El valor del autoconocimiento

Este fin de semana me ha invitado una antigua compañera (¡gracias Eli!) a participar en un directo de Facebook sobre la importancia del autoconocimiento. Aquí tenéis el contenido que preparé para la sesión, espero que os resulte interesante; algunas cosas ya me las habréis oído decir en otras ocasiones.

Surface view of an iceberg and its reflection on the water, against a blue sky

Hoy quiero hablaros de la importancia del autoconocimiento, para la vida en general y para un proceso de coaching en particular. ¿Por qué? Porque el autoconocimiento nos ayuda a encontrar mejores soluciones a nuestros problemas.

¿Has tenido alguna vez un problema (con la familia, la pareja, los amigos, el trabajo…) y no has sabido inicialmente cómo solucionarlo? A lo mejor te han entrado ganas de quejarte y echarle la culpa a los demás, pero, ¿eso ha solucionado el problema? Probablemente no.

Quizá hayas recurrido a pedir consejo, a preguntarle a otros lo que deberías hacer. ¿Y eso ha solucionado el problema? Puede que sí, puede que no. Porque la solución que le funciona a otra persona no necesariamente le funciona a otra, y aunque te den un consejo con las mejores intenciones, puede que no sea lo más adecuado para tu situación.

Hoy vamos a ver una propuesta alternativa, una estrategia diferente frente a nuestros problemas, para facilitar que la solución surja desde dentro, en vez de venir desde fuera. Y esa propuesta es el autoconocimiento.

Conócete a ti mismo. Esta famosa frase estaba inscrita a la entrada del templo de Apolo en Delfos, en la antigua Grecia. Antes de plantear cualquier consulta a los dioses, se invitaba al viajero a investigar su propia esencia, a comprenderse a sí mismo como punto de partida para comprender mejor el mundo, y así poder tomar decisiones más acertadas.

Hoy en día tenemos versiones modernas del oráculo de los dioses: tenemos terapeutas, coaches, libros de autoayuda, y todo tipo de fuentes de información. La ventaja de un proceso de coaching frente a un libro de autoayuda es que el proceso de coaching es mucho más personalizado: se centra en la persona y en su objetivo concreto, que puede ser resolver un problema, superar un reto o alcanzar una meta determinada. En definitiva, hacer un cambio en su vida.

Pero hacer cambios que realmente nos funcionen y sean duraderos no siempre es fácil, de hecho nos cuesta bastante. ¿Por qué? Porque las personas somos como un iceberg.

Lo que vemos de una persona es sólo una mínima parte, menos del 10%. Vemos el entorno en el que se mueve, y vemos su comportamiento ante determinadas situaciones, pero no tenemos ni idea de las razones que hay detrás, de sus motivaciones, sus miedos, y tantas otras cosas que conforman su realidad.

Y lo mismo es cierto de nosotros mismos, aunque nos cueste creerlo: gran parte del tiempo funcionamos en piloto automático, tomando decisiones inconscientes, y si queremos que las cosas cambien, tenemos que profundizar en ese iceberg y hacer conscientes esas partes de nosotros que no conocemos realmente. De eso es de lo que trata el autoconocimiento.

Este iceberg metafórico lo describió Robert Dilts a través de lo que el llamó niveles neurológicos. Los dos primeros niveles (entorno y comportamiento) son conscientes, y todos los demás son inconscientes a no ser que los trabajemos. Podemos empezar a explorarnos desde el comportamiento, que entra dentro de lo consciente; y poco a poco ir buceando para descubrir cada nivel:

  • Comportamiento: ¿Cómo reacciono ante determinadas situaciones? ¿Qué me hace saltar? ¿Qué patrones encuentro?
  • Capacidades: ¿Qué se me da bien, y qué no? ¿Qué habilidades tengo que trabajar?
  • Creencias: ¿Qué historias me estoy contando sobre mí mismo y sobre el mundo? Y esas historias, ¿me ayudan o me perjudican?
  • Valores: ¿Qué es lo que considero más importante en mi vida? ¿Estoy honrando esos valores en mi día a día?
  • Identidad: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿En quién me quiero convertir?
  • Transpersonal: ¿Qué sentido quiero dar a mi vida? ¿Qué legado quiero dejar?

