Justo a tiempo

Dicen los expertos que cuando uno se dedica a publicar contenidos en internet o en redes sociales, es importante planificar las publicaciones con una cadencia determinada, para que haya un ritmo previsible; eso parece ser que les gusta mucho a San Google.

Yo cuando me enteré de esto hace unos meses (¡gracias María!), me propuse para este blog el ritmo más sencillo y alcanzable que se me ocurrió: escribir un post a la semana. En principio no tenía en mente ningún día de la semana en concreto, pero para cuando me fui a dar cuenta, ya había surgido un patrón: acabar publicando el domingo, normalmente por la noche (o en la madrugada del lunes, que técnicamente ya es a la semana siguiente…)

Visto así, se podría decir que tengo tendencia a dejar las cosas para el último momento. Y en algunos casos, es cierto. Podría elegir centrarme en eso, y machacarme por dedicarme a procrastinar (que es una palabra que no me gusta nada, por cierto).

Pero también, visto de otra manera, resulta que semana tras semana estoy consiguiendo alcanzar el objetivo de publicar un post, porque por muy a última hora que sea, tanto si me apetece como si no, llegado el momento siempre me pongo a escribir, y no hay excusas que valgan, porque quiero seguir siendo fiel a mi compromiso semanal, conmigo misma y con mis lectores.

Seguramente, de no ser por este plazo autoimpuesto, se habrían quedado sin escribir como la mitad de los artículos que ahora podéis leer y disfrutar… Pero aquí están, gracias a haber encontrado una forma productiva de negociar con mi procrastinación 🙂

Por cierto, ¿Te has preguntado alguna vez por qué procrastinamos? Una teoría que he oído varias veces es la de que inconscientemente nos viene muy bien dejar las cosas para última hora porque así nos quitamos responsabilidad sobre el resultado: si sale mal, tenemos la excusa de que no ha habido tiempo suficiente para hacerlo bien. ¿Y si sale bien? Entonces genial, nos ponemos la medalla por haberlo conseguido en tiempo récord. De una manera o de otra, nuestro ego evita sufrir.

En cambio, cuando hacemos la tarea con tiempo, está mucho más claro que somos responsables de cómo salga, y eso nos provoca mucho miedo e inseguridad: ¿Y si me sale mal? ¿Y si no les gusta? ¿Y si me rechazan?

Quizá la clave esté en dejarnos de excusas de una vez por todas, aceptar que el resultado es y será siempre nuestra responsabilidad, y elegir la mejor manera de gestionar nuestro día a día según lo que queramos conseguir en la vida.

Porque, ¿qué pasaría si de verdad le dedicaras tiempo y esfuerzo a eso que dices que es importante pero que siempre se queda atrás?

Deja un comentario