Mi hija Eva, de siete años, está aprendiendo a jugar a las damas. Bueno, creo que ya había jugado alguna vez hace tiempo, pero por alguna razón llevábamos mucho sin jugar, y se le habían olvidado las reglas.

Jugar con Eva me trajo muchos recuerdos de cuando yo de pequeña jugaba a las damas con mi hermana Cristina, que fue quien me me enseñó. ¡Y vaya palizas que me daba! No recuerdo haberle ganado nunca… En mi defensa diré que es seis años mayor que yo, y de pequeños, esa diferencia de edad se nota mucho. Ahora parece ella más joven que yo, pero eso ya es tema para otro post 🙂
El caso es que una de las cosas que más recuerdo era la cara de tonta que se me ponía cuando no lo veía venir, y de pronto ella me comía dos o tres piezas de un tirón. Creo que no era exactamente el perder lo que me hundía (perder a los juegos nunca me ha importado demasiado), sino la sensación de impotencia de no saber jugar bien, y de no poder hacer nada para remontar la partida.
Y claro, ahora la que siente esa impotencia, partida tras partida, es Eva. No sabe lo bien que la comprendo.
Todos hemos pasado por experiencias parecidas, cuando empezamos a aprender algo nuevo y se nos da fatal, o al menos eso creemos; en realidad es que todavía no sabemos hacerlo, es esa fase del aprendizaje que llamamos de incompetencia consciente. Es algo inevitable. Y puede ser muy, muy frustrante, sobre todo cuando hace mucho que no salimos de nuestra zona de confort, y estamos acostumbrados a que las cosas nos salgan bien. A nadie le gusta sentirse torpe e inútil, como un pez fuera del agua.
Pero se nos olvida que todo aprendizaje necesita su proceso, y eso lógicamente lleva su tiempo. Lo importante es seguir practicando, tener perseverancia, e ir aprovechando los “errores” para mejorar la técnica, la estrategia, o lo que sea que nos haga falta.
A mí los juegos de mesa siempre me han parecido un buen ensayo para la vida, una buena manera de aprender habilidades que luego podemos aplicar a cualquier otra cosa. Pensando en el ejemplo de esta semana con las damas, se me ocurren unas cuantas cosas:
- Gestionar emociones como la tristeza, el enfado y la frustración.
- Tener paciencia con uno mismo y con los demás.
- Centrarse en aprender y mejorar, más que en el hecho de ganar o perder.
- Permitirse ser imperfecto y cometer errores.
- Observar para darse más cuenta de lo que está pasando, y poder ver venir las jugadas del contrario.
Y a ti, ¿qué te han enseñado los juegos? ¿Hay alguno que te resultara especialmente frustrante?