A medida que vamos profundizando en los niveles del iceberg, nos vamos comprendiendo mucho mejor, y vamos encontrando explicaciones a lo que nos pasa. Y cuanto más profundo sea el nivel al que iniciamos un cambio en nuestra vida, más efectivo, estable y duradero será, y más sencillo nos resultará.

Por ejemplo: si yo trato de dejar de fumar a base de fuerza de voluntad, me va a costar mucho, y si todavía me veo como fumador, en cualquier momento puedo recaer. En cambio, si consigo verme como no fumador, como una persona libre de tabaco, esa nueva identidad me lo va a poner mucho más fácil, ya no tengo que luchar conmigo mismo para sostener ese cambio.

Estupendo, hasta aquí todo muy bien (espero), ya nos sabemos la teoría 🙂 Pero en la práctica, ¿por dónde empezamos? ¿Cómo hacemos para conocernos mejor?

La clave está en la auto-observación, estar atentos para darnos cuenta de lo que pasa cuando funcionamos en piloto automático: qué pensamientos nos suelen venir a la cabeza, en qué situaciones nos encontramos a gusto y en cuáles no, cómo reaccionamos cuando nos pasan ciertas cosas, etc.

A partir de ahí, aparcamos el juicio, y con curiosidad, vamos tirando del hilo para averiguar qué hay detrás: ¿Qué me está motivando para actuar así? ¿Qué miedo o necesidad estoy sintiendo? ¿Me ha pasado otras veces algo parecido?

Así vamos descubriendo patrones que nos muestran cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, y nos dan mucha información sobre nuestra forma de entender la vida y las estrategias que utilizamos (con o sin éxito) para resolver problemas.

También podemos utilizar ciertas herramientas que nos ayuden a identificar patrones propios de nuestra personalidad. Pero no para etiquetarnos y justificarlo todo con esa etiqueta, sino porque esa información nos va a dar más libertad, nos va a permitir adaptarnos a nuestra propia naturaleza en lugar de luchar contra ella.

Quiero que quede muy claro que cada persona es un mundo, y hay muchísimos factores que influyen en la personalidad. Las herramientas de autoconocimiento son sólo eso, herramientas, aproximaciones, no una clasificación rígida ni la verdad absoluta. Son pinceladas de conocimiento que nos pueden ayudar a comprendernos mejor, si las utilizamos adecuadamente.

Os menciono aquí mis herramientas favoritas, son todas fascinantes, ya iremos hablando de ellas con más detenimiento:

  • Desde la PNL, además de los niveles neurológicos de Robert Dilts, nos llegan los sistemas representacionales, que son las tendencias que tenemos a apoyarnos en unos sentidos más que en otros a la hora de relacionarnos con el mundo (visual, kinestésico, auditivo y digital).
  • La morfopsicología estudia la relación entre los rasgos faciales y la personalidad, concretamente en cuanto al temperamento (nuestras capacidades innatas). El rostro es la única parte del cuerpo humano que está conectada directamente con el cerebro, y por eso la configuración de nuestra cara refleja en cierto modo el funcionamiento de nuestra mente.
  • El eneagrama es un estudio de la personalidad desde el punto de vista cognitivo: explica nueve maneras de entender la vida (los llamados eneatipos, que se representan con números del 1 al 9), el deseo básico en el que se centra cada eneatipo, y el conjunto de estrategias que desarrolla cada eneatipo para conseguir satisfacer su deseo básico.
  • La teoría de los instintos complementa al eneagrama. Nos habla de cómo los instintos naturales que hemos heredado de los animales se pueden agrupar en tres categorías, y de que cada uno de nosotros le damos más importancia a uno de esos tres sesgos instintivos (conservación, social y sexual/transmisor).

En resumen: el autoconocimiento es un viaje hacia nuestro interior que nos permite descubrir cómo funcionamos realmente y cómo interactuamos con el mundo, para así poder encontrar soluciones que de verdad se adapten a nosotros y nos funcionen.

A través de la observación, la curiosidad y el uso de herramientas, vamos descubriendo patrones que explican por qué nos pasa lo que nos pasa. Y cuanto mejor nos conocemos, más nos comprendemos, y menos nos juzgamos. Ya no nos machacamos por volver a tropezar con la misma piedra, porque entendemos cómo nos ocurre, y podemos adquirir herramientas para gestionarlo.

Cada persona es un mundo, y el autoconocimiento nos ayuda a muchos niveles, desde los problemas concretos del día a día hasta el llevar una vida más libre y más feliz, más acorde con nuestra naturaleza, y con mucho menos sufrimiento.

