Perspectiva

¿Te ha pasado alguna vez que, cuando estabas dándole vueltas a un problema o dificultad que se te hacía un mundo, de pronto apareció otra cosa que te cambió totalmente la perspectiva, y te diste cuenta de que no era para tanto?

A veces me acuerdo del principio de la guía del autoestopista galáctico, que es un libro de humor absurdo que leí hace muchos años (gracias Hernán por prestármelo) y del que ya no recuerdo mucho, salvo un par de detalles que me parecieron toques de genialidad y sabiduría friki 🙂

El caso es que el protagonista llega un día a a su casa para descubrir que están a punto de derribarla para construir una autopista. Supuestamente habían puesto un cartel de aviso unas semanas antes, pero él no lo había visto, y lógicamente, se pone muy nervioso; empieza a gritar a los obreros de la construcción y a intentar impedir por todos los medios que destruyan su casa… Pero resulta que todo eso acaba dando igual, porque luego se entera de que todo el planeta Tierra está a punto de ser destruido para construir una mega autoestopista intergaláctica (¡y también había un cartel de aviso que nadie había leído!).

¿Cuántas veces nos obsesionamos con alguna cosa concreta como si nos fuera la vida en ello, y no se nos ocurre dar un paso atrás para cambiar la mirada y ver la situación en su conjunto?

Close up of a glass ball on a wooden log, showing a rocky landscape that we can also see out of focus in the background

Otro buen ejemplo, y de la vida real, fue el principio de la pandemia: muchas de las preocupaciones que teníamos antes de marzo de 2020 de pronto desaparecieron, y nos dimos cuenta de que lo verdaderamente importante en ese momento era estar sanos y salvos, y todo lo demás ya eran lujos añadidos.

Y no digo que las preocupaciones de antes no fueran válidas, todo lo contrario: cada cosa que nos ocurre genera en nosotros ciertos pensamientos y emociones, acompañados a veces de síntomas físicos, que conviene procesar, dándoles su espacio y prestándoles atención, porque algo nos vienen a decir, nos vienen a traer un aviso, o quizá un aprendizaje.

Lo que digo es que la importancia de las cosas es relativa, y cuando no tenemos algo grande por lo que preocuparnos… A veces nuestra tendencia es a preocuparnos por algo pequeño como si fuera grande.

O a veces estamos tan metidos en la situación concreta que sea que nos cuesta verla con claridad, y como dice el dicho, “los árboles nos impiden ver el bosque”. Es entonces cuando mejor nos viene el buscar otra perspectiva, y hay muchas técnicas que nos pueden ayudar a conseguirlo, tanto en solitario como con ayuda de un amigo, o de un profesional.

Por ejemplo, cuando estemos atascados intentando tomar una decisión porque nos da miedo elegir mal, puede ser útil el recordarnos que, en esta vida, son realmente muy pocas las probabilidades de que una decisión nuestra provoque un daño irreversible e irreparable. La mayoría de las veces, tanto si sale “bien” como si sale “mal”, las consecuencias son perfectamente asumibles, así que podemos permitirnos decidir, actuar, y sobre todo aprender de los resultados.

Por cierto, lo de “bien” y “mal” lo pongo entre comillas porque como ya sabemos, todo es relativo… Salvo en la guía del autoestopista galáctico, donde consiguieron encontrar una respuesta concreta y definitiva a la Gran Pregunta de la Vida, el Universo y Todo lo demás 🙂

Frases intraducibles: getting out of your own way

Hoy toca hablar de otra de esas expresiones que me encantan en inglés y que creo que pierden la gracia al traducirlas al español.

Se trata de “getting out of your own way”, que básicamente quiere decir dejar de estorbarte a ti mismo, en el sentido de dejar de ser un obstáculo en tu propio camino. Yo cuando lo oigo, me imagino un camino delante de mí, con un pedrusco enorme en todo el medio, bloqueándolo… Y me doy cuenta de que muchas veces ese pedrusco lo pongo yo.

Vaaale, no siempre es un pedrusco tan grande, a veces son piedras más pequeñas… Pero el caso es que me pasa, me saboteo a mí misma, y es algo que nos sucede muy habitualmente a las personas.

