Sabiduría estoica

Dicen los expertos que una de las cosas que más nos ayudan a mantenernos sanos mental y emocionalmente es el seguir aprendiendo toda la vida; el aprender cosas nuevas que nos interesen y que disfrutemos no sólo nos da conocimientos nuevos, sino también motivación, flexibilidad y apertura de mente.

Yo no sabría deciros cuándo empecé a interesarme por temas de crecimiento personal. En parte creo que fue a raíz de mudarme de España a Irlanda, ya que en muchos sentidos estaba empezando una vida nueva. Luego en estos últimos años, concretamente a partir de la pandemia, se han multiplicado exponencialmente tanto mi interés en estos temas como el número de temas como la cantidad de tiempo y atención que les dedico; pero en el fondo creo que la inquietud empezó mucho, muchísimo antes.

Recuerdo por ejemplo que me gustaba mucho la asignatura de filosofía cuando la dábamos en el colegio (en 3º de BUP, para los de mi época), y que incluso me leí una novela sobre historia de la filosofía que nos recomendó el profesor: El mundo de Sofía, y también me encantó.

Ruins of an ancient Greek temple against a blue sky with clouds

Muchos años después, me he vuelto a tropezar con el mundo de la filosofía, esta vez a través de un curso de estoicismo y eneagrama (súper recomendable, como todos los de Autognosis) que acabo de terminar esta semana.

La verdad es que lo he disfrutado un montón, y lo mejor es que se trata de una filosofía muy práctica: una serie de principios que podemos aplicar a nuestro día a día para conseguir ser más felices y sufrir menos. Ahora quizá nos parezca que la filosofía es algo teórico y rebuscado sobre lo que hablar (¡filosofar!) hasta el infinito, tan alejado de la realidad cotidiana que no sirve para que cambie nada. Pero los antiguos griegos y romanos lo veían de otra manera: la filosofía era algo mucho más tangible, era su forma de guiarse por la vida. Los filósofos eran los terapeutas y coaches de aquella época.

A las enseñanzas y reflexiones del estoicismo se les puede sacar mucho jugo, ya os iré contando cosillas a medida que vayan surgiendo. De momento, hoy os quiero dejar con un texto que quizá reconozcáis, y que es relativamente reciente, pero que tiene mucho que ver con uno de los principios del estoicismo, y que a mí me resuena especialmente: la dicotomía del control.

La dicotomía del control nos advierte de lo inútil que es gastar energías en intentar dominar lo que está fuera de nuestro control, y nos anima a centrarnos en lo que sí podemos controlar, para así frustrarnos menos y además conseguir mejores resultados. Y partiendo de esa base, la oración de la serenidad nos viene que ni pintada:

Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar,
valor para cambiar las cosas que sí puedo,
y sabiduría para reconocer la diferencia.

Reinhold Niebuhr

Por cierto, me acabo de acordar de que en esa misma asignatura de filosofía del colegio fue donde me explicaron por primera vez lo que era la mayéutica de Sócrates, uno de los fundamentos del coaching moderno 🙂

El valor del autoconocimiento

Este fin de semana me ha invitado una antigua compañera (¡gracias Eli!) a participar en un directo de Facebook sobre la importancia del autoconocimiento. Aquí tenéis el contenido que preparé para la sesión, espero que os resulte interesante; algunas cosas ya me las habréis oído decir en otras ocasiones.

Surface view of an iceberg and its reflection on the water, against a blue sky

Hoy quiero hablaros de la importancia del autoconocimiento, para la vida en general y para un proceso de coaching en particular. ¿Por qué? Porque el autoconocimiento nos ayuda a encontrar mejores soluciones a nuestros problemas.

¿Has tenido alguna vez un problema (con la familia, la pareja, los amigos, el trabajo…) y no has sabido inicialmente cómo solucionarlo? A lo mejor te han entrado ganas de quejarte y echarle la culpa a los demás, pero, ¿eso ha solucionado el problema? Probablemente no.

Quizá hayas recurrido a pedir consejo, a preguntarle a otros lo que deberías hacer. ¿Y eso ha solucionado el problema? Puede que sí, puede que no. Porque la solución que le funciona a otra persona no necesariamente le funciona a otra, y aunque te den un consejo con las mejores intenciones, puede que no sea lo más adecuado para tu situación.

Hoy vamos a ver una propuesta alternativa, una estrategia diferente frente a nuestros problemas, para facilitar que la solución surja desde dentro, en vez de venir desde fuera. Y esa propuesta es el autoconocimiento.

Conócete a ti mismo. Esta famosa frase estaba inscrita a la entrada del templo de Apolo en Delfos, en la antigua Grecia. Antes de plantear cualquier consulta a los dioses, se invitaba al viajero a investigar su propia esencia, a comprenderse a sí mismo como punto de partida para comprender mejor el mundo, y así poder tomar decisiones más acertadas.