¿Y ahora qué? Ahora, la decisión es tuya: ¿quieres seguir buscando soluciones genéricas a tus problemas, echándoles la culpa a los demás cuando no funcionen, o quieres encontrar lo que realmente va contigo?

Aviso: el camino del autoconocimiento no siempre es fácil, hay que ser valiente para atreverse a mirar hacia adentro. Algunas de las cosas que te vas a ir encontrando van a doler un poquito, van a escocer, y además ¡ya no vas a poder recurrir a las excusas! Incluso en algunos momentos puede que sientas que tu mundo se tambalea un poco: esa es la señal de que estás creciendo y evolucionando, se están recolocando las capas más profundas de tu iceberg.

Lo que sí te puedo asegurar es que es un viaje interesantísimo, y que dura toda la vida, no se acaba nunca. Es como un videojuego: cada vez que aprendes algo nuevo y superas una pantalla, la vida te pone por delante el siguiente nivel, para que sigas ganando puntos en sabiduría y en libertad 🙂

Y hasta aquí el artículo de hoy, gracias por llegar hasta el final. ¿Te ha picado la curiosidad? ¿Te animas a emprender este viaje fascinante hacia las profundidades de tu iceberg?

Seguir en la brecha

¿Alguna vez te ha pasado que te has propuesto alcanzar una meta, o establecer un hábito, y has empezado con mucho entusiasmo pero luego con el tiempo te has ido desinflando? Es completamente normal: la motivación inicial nos da ese chute de energía para ponernos en marcha, pero una vez que se pasa ese primer momento, ¿cómo mantenemos el ritmo?

Pues con disciplina.

Lo que pasa es que la palabra disciplina a lo mejor nos echa un poco para atrás, por asociarla con ideas de dureza, rigidez, o incluso con cierto nivel de sufrimiento (sin dolor no hay recompensa, etc.). Pero no tiene por qué ser así: no es necesario forzarnos en exceso, ni machacarnos, ni sufrir. Lo único que nos hace falta es hacerle menos caso a nuestro cerebro.

Me explico: imagínate que en un momento de euforia y buenos propósitos te has apuntado al gimnasio de tu barrio, y te propones ir a entrenar tres días a la semana. Empiezas bien, y la primera semana vas los tres días, pero a la segunda semana, un día llegas muy cansado del trabajo y decides no ir, otro dïa te da la pereza porque está lloviendo y tampoco vas, y para cuando te quieres dar cuenta, ya has perdido la costumbre y cada vez te cuesta más motivarte e ir a entrenar.

¿Qué es lo que está pasando? Que todavía no tienes el nuevo hábito bien establecido, por lo que tu cerebro necesita energía extra para poner en marcha ese comportamiento. Y como el objetivo de tu cerebro es conseguir mantenerte vivo (IMPORTANTE: a tu cerebro no le importa que seas feliz, sólo que sobrevivas), y para eso le viene muy bien ahorrar energía, pues se pone a racionalizar y a darte motivos para quedarte en casita.

Nuestro cerebro no entiende de objetivos a largo plazo, sólo le interesa mantenernos con vida en el aquí y ahora, por eso muchas veces lo que instintivamente queremos no es necesariamente lo mejor para nuestra salud y bienestar a largo plazo. Otro ejemplo típico es el de la alimentación: el cerebro busca azúcar, sal y grasa para garantizar las reservas energéticas, pero nosotros sabemos que, una vez minimizado el riesgo de morirnos de hambre, lo que mejor nos viene es una alimentación más variada y más sana.

Por eso digo lo de hacerle un poco menos de caso a nuestro cerebro, y utilizar un poco más la disciplina, que no es otra cosa que la voluntad de seguir adelante con la tarea a pesar de que no nos apetezca en ese momento. Como decía Woody Allen, el 80% del éxito consiste en estar ahí, en el sentido de presentarte para hacer el trabajo (en inglés, 80% of success is showing up). ¿Por qué? Porque a todos nos cuesta mantener la constancia, incluidos los artistas y los deportistas de élite, pero con la constancia es como se consigue el éxito.