Hoy mi hija Eva, que se está leyendo los libros de Harry Potter, ha mencionado a Dobby, el elfo doméstico. Si os acordáis, Dobby, cuando se daba cuenta de que había hecho algo que iba contra las normas, aunque fuera con la mejor intención, se decía “¡Dobby malo!” y se hacía daño a sí mismo, pegándose de cabezazos contra la pared y cosas así.

Pues bien, a mí me da la sensación de que las personas a veces hacemos algo parecido, por supuesto inconscientemente. Nuestra parte racional se marca un objetivo y quiere avanzar en esa dirección, pero se ve frenada (y a veces, saboteada) por otra parte más profunda de nosotros mismos, que de alguna manera cree que llegar hasta ese objetivo va a ir en contra de lo que debería ser.

Por eso, cuando vemos que nos cuesta avanzar hacia la meta, que damos un paso para adelante y dos para atrás, es hora de empezar a escarbar para ver qué se esconde por debajo de ese autosabotaje: puede que haya creencias, valores, o incluso aspectos de nuestra propia identidad que estén entrando en conflicto con eso que aparentemente queremos conseguir. Ahí es donde un proceso de coaching puede ayudar un montón, para sacar a la luz esas “fuerzas ocultas” que nos hacen interponernos a nuestro propio éxito.

¿Y tú? ¿De qué manera te pones piedras en tu propio camino? ¿Y qué te haría falta para poder retirarlas?

Incomodidad

Esta semana he pasado por algunos momentos en los que me he sentido un poco incómoda.

Nada grave, sólo un poco de incomodidad ante situaciones que se salían de mi día a día habitual. Han sido momentos un poco tensos (al menos dentro de mi cabeza), en los que no he sabido muy bien cómo actuar o qué decir para no meter la pata, y me he sentido torpe, incompetente, un poco como un pez fuera del agua.

Fuera de mi zona de confort.

Pero también, curiosamente, esta semana he oído una analogía que me ha venido genial para cambiar de perspectiva.

La incomodidad es algo que las personas por naturaleza tendemos a evitar, porque nos resulta desagradable, tanto si es una sensación de malestar físico como de cualquier otro tipo, como por ejemplo en ciertas situaciones sociales.

Pero por ejemplo, cuando hacemos deporte, lo que estamos haciendo precisamente es someter a nuestro cuerpo a cierto grado de incomodidad durante un periodo de tiempo, con el objetivo de que se fortalezca y se desarrolle. Y poco a poco, con constancia, el cuerpo se va acostumbrando a realizar ese ejercicio, pudiéndolo hacer cada vez con más facilidad y menos esfuerzo.

Está muy claro que si no nos movemos del sillón, nuestros músculos no se desarrollan. Pues de la misma manera, podríamos argumentar que nuestros “músculos” sociales, y nuestras habilidades en general, se desarrollan viviendo experiencias un poco incómodas, que son las que nos remueven, nos desafían y nos impulsan a aprender.

Porque, seamos realistas: cuando estamos completamente cómodos, es que no estamos aprendiendo nada…

Una zona de confort es un lugar precioso, pero donde nunca crece nada.

John Assaraf

Recuerdo que antes de venir a Irlanda yo no estaba nada acostumbrada al frío, y lo llevaba muy mal. Luego con los años me fui aclimatando, y a día de hoy no es que me guste pasar frío ni mucho menos, pero esa sensación que tanto me incomodaba hace años ahora ya no me afecta tanto, la encuentro mucho más llevadera. ¿Y por qué? Porque en algún momento decidí dejar de evitar sentir frío a toda costa, y me permití sentir un poco de frío y comprobar que no era el fin del mundo, que todavía podía seguir funcionando normalmente. Ahora considero que me he liberado de tener que mantenerme constantemente en la temperatura ideal.

Llevando el mismo razonamiento a las situaciones que os comentaba al principio, ahora por suerte sé que el sentirme incómoda durante unos minutos no es el fin del mundo. Todo lo contrario: es una oportunidad para estar atenta y observar (y observar-me), ejercitar “músculos” que a lo mejor no sabía ni que tenía, y confiar en que acabaré aprendiendo algo nuevo.

