Como mucha otra gente de mi edad tanto en España como en Irlanda, yo nací y me crié en un entorno católico, y durante muchos años fui a misa todos los domingos y fiestas de guardar.

Recuerdo que había varios pasajes del Nuevo Testamento que me llamaban especialmente la atención, y uno de ellos era el de Marta y María:
Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y preocupaada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la parte buena, que no le será arrebatada.
Creo que esta lectura me llamaba la atención porque no la acababa de entender, no me cuadraba. Porque a ver, si había cosas que hacer, pues había que hacerlas, ¿no? No se podía una quedar ahí haciendo el vago… Pero Jesús venía a decirles justamente lo contrario, lo cual me rompía completamente los esquemas.
No se me ocurría cuestionar ni que aquellas cosas “que había que hacer” realmente hubiera que hacerlas, ni que el simplemente estar, sin “hacer”, significara estar haciendo el vago.
Y es que ese contraste (o más bien conflicto) entre lo que representaban los personajes de Marta y María lo sufría yo también por dentro: estaba agobiada por todas mis tareas, que sentía como obligaciones, y cuando por lo que fuera le dedicaba tiempo a descansar o a alguna otra cosa menos “productiva”, luego me sentía mal. No estaba a gusto ni con una cosa, ni con la otra. ¿El resultado? Mucho sueño atrasado durante años, y mucha sensación de culpabilidad.
Ahora que ya han pasado el tiempo y me conozco mejor, sé que en realidad lo que pasa es que tengo dos modos distintos de funcionar:
- El “modo eficiente”, en el que tengo un montón de energía y soy súper productiva, ya sea en el trabajo, haciendo cosas por casa, saliendo a hacer recados, etc.
- Y el “modo tranquilo”, en el que voy a mi ritmo, y me tomo mi tiempo para recargar pilas, de la manera que sea según el momento.
La diferencia para mí la ha marcado el saber que no sólo ambos modos son válidos, sino que además son necesarios, y en realidad se complementan, todo es cuestión de mantener un equilibrio. Para poder gastar energía, primero hay que conseguirla. Y como vivimos en la cultura del “hacer”, hay que recalcar mucho la importancia del “ser”, pero si nos dedicamos solamente a ser y nunca a hacer, tampoco avanzamos… Lo ideal es que vayan los dos de la mano, y que jueguen a nuestro favor, no en nuestra contra.
Volviendo a la lectura sobre Marta y María: lo que viene a hacer Jesús es alabar a María por darle prioridad a lo más importante. Hagamos nosotros también eso: tengamos claro qué es para nosotros lo más importante en cada momento, y démosle prioridad, conscientemente, de la mejor manera posible y sin sentirnos culpables.