¿Y cómo podemos ser disciplinados y constantes sin necesidad de recurrir a la fuerza de voluntad pura y dura? Aquí hay unos cuantos trucos que nos pueden ayudar:

  • Ponernos fácil el realizar la tarea: por ejemplo, si quieres salir a correr por las mañanas, dejar la ropa ya preparada la noche anterior junto a la cama, para que te dé menos pereza vestirte y salir. Si quieres comer más fruta y menos dulces, tneer fruta fresca a mano en casa, incluso ya cortada y preparada.
  • Ponérnos difícil el no realizarla: añadir consecuencias que te hagan sentir un poco mal si no lo cumples, como quedar con otra pesona para salir a correr (si no sales tú, la dejas colgada a ella), o incluso comprometerte públicamente, y que te dé vergüenza admitir que no lo has hecho. O bien, añadir obstáculos al comportamiento que quieres eliminar: por ejemplo no tener dulces en casa, y que así para comerlos haya que ir a comprarlos primero.
  • Proponernos hacer el mínimo posible: si no te apetece salir a correr, propónte correr sólo durante cinco minutos; si quieres comer más sano, propónte cambiar sólo el bollo del desayuno por una pieza de fruta. Gran parte del esfuerzo está en dar ese primer paso para arrancar, y a partir de ahí es todo mucho más fácil, así que piensa en cuál es el paso más pequeño que puedes dar en la dirección que quieres, y como mínimo, da ese paso. Lo más seguro es que luego acabes haciendo bastante más (y si no, tampooco pasa nada, date permiso para hacers sólo el mínimo).

Y luego está mi truco favorito, el que uso yo todas las semanas para escribir en este blog: no darnos otra opción. Da igual que me apetezca o que no, que esté en casa o viajando por ahí, que sean las cinco de la tarde o las doce de la noche. Los domingos me toca escribir post, y escribo post. No es negociable. No me permito discutirlo conmigo misma, porque si me lo permitiera, casi siempre acabaría teniendo razones (léase excusas) para no sentarme a escribir.

Visto así, la propia existencia de este artiículo demuestra que estas estrategias funcionan 🙂

¿Y tú? ¿Qué trucos utilizas para mantener la constancia y avanzar hacia tus metas?

Cambio de planes

¿Qué tal se te da planificar? ¿Y qué tal lo llevas cuando hay un cambio de planes?

Tablet device showing a weekly planner page, and a hand holding an electronic pen, hovering over the screen

Yo no es que lo planifique todo al detalle precisamente, pero sí que me gusta saber a grandes rasgos lo que voy a hacer en un determinado día, o en una determinada semana, y así poder ir “tachando tareas” de mi lista, y sentirme útil. Pues bien, este fin de semana, tanto el sábado como el domingo, han surgido cosas que me han cambiado los planes sobre la marcha.

Vaaale, es verdad que al menos una de las cosas fue despiste mío: hoy domingo había quedado con unas amigas para comer y dar un paseo, y se me había olvidado completamente, por no apuntármelo en el calendario. Cuando digo calendario me refiero a Google Calendar, que desde hace un par de años es mi mejor amigo, lo uso muchísimo. Y no sé si gracias a él o por su culpa, como haya algo planificado pero que no esté en el calendario… Pues me pasa como hoy, que se me va de la cabeza.

Por suerte (o tal vez telepatía), hoy me dio por mirar el móvil justo a la hora a la que habíamos quedado, y gracias a los mensajes de mis amigas, me enteré y aún pude reunirme con ellas. Pero eso sí, entre unas cosas y otras, varias de las tareas que tenía en mi lista para este fin de semana se quedaron sin hacer, y voy a tener que encajarlas como pueda en los próximos días. Lo que por supuesto no es negociable es el post de la semana, que pese a todas mis buenas intenciones, una vez más lo estoy escribiendo a las tantas de la noche 😀

Total, que podría daros un montón de razonamientos (léase excusas) sobre cómo los imprevistos me han cambiado los planes y no he podido completar todo lo que quería… O puedo admitir que, para empezar, la lista de tareas que tenía tampoco era realista para un fin de semana, como me suele pasar.

Y esto me recuerda a una frase que oí o leí hace años en alguna parte, y que volvió a mi memoria el otro día halando con un amigo: los seres humanos tendemos a sobreestimar lo que podemos conseguir a corto plazo, y en cambio, subestimamos lo que podemos alcanzar a largo plazo.

