El otro día me pasó una cosa muy curiosa: estaba en un curso de formación, y pusieron una transparencia con una cita de Einstein que me pareció súper chula, así que decidí publicarla en Instagram. Escribí un post con la cita en inglés, y otro con la traducción al español. Hasta ahí, todo bien.
Dos minutos después, recibí un mensaje de Instagram diciendo que había publicado información falsa (según sus «chequeos independientes»), que le habían añadido una nota a mi post avisando de que contenía datos que no eran veraces, y que mi cuenta corría el riesgo de que la inhabilitaran para uso comercial.
Y todo porque al parecer la cita no era de Einstein…

Me quedé un poco en shock, la verdad, Me apresuré a rehacer el post, incluyendo la cita pero sin decir de quién era. Y una vez más, Instagram me notificó que habían añadido una nota a mi post, porque se parecía mucho a otro que ya habían etiquetado como falso. Al menos esta vez pude ver una opción para solicitar que lo revisaran manualmente, y lo solicité, a ver si me contestan.
El caso es que tengo sentimientos encontrados con este tema: por un lado, me alegro de que haya ciertos controles de veracidad, aunque por otro, me pregunto hasta qué punto serán efectivos más allá de comprobar la autoría de ciertos textos (y por cierto, todo esto pasó con el post en inglés, la versión en español se publicó sin problemas). Pero sobre todo, ¡me fastidió mucho que me acusaran de mentir! ¿Mentir yo? ¡Si todo había sido una confusión!
Claro, que luego pensándolo más tranquilamente, me he acordado de otra cosa que me contaron en ese mismo curso: que en cuestiones de moral, como por ejemplo a la hora de mentir, cuando alguien hace algo malo tendemos a pensar que es porque es mala persona, mientras que cuando somos nosotros los que hacemos algo malo, creemos que está justificado por las circunstancias.
Vamos, que nosotros estamos en posesión de la verdad, y todos los demás se equivocan.
Se nos olvida que en este mundo hay muy pocas verdades absolutas, si es que hay alguna. Creemos que conocemos objetivamente los hechos, pero lo que hacemos realmente es interpretarlos a nuestra manera, filtrando las percepciones que nos llegan desde los sentidos según nuestras propias creencias y suposiciones.
Y aquí es donde nos conviene recordar las palabras de Ramón de Campoamor, que menos mal que las he comprobado con Google antes de meter la pata otra vez, porque yo estaba convencida de que eran de Calderón de la Barca 🙂
Y es que en el mundo traidor
Ramón de Campoamor
nada hay verdad ni mentira:
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Todo esto de que no haya verdad ni mentira nos puede parecer un poco frustrante, porque a nuestro cerebro le gustan más las respuestas categóricas: bueno o malo, correcto o incorrecto, blanco o negro. Pero en realidad nos da una libertad enorme, nos da toda una paleta de colores para elegir. Tanto los grandes sabios de antaño como los psicólogos modernos nos explican que, en la inmensa mayoría de los casos, nuestros problemas no se deben a las cosas que nos pasan, sino a cómo las interpretamos; la mayor causa de nuestro sufrimiento son las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre lo que nos pasa. ¿Y si nos contáramos una historia diferente?
Ésa es la buena noticia, que una vez que nos damos cuenta de que a menudo la verdad se reduce a puntos de vista, y de que no es LA verdad sino MI verdad lo que yo estoy viendo, se abre enormemente nuestro mapa de posibilidades, y podemos darnos permiso para reinterpretar esas situaciones de una manera que nos ayude en lugar de hacernos sufrir.
Así que, la próxima vez que te encuentres ante una situación que te enfade, te frustre o te entristezca, te animo a preguntarte qué otras versiones de «la verdad» puede haber aparte de la tuya. ¿Qué es lo que estás dando por hecho? ¿Qué otras perspectivas no estás viendo? ¿Qué significado le estás dando a esa situación que realmente no tiene, o podría no tener? ¿Y qué otro significado le podrías dar?
Por cierto, la cita en cuestión se merece un post aparte; la tenéis en Instagram, y es verdad que la publiqué sin comprobar si era o no de Einstein (lección aprendida).
Muy bueno como siempre. Admiro tu madurez y te felicito por encajar esto así porque sé perfectamente lo que duele a un 1 que le señalen un error o le acusen de dar información falsa
¡Ya te digo Almudena! Muchas gracias por tu comentario:-)