¿Te gusta aprender cosas nuevas? ¿Y prefieres aprender tú por tu cuenta, o apuntarte a cursos donde te enseñen?
Yo no me considero una cursillista profesional, de esas personas que se apuntan a un curso tras otro en un ciclo infinito, pero sí que es verdad que me encanta aprender, y me encanta participar en cursos y talleres sobre distintos temas, sobre todo de desarrollo personal.

Por suerte, hay muchas empresas (entre ellas la mía) que invierten bastante en la formación de sus empleados, no sólo en lo relacionado directamente con su puesto de trabajo, sino también de forma más holística, en temas como la inteligencia emocional, la salud mental o la educación financiera, por poner algunos ejemplos.
Además, una de las cosas buenas que nos trajo la pandemia fue el que se abrieran posibiliidades de formación online que hace unos años simplemente no existían, o sólo existían en formato presencial. Gracias a esta transformación, la cantidad y variedad de cosas interesantes que podemos elegir aprender, tanto formal como informalmente, ha crecido de manera exponencial. Y poco a poco la opción presencial va volviendo a estar disponible, como en el seminario al que he asistido yo este fin de semana en Dublín (que por cierto, ha estado genial, ¡gracias Owen!).
Pero ahora bien, ¿cuánto provecho le estamos sacando en realidad a todos esos cursos a los que nos apuntamos? ¿A todos esos webinars, esas masterclasses, esos talleres? ¿Cuánto de lo que aprendemos estamos poniendo en práctica, y cuánto acaba cayendo en el olvido? Porque el conocer la teoría X, la técnica Y o la filosofía espiritual Z está muy bien, pero si no las aplicamos a nuestra vida, si no las bajamos a tierra y las practicamos, no vamos a notar ninguna diferencia, más allá de de haber pasado un buen rato (y seguramente de haber gastado cierta cantidad de tiempo y dinero).
Con esto no estoy diciendo que no nos enfoquemos en aprender cosas nuevas, estoy diciendo que las aprendamos de verdad, integrándolas, haciéndolas parte de nuestra vida. Y sabiendo que a veces, a lo largo del camino nos tocará reaprender cosas que ya se nos habían olvidado, o nos encontraremos con otras que creíamos verdades absolutas y luego resultaron no serlo, con lo que nos tocará desaprenderlas para luego aprender de nuevo. Es un proceso infinito, no se acaba nunca, pero puede resultar tremendamente enriquecedor.
Así que os animo a que, cada vez que participéis en un curso, taller, masterclass o lo que sea, busquéis al menos una acción concreta con la que practicar e integrar lo que habéis aprendido, os comprometáis a realizarla, y disfrutéis de los resultados.
Y de momento para reflexionar, aquí van tres preguntas:
- ¿Qué es lo más útil/valioso/importante que has aprendido últimamente?
- ¿Qué se te había olvidado ya, y has tenido que reaprender?
- ¿Qué ha resultado no ser verdad, y has tenido que desaprender?