisora cuando haga falta, saltando a otra cosa que nos guste más y nos resulte más util. Y también viene muy bien de vez en cuando editar nuestras “playlists”, y así aprovechar para quitar canciones viejas que ya no resuenan con nosotros, y añadir canciones nuevas que nos apetezca probar.

¿Qué te parece la idea? ¿Cuál es ahora mismo la banda sonora de tu vida? ¿Y te apetece mantenerla, o quizá ya es hora de cambiar?

Frases intraducibles: walking down memory lane

Hoy os traigo otra expresión de esas “intraducibles” que me encanta en inglés, porque me parece una metáfora muy chula: walking down memory lane, que en español sería algo así como “darse un paseo por la calle de los recuerdos”.

Y eso es precisamente lo que he estado haciendo este fin de semana: acompañar a unas amigas en su paseo por la calle de los recuerdos, volviendo a visitar lugares que no habían pisado desde hacía muchos años. Ha resultado un paseo precioso, tanto en el sentido literal como en el figurado, e inevitablemente, hemos creado nuevos recuerdos (¡gracias chicas!)

Stack of old black and white photos

En español, lo más parecido al memory lane que se me ocurre es el baúl de los recuerdos, de la famosa canción de Karina:

Buscando en el baúl de los recuerdos
Cualquier tiempo pasado nos parece mejor.
Volver la vista atrás es bueno a veces,
Mirar hacia adelante es vivir sin temor.

También me parece una metáfora curiosa. Y también este fin de semana me he encontrado rebuscando en ese baúl, rescatando momentos especiales con una persona muy querida que desde ayer ya no está con nosotros, y de la que me hubiera gustado poder despedirme.

Estoy de acuerdo en que de vez en cuando viene bien mirar un poquito hacia atrás y recordar con cariño las cosas que fueron, ya que al fin y al cabo, como decía my abuela, “aquellos tiempos trajeron éstos”. Aunque eso sí, tengamos cuidado de no regodearnos demasiado, que no nos impida aprovechar el presente…

Disfruta de las cosas pequeñas de la vida, porque tal vez un día vuelvas la vista atrás y te des cuenta de que ésas eran las cosas grandes.

Robert Brault

Metáforas

Hoy escribo este post desde el aeropuerto de Dublín, a punto de cruzar el charco para pasar un par de días con mis compañeros de trabajo de Estados Unidos.

Cruzar el charco, curiosa expresión. Es una de las muchas metáforas que utilizamos cada día.

Close up of a red flower floating on the surface of a pond

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, una de las definiciones de metáfora es la “aplicación de una palabra o de una expresión a un objeto o a un concepto, al cual no denota literalmente, con el fin de sugerir una comparación (con otro objeto o concepto) y facilitar su comprensión”. Dicho así puede parecer un poco complicado, pero lo cierto es que nos pasamos el día utilizando metáforas, muchas veces sin darnos cuenta de que lo son, por ejemplo…

  • Me encontraba entre la espada y la pared
  • Salió pitando de allí
  • Me muero de hambre

Y tantas otras.

Las metáforas nos ayudan a explicar situaciones de la vida de una manera fácil de entender, y no sólo funcionan hacia afuera, cuando hablamos con los demás, sino también hacia adentro, en nuestro diálogo interno. A veces nos resulta más fácil conectar con una emoción cuando “le damos forma” a través de una metáfora, e incluso podemos hasta dibujarla, si eso ayuda 🙂

Y cuando nos enfrentamos a un problema o una situación difícil, el jugar con las metáforas nos puede ayudar mucho a cambiar la perspectiva y buscar alternativas. Por ejemplo, si una persona siente que cada vez que intenta hacer una cosa determinada se da de bruces contra una pared, puede que incluso visualice mentalmente esa pared cuando piense en eso que quiere intentar, y se quede bloqueada. Siguiendo con la metáfora, podríamos preguntar, ¿dónde está esa pared? ¿De qué está hecha? ¿Cómo es de alta? ¿Y qué hay detrás? ¿De qué manera podrías llegar hasta allí? Y tal vez así, explorando maneras de saltar o rodear la pared, o incluso de romperla, puede que la persona se de cuenta de cosas y encuentre soluciones que de otra manera no se le habrían ocurrido.

También es muy interesante plantearnos metáforas al reflexionar sobre algún aspecto de nuestra vida, o de nuestro trabajo. Esto es algo que se hace a menudo en las metodologías Agile, en las retrospectivas de equipo: “si nuestras dos últimas semanas hubieran sido una película, ¿qué película sería, y por qué?” Una vez que añadimos ese toque de creatividad y humor a la conversación, es soprendente todo lo que puede sair de ahí.

Así que esta semana te propongo dos cosas, si te apetece hacerlas: una es escuchar con especial atención para ver cuántas metáforas encuentras a tu alrededor, y la otra es encontrar tu propia metáfora: si hoy fueras un color, por ejemplo, ¿qué color serías?

Nihil volitum…

…Nisi praecognitum. Ésta es una de las pocas frases que conozco en latín, y más o menos viene a decir que no se puede desear lo que no se conoce.

Monkey with a mirror in their hands, looking at their reflection

Hoy me ha venido a la memoria junto con esta otra frase que leí en un libro de Laura Chica: Acéptate. Ámate. Supérate. En ese orden.

Muchas veces, en el mundo del desarrollo personal, queremos empezar por el final: nos empeñamos en intentar ser mejores, en superar nuestros defectos, y en “solucionar” las partes de nuestra vida que creemos que no funcionan bien. Intentamos cambiar nuestros “malos hábitos” a base de fuerza de voluntad, con el tremendo esfuerzo que ello supone, a menudo para conseguir resultados escasos y poco sostenibles. Es como como si estuviéramos nadando a contracorriente.

Es muy positivo querer cambiar, querer evolucionar, querer mejorar. Pero si lo hacemos desdel el juicio y la autocrítica, lo que conseguimos es machacarnos. Amarnos y aceptarnos tal y como somos es el paso previo necesario para cualquier cambio duradero y exitoso en nuestra vida.

Pero claro, eso es mucho más fácil de decir que de hacer, ¿cómo podemos conseguir aceptarnos y amarnos? La respuesta nos llega también de los sabios antiguos, esta vez en griego, a través de la famosa inscripción que adornaba la fachada del templo de Apolo en Delfos: γνωθι σεαυτόν. Conócete a ti mismo.

Tiene lógica, ¿verdad? ¿Cómo nos vamos a amar si ni siquiera nos conocemos? Cuanto mejor nos conozcamos, más nos comprenderemos, es así de simple. A medida que profundicemos en la aventura del autoconocimiento, nos iremos dando cuenta de lo que nos motiva y lo que nos asusta, de lo que en el fondo más deseamos, de por qué (y para qué) hacemos lo que hacemos, y nos será más fácil perdonarnos, aceptarnos, y finalmente amarnos. Y una vez que nos amamos, el cambio surge desde dentro hacia afuera, sin tener que forzarlo.

Así que, en lugar de empezar por el final como tantas otras veces, te invito a animarte a empezar por el principio, mirándote en el espejo y zarpando en tu viaje hacia adentro:

Conócete, acéptate, ámate, supérate. En ese orden.