Y a ti, ¿qué es lo que te hace sentir incómod@? ¿Y qué te está queriendo enseñar esa incomodidad?

Haz lo que puedas

Ya llevamos una semanita de este año 2023; poco a poco vamos volviendo a la normalidad después de las fiestas… Y a lo mejor ya se nos va pasando ese entusiasmo con el que empezamos el año hace unos días.

Aquellos planes que tanta ilusión nos hacían, aquellos propósitos, puede que ahora se nos hagan un poco cuesta arriba. De hecho, en España existe una expresión que no sé si la hay en otros países: “la cuesta de enero”. Se refiere a las dificultades que a veces tenemos para afrontar este mes, a menudo económicas (por haber gastado mucho durante las Navidades), pero yo diría que también emocionales, al haber acabado ya la época de celebraciones y haber vuelto a la rutina, el frío y la monotonía del invierno.

Wooden steps ascending through a rocky field, under a grey cloudy sky

Por lo visto hay mucha gente que ahora en enero se pone a planear sus siguientes vacaciones, para tener algo con que ilusionarse, o como se dice en inglés, “something to look forward to”. Ayer pasé por delante de una agencia de viajes, ¡y había cola! Me quedé alucinada.

En fin, que esta época del año se nos puede hacer un poco durilla, especialmente si nos habíamos propuesto un objetivo o una meta que aún vemos muy lejos y no nos parece que estemos avanzando lo suficiente.

Yo soy la primera que estoy en esa situación: para este año me he propuesto unas cuantas cosas relacionadas con BinaryWords, y aquí ando, viendo como los días pasan mucho más rápido de lo que avanza mi proyecto… En mi opinión, como ya he dicho otras veces, la clave está en encontrar un ritmo sostenible, que en este caso para mí se traduce en un equilibrio entre tener paciencia conmigo misma y darme un poquito de caña. Descansar y cuidarme, por supuesto, y sacar ratos para hacer cosas que me gustan, pero también motivarme aunque no tenga ganas e irme poniendo tareas alcanzables cada día o cada semana, por que si no me es muy fácil quedarme en lo de siempre y no moverme.

A todo esto, con gran ilusión os comunico que por fin he puesto en marcha la lista de correo a través de Mailchimp. Os podéis suscribir aquí para recibir el post de la semana en vuestro correo electrónico, y estar al día de las novedades que vaya sacando. Si ya estáis suscritos no tenéis que hacer nada, yo os daré de alta en la lista nueva, y recibiréis los emails en un formato un poco más mono 🙂 Y si veis algún problema, por favor decídmelo para que lo arregle, que todavía estoy aprendiendo (y me falta investigar cómo hacer los emails bilingües sin tener que escribirlo todo dos veces…)

En fin, volviendo al tema, os animo a que tengáis paciencia con vuestras metas y objetivos para este año, especialmente en este mes de enero, y a que vayáis avanzando a un ritmo que os permita cuidaros por el camino pero que no os deje poneros excusas 😉

Y acabo con una de mis citas favoritas de todos los tiempos, que se puede aplicar a cualquier situación, incluida esta:

Haz lo que puedas, con lo que tienes, donde estás.

Theodore Roosevelt

Año nuevo… ¿Propósitos o metas?

Hoy estrenamos año, ¡Feliz 2023! 🙂

Es el típico día en que, después de hacer repaso del año que acaba de terminar (y por qué no, aprovechar para darle las gracias por todo lo que nos trajo y lo que aprendimos gracias a ello), nos planteamos qué queremos cambiar o conseguir a partir de ahora.

Scrabble letters forming the word "resolutions", and three blank post-it notes (pink, green and yellow)

Mucha gente se lo plantea en forma de propósitos de año nuevo: cosas como hacer más ejercicio, alimentarse mejor, ahorrar… El problema es que si lo dejamos así, como una frase genérica, es muy difícil llevarla a la práctica de manera efectiva y duradera. Muchas veces se acaba convirtiendo en lo que en inglés se llama “wishful thinking”, desear que pase algo, y esperar que se cumpla como por arte de magia.

