Ya estamos en diciembre, y en los países donde se celebra la Navidad, el ambiente navideño ya lo invade todo: las calles iluminadas, las familias decorando sus casas, las tiendas llenas de gente comprando regalos, los villancicos y otras canciones típicas sonando por todas partes…

Para muchas personas es una época del año llena de ilusión y de alegría, aunque también acompañada de cierta dosis de estrés: igual tenemos que hacer preparativos para viajar, o nos toca recibir familiares o amigos en casa. A lo mejor nos estamos temiendo esa “sobredosis” de reuniones familiares y otros compromisos que suele haber en estos días, o quizá este año nos enfrentamos a alguna situación que nos impide celebrarlo como nos gustaría.
A lo mejor es la primera Navidad sin un ser querido, a quien vamos a tener muy presente.
O a lo mejor estamos pasando por una mala racha, del tipo que sea, y el malestar aumenta todavía más en estas fechas, cuando parece que todos tenemos que estar contentos casi por obligación (nuestro amigo Raúl lo llamaba algo así como “el simulacro universal de paz y amor”, creo que la expresión la sacó de un capítulo de Los Simpson).
Para muchas personas, por desgracia, ese malestar es todavía mucho más profundo… Puede haber sentimientos de tristeza y soledad que los demás desde fuera no podemos comprender.
En cualquier caso, me da la impresión de que gran parte del problema nos lo creamos nosotros mismos con nuestras propias expectativas, a todos los niveles: desde las que nos vende la sociedad a través de la publicidad y las películas, a las que nosotros tenemos sobre qué debemos hacer y cómo nos debemos sentir, pasando por las dinámicas familiares o de nuestros grupos sociales más cercanos. Año tras año nos “compramos” esas expectativas, y luego nos decepcionamos y nos frustramos cuando vemos que no se cumplen.
Así que este año os propongo algo diferente. Os propongo recuperar la ilusión por algo relacionado con la Navidad (si es que la celebráis, o al menos de las vacaciones de invierno, o el año nuevo). Puede ser alguna tradición en particular o cualquier otra cosa que se os ocurra que os haga ilusión, por pequeño que sea. Y una vez que llegue ese momento, os propongo soltar las expectativas y VIVIRLO, disfrutarlo, tal y como es y como está pasando, sin compararlo con lo que os hubiera gustado que fuera. Porque las cosas cambian, la vida cambia constantemente, y el único momento donde se puede disfrutar de verdad es en el presente.
Y a ti, ¿qué te hace ilusión de estas Navidades?