Ahora buscándolo por internet, encuentro frases parecidas atribuidas a Bill Gates y a Tony Robbins, hablando de lo que podemos conseguir en un año frente a diez años, o veinte… Yo diría que también se puede aplicar a plazos más cortos, como una semana o dos frente a un año entero.

Y curiosamente, también he encontrado una ley paralela para la tecnología, la ley de Amara, que sostiene que “en la mayoría de los casos, los seres humanos tendemos a sobrestimar los efectos de una nueva tecnología a corto plazo, mientras que subestimamos su efecto a largo plazo”.

Vamos, que en general, lo de las estimaciones a corto plazo no se nos da bien a las personas, aunque creamos que sí. Y cualquiera que trabaje en desarrollo de software, o un entorno parecido, dará fe de lo difícil que es determinar de antemano el esfuerzo y la duración de una determinada tarea.

Esto me parece también muy relevante a los procesos de coaching y desarrollo personal: a menudo nos marcamos una meta en un tiempo determinado, trazamos un plan de acción demasiado optimista, y luego nos desanimamos al no poder cumplirlo, o al no llegar a alcanzar la meta tal y como estaba propuesta inicialmente. Pero es que en realidad, todo eso es parte del proceso; lo importante no es la meta en sí, lo importante es que gracias a la meta conseguimos avanzar (aunque no sea al paso que hubiéramos querido), y también conseguimos aprender, pues todo lo que va pasando a lo largo del camino son resultados que nos dan información nueva. Y luego ya con esa información, podremos ir ajustando el plan para conseguir la meta, o a veces descubrimos que es la propia meta la que tiene que cambiar.

Otra frase bastante famosa, esta vez de Woody Allen, dice que “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, y yo me identifico totalmente con ella, seguro que muchos de vosotros también. Así que, sabiendo ya que así es como funciona la vida, propongo que disfrutemos haciendo planes y averiguando adónde nos llevan 🙂

Actualizando el historial de versiones

Si lleváis un tiempo siguiendo este blog, ya habréis visto que de vez en cuando utilizo conceptos del mundo de la informática. En parte es deformación profesional: es un mundo que conozco basante bien, habiendo estudiado Ingeniería Informática en la universidad, y habiendo trabajado muchos años como programadora y analista de sistemas.

Pero también es porque el comparar la mente humana con un ordenador (o un teléfono móvil, que igual es más fácil de entender) me parece una metáfora muy útil, por supuesto salvando las distancias.

Hace un par de años escribí un post hablando del historial de versiones, un concepto que se utiliza para las aplicaciones y los sistemas operativos, y que tasladándolo a las personas me parece un ejercicio de reflexión que puede resultar muy interesante. Nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que hemos cambiado a lo largo de los años, y sobre todo, y mucho más importante, nos recuerda todo lo que hemos conseguido.

Y lo mejor es que podemos seguir actualizándolo a medida que vayamos superando nuevos retos y consiguiendo nuevos objetivos (mi historial actualizado lo tenéis en la página sobre mí).

Hoy me ha tocado a mí añadir una nueva versión, de la que me siento muy orgullosa: en estos últimos meses me he estado formando en eneagrama, una herramienta de estudio de la personalidad humana que me parece simplemente impresionante, y que me ha ayudado enormemente tanto para comprenderme mucho mejor a mí misma como para empezar a comprender a los demás. Es una herramienta súper interesante y súper práctica, que se complementa muy bien con otras disciplinas de autoconocimiento y desarrollo personal, y que se puede aplicar también en un entorno de trabajo. A mí me atrajo en concreto como complemento del coaching, por su potencial para facilitar procesos mucho más personalizados según el eneatipo de cada cliente.

Pero eso sí, el eneagrama es muy importante aprenderlo bien, y por desgracia hay mucha confusión y muchos malentendidos con este tema, bien por quedarse en la parte más superficial y fijarse sólo en comportamientos externos, o por no llegar a entender bien las claves que caracterizan a cada eneatipo. Yo misma me pasé dos años mal identificada, creyendo que era de un eneatipo cuando en realidad era de otro… Y no soy la única ni mucho menos, es una historia que se repite muy a menudo.

Resulta muy tentador coger un atajo (o como se dice en mi tierra, atrochar) y hacer un test que nos diga de qué eneatipo somos, pero es que en realidad así no vamos a aprender nada, saldremos de ahí con un numerito sin saber lo que significa… Como siempre en el mundo del desarrollo personal, el aprendizaje viene poco a poco, a lo largo del camino. Y es un trabajo que nadie puede hacer por nosotros. Así que, si os ha picado la curiosidad y queréis empezar a aprender de eneagrama, os animo a buscar material de Alberto Peña Chavarino (en español) o de Mario Sikora (en inglés).