Yo os propongo otras dos opciones: una es elegir un hábito nuevo que queráis establecer, y la otra, marcaros una meta u objetivo que conseguir.

De los hábitos espero poder hablaros mejor más adelante; tengo en mi lista de lectura para este año el libro Hábitos atómicos, de James Clear 🙂

De metas y objetivos sí que puedo hablaros un poco más, porque son parte esencial de un proceso de coaching. En coaching trabajamos con el acrónimo SMART para definir objetivos. “Smart” es una palabra en inglés que significa “listo”, y cada letra del acrónimo nos da una característica para asegurar que el objetivo esté bien formulado:

  • S de Specific – Específico: cuanto más específica sea la meta, mejor: ¿qué quieres conseguir exactamente?
  • M de Measurable – Medible: ¿cómo vas a saber que lo has conseguido? ¿Qué medida vas a utilizar?
  • A de Achievable – Conseguible: ¿es posible conseguir ese objetivo?
  • R de Realistic – Realista: ¿cómo de realista es para ti en este momento?
  • T de Time-bound – puesto en el Tiempo: ¿para cuándo quieres haberlo conseguido?

Existen algunas variaciones de este acrónimo, pero básicamente la idea es al misma: concretar lo más posible, “bajar a tierra” esas ideas tan generales y abstractas, para que no se quede todo en palabras bonitas que se lleva el viento.

Y ya que estamos, ¿por qué no hacer nuestra meta todavía más lista, añadiendo dos letras más y que sea SMARTER?

  • E de Ecological – Ecológico: aquí no me refiero al medio ambiente en general, sino a cómo afecta este objetivo a tu entorno en particular (tu familia, tu trabajo, tu tiempo libre…) ¿Qué o quién se va a ver afectado por tu decisión de perseguir este objetivo? ¿Les va a afectar positiva o negativamente?
  • R de Reward – Recompensa: ¿cuál va a ser tu recompensa al conseguir ese objetivo? ¿Para qué lo quieres conseguir? ¿Qué valor te va a aportar? ¿Cómo te vas a sentir?

Estas últimas dos letras me gustan mucho, porque son cosas en las que a menudo no nos paramos a pensar. El pensamiento ecológico nos recuerda que no somos seres aislados, sino que influimos los unos en los otros, y por supuesto también en nuestro entorno. Identificando de antemano cualquier posible impacto, sobre todo si es negativo, podemos hablar con esas personas y conseguir su apoyo, para poder hacer ajustes que nos faciliten el camino hacia la meta.

Y muchas veces nos empeñamos en conseguir una meta o un objetivo sin saber para qué lo queremos realmente. La pregunta aquí no es por qué – seguro que tenemos todo tipo de razones y justificaciones por las que tiene sentido conseguir lo que nos proponemos: volviendo a los ejemplos anteriores, sabemos que llevar una buena dieta y haer ejercicio regularmente son buenos para la salud, que es bueno tener ahorros por si surge un imprevisto, etc. etc. etc.. Ésa es la teoría, y la teoría nos la sabemos todos, pero eso no es suficiente.

La pregunta es para qué. ¿Qué te aporta a ti, concretamente, el conseguir eso? ¿Cuál va a ser tu recompensa? Tiene que ser algo personal, que tenga valor y sentido para ti, ya que ésa es la motivación que te va a ayudar a seguir en la brecha cuando se pase la novedad y aún te quede camino por recorrer. ¿Tal vez poder ponerte este verano ese vestido que tanto te gusta y con el que te ves tan guapa? ¿Quizá llegar a la jubilación con suficiente agilidad para poder jugar con tus nietos? ¿O a lo mejor tener suficiente ahorrado para poder irte por fin a visitar el Taj Mahal?

Sea lo que sea, lo bueno de los objetivos es que son mucho más tangibles que los propósitos, así que te animo a que, si de verdad quieres avanzar y conseguir resultados este año, utilices el acrónimo SMARTER para llegar hasta donde tú decidas. Y si no tienes muy claro cómo formular tu objetivo, o cómo ponerte en marcha para alcanzarlo, ¿por qué no contactar con un coach profesional que te acompañe?