Gustar… O no gustar

Esta semana se han cumplido dos añitos desde que empezó la nueva andadura de BinaryWords 🙂

Si me preguntaran por qué escribo este blog, me llevaría un rato pensar la respuesta. Hay muchas razones, y una de ellas es que me encanta escribir: es un proceso creativo que me aporta muchísimo, me ayuda a expresarme y me hace sentirme realizada. Me ayuda a reflexionar sobre lo que voy aprendiendo y lo que me voy encontrando por la vida. En ese sentido, podríamos decir que escribo para mí.

Pero claro, lógicamente, también escribo para los demás, para vosotros, mis queridos lectores. Si no quisiera que me leyérais, no escribiría en un blog, escribiría en mi diario privado. Pero en lugar de eso, cada semana comparto aquí mis pensamientos, experiencias y conocimientos, con la esperanza de que os sean útiles, de que os inspiren, de que os hagan reflexionar.

De que os gusten.

Close up of a hand showing thumbs up. In the backgound we can see the arm and torso of a man in a suit and tie

¿Hasta qué punto nos importa si lo que publicamos gusta o no? Y dado que lo que publicamos en internet, redes sociales, etc. no deja de ser una extensión de nosotros mismos… ¿Hasta qué punto nos importa gustar o no?

¿Y qué estamos dispuestos a hacer, con tal de seguir gustando?

Este es un planteamiento muy interesante que me ha surgido esta semana. Y no es nada nuevo, ni mucho menos: precisamente surgió en una conversación sobre estoicismo, que es una corriente filosófica que se originó en Grecia y Roma unos trescientos años antes de Cristo.

Muchas veces nos pasamos el día haciendo cosas para agradar a los demás, para gustarles, para cumplir sus expectativas; en definitiva, para lograr la aceptación del grupo. Y evolutivamente, esto tiene su porqué: en las sociedades prehistóricas, quedarse sin la protección del clan podía ser el equivalente a una sentencia de muerte, por lo que los humanos desarrollamos estrategias para adaptarnos y conseguir la aprobación de nuestros congéneres.

Pero hoy en día, cuando muchos de nosotros tenemos la suerte de no tener que preocuparnos por sobrevivir, ya no es necesario renunciar a nuestros principios para poder formar parte de la manada. Una vez que nos hacemos adultos, podemos asumir la responsabiliidad de tomar nuestras propias decisiones, y hacer lo que creamos correcto en cada momento, aunque eso nos gane la desaprobación de ciertas personas.

No digo que sea fácil, sobre todo cuando los que no aprueban nuestro comportamiento son personas cercanas: pareja, familia, amigos… Puede ser que incluso sintamos cierta culpa al hacer lo que creemos correcto sabiendo que no es lo que ellos quieren; es normal sentir ese malestar, de hecho se llama culpa de crecimiento, y es el precio que pagamos por tomar nuestras propias decisiones. Aunque no podamos evitar completamente esa sensación, sí que podemos aprender a irnos sitiendo cada vez más cómodos con ella.

Podemos aprender a liberarnos de las opiniones de los demás desarrollando nuestra propia autoconfianza, y así adquirir el superpoder de no querer caer bien, de no querer gustar.

Porque, hasta que no te sientas cómodo con la desaprobación de los demás, no serás realmente un individuo libre.

A mí me queda mucho que trabajar en este aspecto… ¿Y tú, cómo lo llevas?

Deja un comentario