Y si os animáis a probar el ejercicio del historial de versiones, contadme si queréis qué tal os fue 🙂

Frases intraducibles: getting out of your own way

Hoy toca hablar de otra de esas expresiones que me encantan en inglés y que creo que pierden la gracia al traducirlas al español.

Se trata de “getting out of your own way”, que básicamente quiere decir dejar de estorbarte a ti mismo, en el sentido de dejar de ser un obstáculo en tu propio camino. Yo cuando lo oigo, me imagino un camino delante de mí, con un pedrusco enorme en todo el medio, bloqueándolo… Y me doy cuenta de que muchas veces ese pedrusco lo pongo yo.

Vaaale, no siempre es un pedrusco tan grande, a veces son piedras más pequeñas… Pero el caso es que me pasa, me saboteo a mí misma, y es algo que nos sucede muy habitualmente a las personas.

Hoy mi hija Eva, que se está leyendo los libros de Harry Potter, ha mencionado a Dobby, el elfo doméstico. Si os acordáis, Dobby, cuando se daba cuenta de que había hecho algo que iba contra las normas, aunque fuera con la mejor intención, se decía “¡Dobby malo!” y se hacía daño a sí mismo, pegándose de cabezazos contra la pared y cosas así.

Pues bien, a mí me da la sensación de que las personas a veces hacemos algo parecido, por supuesto inconscientemente. Nuestra parte racional se marca un objetivo y quiere avanzar en esa dirección, pero se ve frenada (y a veces, saboteada) por otra parte más profunda de nosotros mismos, que de alguna manera cree que llegar hasta ese objetivo va a ir en contra de lo que debería ser.

Por eso, cuando vemos que nos cuesta avanzar hacia la meta, que damos un paso para adelante y dos para atrás, es hora de empezar a escarbar para ver qué se esconde por debajo de ese autosabotaje: puede que haya creencias, valores, o incluso aspectos de nuestra propia identidad que estén entrando en conflicto con eso que aparentemente queremos conseguir. Ahí es donde un proceso de coaching puede ayudar un montón, para sacar a la luz esas “fuerzas ocultas” que nos hacen interponernos a nuestro propio éxito.

¿Y tú? ¿De qué manera te pones piedras en tu propio camino? ¿Y qué te haría falta para poder retirarlas?

Año nuevo… ¿Propósitos o metas?

Hoy estrenamos año, ¡Feliz 2023! 🙂

Es el típico día en que, después de hacer repaso del año que acaba de terminar (y por qué no, aprovechar para darle las gracias por todo lo que nos trajo y lo que aprendimos gracias a ello), nos planteamos qué queremos cambiar o conseguir a partir de ahora.

Scrabble letters forming the word "resolutions", and three blank post-it notes (pink, green and yellow)

Mucha gente se lo plantea en forma de propósitos de año nuevo: cosas como hacer más ejercicio, alimentarse mejor, ahorrar… El problema es que si lo dejamos así, como una frase genérica, es muy difícil llevarla a la práctica de manera efectiva y duradera. Muchas veces se acaba convirtiendo en lo que en inglés se llama “wishful thinking”, desear que pase algo, y esperar que se cumpla como por arte de magia.

Yo os propongo otras dos opciones: una es elegir un hábito nuevo que queráis establecer, y la otra, marcaros una meta u objetivo que conseguir.

De los hábitos espero poder hablaros mejor más adelante; tengo en mi lista de lectura para este año el libro Hábitos atómicos, de James Clear 🙂

De metas y objetivos sí que puedo hablaros un poco más, porque son parte esencial de un proceso de coaching. En coaching trabajamos con el acrónimo SMART para definir objetivos. “Smart” es una palabra en inglés que significa “listo”, y cada letra del acrónimo nos da una característica para asegurar que el objetivo esté bien formulado:

  • S de Specific – Específico: cuanto más específica sea la meta, mejor: ¿qué quieres conseguir exactamente?
  • M de Measurable – Medible: ¿cómo vas a saber que lo has conseguido? ¿Qué medida vas a utilizar?
  • A de Achievable – Conseguible: ¿es posible conseguir ese objetivo?
  • R de Realistic – Realista: ¿cómo de realista es para ti en este momento?
  • T de Time-bound – puesto en el Tiempo: ¿para cuándo quieres haberlo conseguido?