Hoy en día tenemos versiones modernas del oráculo de los dioses: tenemos terapeutas, coaches, libros de autoayuda, y todo tipo de fuentes de información. La ventaja de un proceso de coaching frente a un libro de autoayuda es que el proceso de coaching es mucho más personalizado: se centra en la persona y en su objetivo concreto, que puede ser resolver un problema, superar un reto o alcanzar una meta determinada. En definitiva, hacer un cambio en su vida.

Pero hacer cambios que realmente nos funcionen y sean duraderos no siempre es fácil, de hecho nos cuesta bastante. ¿Por qué? Porque las personas somos como un iceberg.

Lo que vemos de una persona es sólo una mínima parte, menos del 10%. Vemos el entorno en el que se mueve, y vemos su comportamiento ante determinadas situaciones, pero no tenemos ni idea de las razones que hay detrás, de sus motivaciones, sus miedos, y tantas otras cosas que conforman su realidad.

Y lo mismo es cierto de nosotros mismos, aunque nos cueste creerlo: gran parte del tiempo funcionamos en piloto automático, tomando decisiones inconscientes, y si queremos que las cosas cambien, tenemos que profundizar en ese iceberg y hacer conscientes esas partes de nosotros que no conocemos realmente. De eso es de lo que trata el autoconocimiento.

Este iceberg metafórico lo describió Robert Dilts a través de lo que el llamó niveles neurológicos. Los dos primeros niveles (entorno y comportamiento) son conscientes, y todos los demás son inconscientes a no ser que los trabajemos. Podemos empezar a explorarnos desde el comportamiento, que entra dentro de lo consciente; y poco a poco ir buceando para descubrir cada nivel:

  • Comportamiento: ¿Cómo reacciono ante determinadas situaciones? ¿Qué me hace saltar? ¿Qué patrones encuentro?
  • Capacidades: ¿Qué se me da bien, y qué no? ¿Qué habilidades tengo que trabajar?
  • Creencias: ¿Qué historias me estoy contando sobre mí mismo y sobre el mundo? Y esas historias, ¿me ayudan o me perjudican?
  • Valores: ¿Qué es lo que considero más importante en mi vida? ¿Estoy honrando esos valores en mi día a día?
  • Identidad: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿En quién me quiero convertir?
  • Transpersonal: ¿Qué sentido quiero dar a mi vida? ¿Qué legado quiero dejar?

A medida que vamos profundizando en los niveles del iceberg, nos vamos comprendiendo mucho mejor, y vamos encontrando explicaciones a lo que nos pasa. Y cuanto más profundo sea el nivel al que iniciamos un cambio en nuestra vida, más efectivo, estable y duradero será, y más sencillo nos resultará.

Por ejemplo: si yo trato de dejar de fumar a base de fuerza de voluntad, me va a costar mucho, y si todavía me veo como fumador, en cualquier momento puedo recaer. En cambio, si consigo verme como no fumador, como una persona libre de tabaco, esa nueva identidad me lo va a poner mucho más fácil, ya no tengo que luchar conmigo mismo para sostener ese cambio.

Estupendo, hasta aquí todo muy bien (espero), ya nos sabemos la teoría 🙂 Pero en la práctica, ¿por dónde empezamos? ¿Cómo hacemos para conocernos mejor?

La clave está en la auto-observación, estar atentos para darnos cuenta de lo que pasa cuando funcionamos en piloto automático: qué pensamientos nos suelen venir a la cabeza, en qué situaciones nos encontramos a gusto y en cuáles no, cómo reaccionamos cuando nos pasan ciertas cosas, etc.

A partir de ahí, aparcamos el juicio, y con curiosidad, vamos tirando del hilo para averiguar qué hay detrás: ¿Qué me está motivando para actuar así? ¿Qué miedo o necesidad estoy sintiendo? ¿Me ha pasado otras veces algo parecido?

Así vamos descubriendo patrones que nos muestran cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, y nos dan mucha información sobre nuestra forma de entender la vida y las estrategias que utilizamos (con o sin éxito) para resolver problemas.

También podemos utilizar ciertas herramientas que nos ayuden a identificar patrones propios de nuestra personalidad. Pero no para etiquetarnos y justificarlo todo con esa etiqueta, sino porque esa información nos va a dar más libertad, nos va a permitir adaptarnos a nuestra propia naturaleza en lugar de luchar contra ella.

Quiero que quede muy claro que cada persona es un mundo, y hay muchísimos factores que influyen en la personalidad. Las herramientas de autoconocimiento son sólo eso, herramientas, aproximaciones, no una clasificación rígida ni la verdad absoluta. Son pinceladas de conocimiento que nos pueden ayudar a comprendernos mejor, si las utilizamos adecuadamente.

