Este fin de semana me ha invitado una antigua compañera (¡gracias Eli!) a participar en un directo de Facebook sobre la importancia del autoconocimiento. Aquí tenéis el contenido que preparé para la sesión, espero que os resulte interesante; algunas cosas ya me las habréis oído decir en otras ocasiones.

Hoy quiero hablaros de la importancia del autoconocimiento, para la vida en general y para un proceso de coaching en particular. ¿Por qué? Porque el autoconocimiento nos ayuda a encontrar mejores soluciones a nuestros problemas.
¿Has tenido alguna vez un problema (con la familia, la pareja, los amigos, el trabajo…) y no has sabido inicialmente cómo solucionarlo? A lo mejor te han entrado ganas de quejarte y echarle la culpa a los demás, pero, ¿eso ha solucionado el problema? Probablemente no.
Quizá hayas recurrido a pedir consejo, a preguntarle a otros lo que deberías hacer. ¿Y eso ha solucionado el problema? Puede que sí, puede que no. Porque la solución que le funciona a otra persona no necesariamente le funciona a otra, y aunque te den un consejo con las mejores intenciones, puede que no sea lo más adecuado para tu situación.
Hoy vamos a ver una propuesta alternativa, una estrategia diferente frente a nuestros problemas, para facilitar que la solución surja desde dentro, en vez de venir desde fuera. Y esa propuesta es el autoconocimiento.
Conócete a ti mismo. Esta famosa frase estaba inscrita a la entrada del templo de Apolo en Delfos, en la antigua Grecia. Antes de plantear cualquier consulta a los dioses, se invitaba al viajero a investigar su propia esencia, a comprenderse a sí mismo como punto de partida para comprender mejor el mundo, y así poder tomar decisiones más acertadas.
Hoy en día tenemos versiones modernas del oráculo de los dioses: tenemos terapeutas, coaches, libros de autoayuda, y todo tipo de fuentes de información. La ventaja de un proceso de coaching frente a un libro de autoayuda es que el proceso de coaching es mucho más personalizado: se centra en la persona y en su objetivo concreto, que puede ser resolver un problema, superar un reto o alcanzar una meta determinada. En definitiva, hacer un cambio en su vida.
Pero hacer cambios que realmente nos funcionen y sean duraderos no siempre es fácil, de hecho nos cuesta bastante. ¿Por qué? Porque las personas somos como un iceberg.
Lo que vemos de una persona es sólo una mínima parte, menos del 10%. Vemos el entorno en el que se mueve, y vemos su comportamiento ante determinadas situaciones, pero no tenemos ni idea de las razones que hay detrás, de sus motivaciones, sus miedos, y tantas otras cosas que conforman su realidad.
Y lo mismo es cierto de nosotros mismos, aunque nos cueste creerlo: gran parte del tiempo funcionamos en piloto automático, tomando decisiones inconscientes, y si queremos que las cosas cambien, tenemos que profundizar en ese iceberg y hacer conscientes esas partes de nosotros que no conocemos realmente. De eso es de lo que trata el autoconocimiento.
Este iceberg metafórico lo describió Robert Dilts a través de lo que el llamó niveles neurológicos. Los dos primeros niveles (entorno y comportamiento) son conscientes, y todos los demás son inconscientes a no ser que los trabajemos. Podemos empezar a explorarnos desde el comportamiento, que entra dentro de lo consciente; y poco a poco ir buceando para descubrir cada nivel:
- Comportamiento: ¿Cómo reacciono ante determinadas situaciones? ¿Qué me hace saltar? ¿Qué patrones encuentro?
- Capacidades: ¿Qué se me da bien, y qué no? ¿Qué habilidades tengo que trabajar?
- Creencias: ¿Qué historias me estoy contando sobre mí mismo y sobre el mundo? Y esas historias, ¿me ayudan o me perjudican?
- Valores: ¿Qué es lo que considero más importante en mi vida? ¿Estoy honrando esos valores en mi día a día?
- Identidad: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿En quién me quiero convertir?
- Transpersonal: ¿Qué sentido quiero dar a mi vida? ¿Qué legado quiero dejar?
A medida que vamos profundizando en los niveles del iceberg, nos vamos comprendiendo mucho mejor, y vamos encontrando explicaciones a lo que nos pasa. Y cuanto más profundo sea el nivel al que iniciamos un cambio en nuestra vida, más efectivo, estable y duradero será, y más sencillo nos resultará.
Por ejemplo: si yo trato de dejar de fumar a base de fuerza de voluntad, me va a costar mucho, y si todavía me veo como fumador, en cualquier momento puedo recaer. En cambio, si consigo verme como no fumador, como una persona libre de tabaco, esa nueva identidad me lo va a poner mucho más fácil, ya no tengo que luchar conmigo mismo para sostener ese cambio.
Estupendo, hasta aquí todo muy bien (espero), ya nos sabemos la teoría 🙂 Pero en la práctica, ¿por dónde empezamos? ¿Cómo hacemos para conocernos mejor?
