Hoy me han preguntado por las diferencias entre hacer un proceso de coaching e ir al psicólogo, y me ha parecido un tema interesante para comentar aquí. En las profesiones dedicadas a la ayuda y el acompañamiento a veces se confunden o se difuminan los términos, y me gustaría explicaros la diferencia fundamental que yo veo, basándome en mi experiencia y en lo que he leído y oído de los expertos, sin meterme demasiado en detalle ni pretender tener la verdad absoluta (que yo no soy psicóloga).
Por lo que tengo entendido, la psicología clínica (o psicoterapia) se centra mucho en analizar cosas que ocurrieron en el pasado, sobre todo cuando hay traumas o trastornos, para sanar las heridas que se produjeron en un determinado momento. En contraste, el coaching trabaja con la parte sana de la persona (y la inmensa mayoría de nosotros estamos sanos, simplemente andamos un poco confundidos por la vida).
El coaching se centra mucho en el presente y en el futuro: dónde está la persona en este momento, adónde quiere llegar, y cómo puede ir progresando para acercarse a su objetivo. Sólo miramos hacia el pasado de vez en cuando, y cuando lo hacemos, es para rescatar recursos que la persona ya tiene y que le han funcionado en otras ocasiones, para ver cómo puede aplicarlos a este nuevo reto al que se enfrenta ahora.
A mí esto me lo explicaron usando la metáfora de un coche, donde tenemos el parabrisas, que es muy grande y nos permite ver todo lo que tenemos delante, y donde también están los retrovisores, que son mucho más pequeños. Podemos mirar un poco hacia atrás cuando nos haga falta, pero lo más importante es mirar hacia adelante, y avanzar.

Pero eso no significa que el coaching se quede en un nivel superficial; todo lo contrario. A lo largo del camino, siempre que la persona se haga responsable de su proceso y esté dispuesta a profundizar, irá descubriendo muchas cosas sobre sí misma, y sobre lo que de verdad le está impidiendo avanzar en la dirección que quiere, o a la velocidad que le gustaría. Todo esto no surge de la noche a la mañana, requiere un proceso: primero darse cuenta de lo que le está pasando, y luego hacer el trabajo necesario para cambiar esa situación, sabiendo que el camino también tendrá sus altibajos, y que lo más valioso en realidad no es llegar rápido a la meta, sino aprender y evolucionar por el camino.
Dicho todo esto, quiero compartir con vosotros un ejercicio de coaching que yo utilizo mucho, y que sí que mira al pasado, de la manera que ya os he explicado. Se basa en que muchas veces, cuando nos enfrentamos a un nuevo reto, nos falta confianza en que vayamos a poder conseguirlo, y nos olvidamos de que ya hemos conseguido otras muchísimas cosas en la vida. Nos entra amnesia de logros. Así que el ejercicio consiste precisamente en recordarlos, en hacer un listado de logros:
- Coge papel y lápiz, y dedica tres minutos a escribir todo lo que se te ocurra que hayas conseguido en la vida. Cuantas más cosas mejor, da igual que sean grandes o pequeñas: desde aprender a caminar o a conducir hasta dar a luz a un hijo, conseguir un trabajo, cambiarte de casa o hacer una buena tortilla de patatas (que es algo que yo admiro profundamente porque no se me da nada bien 🙂 ).
- Una vez acabado el tiempo, dedica otros tres minutos a escribir las capacidades, habilidades y talentos que tienes y que te han permitido conseguir todos esos logros.
- Luego repasa en voz alta tu lista de logros, junto con la de capacidades, habilidades y talentos, y date cuenta de todo lo que puedes conseguir cuando te lo propones.
Este ejercicio también funciona muy bien en parejas, con una persona que apunte mientras la otra va listando logros en voz alta. Lo de limitar el tiempo ayuda a sacar muchas ideas rápidamente, en vez de ponernos a buscar grandes logros y pensar demasiado. No buscamos perfección ni excelencia: buscamos cantidad, situaciones variadas que ya hemos superado, objetivos que ya hemos conseguido, y de los que podemos sentirnos orgullosos 🙂
Y tú, ¿de qué te sientes orgulloso cuando miras por el retrovisor de tu vida?