Seguir en la brecha

¿Alguna vez te ha pasado que te has propuesto alcanzar una meta, o establecer un hábito, y has empezado con mucho entusiasmo pero luego con el tiempo te has ido desinflando? Es completamente normal: la motivación inicial nos da ese chute de energía para ponernos en marcha, pero una vez que se pasa ese primer momento, ¿cómo mantenemos el ritmo?

Pues con disciplina.

Lo que pasa es que la palabra disciplina a lo mejor nos echa un poco para atrás, por asociarla con ideas de dureza, rigidez, o incluso con cierto nivel de sufrimiento (sin dolor no hay recompensa, etc.). Pero no tiene por qué ser así: no es necesario forzarnos en exceso, ni machacarnos, ni sufrir. Lo único que nos hace falta es hacerle menos caso a nuestro cerebro.

Me explico: imagínate que en un momento de euforia y buenos propósitos te has apuntado al gimnasio de tu barrio, y te propones ir a entrenar tres días a la semana. Empiezas bien, y la primera semana vas los tres días, pero a la segunda semana, un día llegas muy cansado del trabajo y decides no ir, otro dïa te da la pereza porque está lloviendo y tampoco vas, y para cuando te quieres dar cuenta, ya has perdido la costumbre y cada vez te cuesta más motivarte e ir a entrenar.

¿Qué es lo que está pasando? Que todavía no tienes el nuevo hábito bien establecido, por lo que tu cerebro necesita energía extra para poner en marcha ese comportamiento. Y como el objetivo de tu cerebro es conseguir mantenerte vivo (IMPORTANTE: a tu cerebro no le importa que seas feliz, sólo que sobrevivas), y para eso le viene muy bien ahorrar energía, pues se pone a racionalizar y a darte motivos para quedarte en casita.

Nuestro cerebro no entiende de objetivos a largo plazo, sólo le interesa mantenernos con vida en el aquí y ahora, por eso muchas veces lo que instintivamente queremos no es necesariamente lo mejor para nuestra salud y bienestar a largo plazo. Otro ejemplo típico es el de la alimentación: el cerebro busca azúcar, sal y grasa para garantizar las reservas energéticas, pero nosotros sabemos que, una vez minimizado el riesgo de morirnos de hambre, lo que mejor nos viene es una alimentación más variada y más sana.

Por eso digo lo de hacerle un poco menos de caso a nuestro cerebro, y utilizar un poco más la disciplina, que no es otra cosa que la voluntad de seguir adelante con la tarea a pesar de que no nos apetezca en ese momento. Como decía Woody Allen, el 80% del éxito consiste en estar ahí, en el sentido de presentarte para hacer el trabajo (en inglés, 80% of success is showing up). ¿Por qué? Porque a todos nos cuesta mantener la constancia, incluidos los artistas y los deportistas de élite, pero con la constancia es como se consigue el éxito.

¿Y cómo podemos ser disciplinados y constantes sin necesidad de recurrir a la fuerza de voluntad pura y dura? Aquí hay unos cuantos trucos que nos pueden ayudar:

  • Ponernos fácil el realizar la tarea: por ejemplo, si quieres salir a correr por las mañanas, dejar la ropa ya preparada la noche anterior junto a la cama, para que te dé menos pereza vestirte y salir. Si quieres comer más fruta y menos dulces, tneer fruta fresca a mano en casa, incluso ya cortada y preparada.
  • Ponérnos difícil el no realizarla: añadir consecuencias que te hagan sentir un poco mal si no lo cumples, como quedar con otra pesona para salir a correr (si no sales tú, la dejas colgada a ella), o incluso comprometerte públicamente, y que te dé vergüenza admitir que no lo has hecho. O bien, añadir obstáculos al comportamiento que quieres eliminar: por ejemplo no tener dulces en casa, y que así para comerlos haya que ir a comprarlos primero.
  • Proponernos hacer el mínimo posible: si no te apetece salir a correr, propónte correr sólo durante cinco minutos; si quieres comer más sano, propónte cambiar sólo el bollo del desayuno por una pieza de fruta. Gran parte del esfuerzo está en dar ese primer paso para arrancar, y a partir de ahí es todo mucho más fácil, así que piensa en cuál es el paso más pequeño que puedes dar en la dirección que quieres, y como mínimo, da ese paso. Lo más seguro es que luego acabes haciendo bastante más (y si no, tampooco pasa nada, date permiso para hacers sólo el mínimo).

Y luego está mi truco favorito, el que uso yo todas las semanas para escribir en este blog: no darnos otra opción. Da igual que me apetezca o que no, que esté en casa o viajando por ahí, que sean las cinco de la tarde o las doce de la noche. Los domingos me toca escribir post, y escribo post. No es negociable. No me permito discutirlo conmigo misma, porque si me lo permitiera, casi siempre acabaría teniendo razones (léase excusas) para no sentarme a escribir.

Visto así, la propia existencia de este artiículo demuestra que estas estrategias funcionan 🙂

¿Y tú? ¿Qué trucos utilizas para mantener la constancia y avanzar hacia tus metas?

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