La clave está en la auto-observación, estar atentos para darnos cuenta de lo que pasa cuando funcionamos en piloto automático: qué pensamientos nos suelen venir a la cabeza, en qué situaciones nos encontramos a gusto y en cuáles no, cómo reaccionamos cuando nos pasan ciertas cosas, etc.
A partir de ahí, aparcamos el juicio, y con curiosidad, vamos tirando del hilo para averiguar qué hay detrás: ¿Qué me está motivando para actuar así? ¿Qué miedo o necesidad estoy sintiendo? ¿Me ha pasado otras veces algo parecido?
Así vamos descubriendo patrones que nos muestran cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, y nos dan mucha información sobre nuestra forma de entender la vida y las estrategias que utilizamos (con o sin éxito) para resolver problemas.
También podemos utilizar ciertas herramientas que nos ayuden a identificar patrones propios de nuestra personalidad. Pero no para etiquetarnos y justificarlo todo con esa etiqueta, sino porque esa información nos va a dar más libertad, nos va a permitir adaptarnos a nuestra propia naturaleza en lugar de luchar contra ella.
Quiero que quede muy claro que cada persona es un mundo, y hay muchísimos factores que influyen en la personalidad. Las herramientas de autoconocimiento son sólo eso, herramientas, aproximaciones, no una clasificación rígida ni la verdad absoluta. Son pinceladas de conocimiento que nos pueden ayudar a comprendernos mejor, si las utilizamos adecuadamente.
Os menciono aquí mis herramientas favoritas, son todas fascinantes, ya iremos hablando de ellas con más detenimiento:
- Desde la PNL, además de los niveles neurológicos de Robert Dilts, nos llegan los sistemas representacionales, que son las tendencias que tenemos a apoyarnos en unos sentidos más que en otros a la hora de relacionarnos con el mundo (visual, kinestésico, auditivo y digital).
- La morfopsicología estudia la relación entre los rasgos faciales y la personalidad, concretamente en cuanto al temperamento (nuestras capacidades innatas). El rostro es la única parte del cuerpo humano que está conectada directamente con el cerebro, y por eso la configuración de nuestra cara refleja en cierto modo el funcionamiento de nuestra mente.
- El eneagrama es un estudio de la personalidad desde el punto de vista cognitivo: explica nueve maneras de entender la vida (los llamados eneatipos, que se representan con números del 1 al 9), el deseo básico en el que se centra cada eneatipo, y el conjunto de estrategias que desarrolla cada eneatipo para conseguir satisfacer su deseo básico.
- La teoría de los instintos complementa al eneagrama. Nos habla de cómo los instintos naturales que hemos heredado de los animales se pueden agrupar en tres categorías, y de que cada uno de nosotros le damos más importancia a uno de esos tres sesgos instintivos (conservación, social y sexual/transmisor).
En resumen: el autoconocimiento es un viaje hacia nuestro interior que nos permite descubrir cómo funcionamos realmente y cómo interactuamos con el mundo, para así poder encontrar soluciones que de verdad se adapten a nosotros y nos funcionen.
A través de la observación, la curiosidad y el uso de herramientas, vamos descubriendo patrones que explican por qué nos pasa lo que nos pasa. Y cuanto mejor nos conocemos, más nos comprendemos, y menos nos juzgamos. Ya no nos machacamos por volver a tropezar con la misma piedra, porque entendemos cómo nos ocurre, y podemos adquirir herramientas para gestionarlo.
Cada persona es un mundo, y el autoconocimiento nos ayuda a muchos niveles, desde los problemas concretos del día a día hasta el llevar una vida más libre y más feliz, más acorde con nuestra naturaleza, y con mucho menos sufrimiento.
¿Y ahora qué? Ahora, la decisión es tuya: ¿quieres seguir buscando soluciones genéricas a tus problemas, echándoles la culpa a los demás cuando no funcionen, o quieres encontrar lo que realmente va contigo?
Aviso: el camino del autoconocimiento no siempre es fácil, hay que ser valiente para atreverse a mirar hacia adentro. Algunas de las cosas que te vas a ir encontrando van a doler un poquito, van a escocer, y además ¡ya no vas a poder recurrir a las excusas! Incluso en algunos momentos puede que sientas que tu mundo se tambalea un poco: esa es la señal de que estás creciendo y evolucionando, se están recolocando las capas más profundas de tu iceberg.
Lo que sí te puedo asegurar es que es un viaje interesantísimo, y que dura toda la vida, no se acaba nunca. Es como un videojuego: cada vez que aprendes algo nuevo y superas una pantalla, la vida te pone por delante el siguiente nivel, para que sigas ganando puntos en sabiduría y en libertad 🙂
Y hasta aquí el artículo de hoy, gracias por llegar hasta el final. ¿Te ha picado la curiosidad? ¿Te animas a emprender este viaje fascinante hacia las profundidades de tu iceberg?