Existen algunas variaciones de este acrónimo, pero básicamente la idea es al misma: concretar lo más posible, “bajar a tierra” esas ideas tan generales y abstractas, para que no se quede todo en palabras bonitas que se lleva el viento.

Y ya que estamos, ¿por qué no hacer nuestra meta todavía más lista, añadiendo dos letras más y que sea SMARTER?

  • E de Ecological – Ecológico: aquí no me refiero al medio ambiente en general, sino a cómo afecta este objetivo a tu entorno en particular (tu familia, tu trabajo, tu tiempo libre…) ¿Qué o quién se va a ver afectado por tu decisión de perseguir este objetivo? ¿Les va a afectar positiva o negativamente?
  • R de Reward – Recompensa: ¿cuál va a ser tu recompensa al conseguir ese objetivo? ¿Para qué lo quieres conseguir? ¿Qué valor te va a aportar? ¿Cómo te vas a sentir?

Estas últimas dos letras me gustan mucho, porque son cosas en las que a menudo no nos paramos a pensar. El pensamiento ecológico nos recuerda que no somos seres aislados, sino que influimos los unos en los otros, y por supuesto también en nuestro entorno. Identificando de antemano cualquier posible impacto, sobre todo si es negativo, podemos hablar con esas personas y conseguir su apoyo, para poder hacer ajustes que nos faciliten el camino hacia la meta.

Y muchas veces nos empeñamos en conseguir una meta o un objetivo sin saber para qué lo queremos realmente. La pregunta aquí no es por qué – seguro que tenemos todo tipo de razones y justificaciones por las que tiene sentido conseguir lo que nos proponemos: volviendo a los ejemplos anteriores, sabemos que llevar una buena dieta y haer ejercicio regularmente son buenos para la salud, que es bueno tener ahorros por si surge un imprevisto, etc. etc. etc.. Ésa es la teoría, y la teoría nos la sabemos todos, pero eso no es suficiente.

La pregunta es para qué. ¿Qué te aporta a ti, concretamente, el conseguir eso? ¿Cuál va a ser tu recompensa? Tiene que ser algo personal, que tenga valor y sentido para ti, ya que ésa es la motivación que te va a ayudar a seguir en la brecha cuando se pase la novedad y aún te quede camino por recorrer. ¿Tal vez poder ponerte este verano ese vestido que tanto te gusta y con el que te ves tan guapa? ¿Quizá llegar a la jubilación con suficiente agilidad para poder jugar con tus nietos? ¿O a lo mejor tener suficiente ahorrado para poder irte por fin a visitar el Taj Mahal?

Sea lo que sea, lo bueno de los objetivos es que son mucho más tangibles que los propósitos, así que te animo a que, si de verdad quieres avanzar y conseguir resultados este año, utilices el acrónimo SMARTER para llegar hasta donde tú decidas. Y si no tienes muy claro cómo formular tu objetivo, o cómo ponerte en marcha para alcanzarlo, ¿por qué no contactar con un coach profesional que te acompañe?

Estrenando web

Señoras y caballeros, llegó el momento…

BinaryWords ya no es solamente un blog, es toda una web hecha y derecha 🙂

Purple banner with the BinaryWords logo and a number of electronic devices showing different images: colours, landscape, clock and calendar, yoga at sunset, hands making a heart shape, target circles

Aquí empieza para mí una nueva etapa: el proyecto personal con el que arranqué hace algo más de un año se convierte ahora también en aventura profesional, y doy mis primeros pasos en esta nueva andadura con muchísima ilusión (y también con un poquito de vértigo, como debe ser).

A partir de ahora, además de compartir mis reflexiones semanales, que por supuesto continuarán, os ofrezco mis servicios como life coach profesional. Y pronto irán empezando a aparecer en esta web nuevos contenidos, talleres y cursos con los que podréis profundizar en el arte de reprogramar vuestra vida.

De momento, espero que os guste y os resuene lo que veis, sentíos libres de explorar las páginas y artículos ya publicados, y de mandarme vuestro feedback para seguir mejorando y aprendiendo. Y como siempre, mil gracias por leerme, y estad atentos a las novedades…