Os menciono aquí mis herramientas favoritas, son todas fascinantes, ya iremos hablando de ellas con más detenimiento:

  • Desde la PNL, además de los niveles neurológicos de Robert Dilts, nos llegan los sistemas representacionales, que son las tendencias que tenemos a apoyarnos en unos sentidos más que en otros a la hora de relacionarnos con el mundo (visual, kinestésico, auditivo y digital).
  • La morfopsicología estudia la relación entre los rasgos faciales y la personalidad, concretamente en cuanto al temperamento (nuestras capacidades innatas). El rostro es la única parte del cuerpo humano que está conectada directamente con el cerebro, y por eso la configuración de nuestra cara refleja en cierto modo el funcionamiento de nuestra mente.
  • El eneagrama es un estudio de la personalidad desde el punto de vista cognitivo: explica nueve maneras de entender la vida (los llamados eneatipos, que se representan con números del 1 al 9), el deseo básico en el que se centra cada eneatipo, y el conjunto de estrategias que desarrolla cada eneatipo para conseguir satisfacer su deseo básico.
  • La teoría de los instintos complementa al eneagrama. Nos habla de cómo los instintos naturales que hemos heredado de los animales se pueden agrupar en tres categorías, y de que cada uno de nosotros le damos más importancia a uno de esos tres sesgos instintivos (conservación, social y sexual/transmisor).

En resumen: el autoconocimiento es un viaje hacia nuestro interior que nos permite descubrir cómo funcionamos realmente y cómo interactuamos con el mundo, para así poder encontrar soluciones que de verdad se adapten a nosotros y nos funcionen.

A través de la observación, la curiosidad y el uso de herramientas, vamos descubriendo patrones que explican por qué nos pasa lo que nos pasa. Y cuanto mejor nos conocemos, más nos comprendemos, y menos nos juzgamos. Ya no nos machacamos por volver a tropezar con la misma piedra, porque entendemos cómo nos ocurre, y podemos adquirir herramientas para gestionarlo.

Cada persona es un mundo, y el autoconocimiento nos ayuda a muchos niveles, desde los problemas concretos del día a día hasta el llevar una vida más libre y más feliz, más acorde con nuestra naturaleza, y con mucho menos sufrimiento.

¿Y ahora qué? Ahora, la decisión es tuya: ¿quieres seguir buscando soluciones genéricas a tus problemas, echándoles la culpa a los demás cuando no funcionen, o quieres encontrar lo que realmente va contigo?

Aviso: el camino del autoconocimiento no siempre es fácil, hay que ser valiente para atreverse a mirar hacia adentro. Algunas de las cosas que te vas a ir encontrando van a doler un poquito, van a escocer, y además ¡ya no vas a poder recurrir a las excusas! Incluso en algunos momentos puede que sientas que tu mundo se tambalea un poco: esa es la señal de que estás creciendo y evolucionando, se están recolocando las capas más profundas de tu iceberg.

Lo que sí te puedo asegurar es que es un viaje interesantísimo, y que dura toda la vida, no se acaba nunca. Es como un videojuego: cada vez que aprendes algo nuevo y superas una pantalla, la vida te pone por delante el siguiente nivel, para que sigas ganando puntos en sabiduría y en libertad 🙂

Y hasta aquí el artículo de hoy, gracias por llegar hasta el final. ¿Te ha picado la curiosidad? ¿Te animas a emprender este viaje fascinante hacia las profundidades de tu iceberg?

Frases intraducibles: echao p’alante

Hoy traemos a nuestra sección de frases intraducibles una expresión coloquial muy típica española: ser muy echao p’alante.

El Collins Dictionary da tres ejemplos de traducción de es muy echado p’alante, espero que tengan sentido para los que me leéis en inglés:

  • He’s very pushy
  • He’s very forward
  • He’s not backward in coming forward (informal)

Para mí, ser echao p’alante significa ser valiente, en el sentido de atreverse, tomar la iniciativa y entrar en acción en determinadas situaciones, sin miedo a hacer el ridículo (o a lo mejor con un poco de miedo, pero sin dejar que eso les condicione).

Little girl riding on a horse with her hands in the air, seen from behind

Me viene a la memoria mi amiga Bárbara, que durante años fue la presidenta de la Asociación de Padres de nuestro cole de primaria. Ella un día me explicaba que, cada vez que se pedían voluntarios para organizar alguna cosa en el cole, siempre había cierta gente que se echaba para alante, y cierta gente que se echaba para atrás.

Yo era de las que me apuntaba para ayudar en todo lo que pudiera, pero principalmente para ayudar, no para liderar. No era yo quien tomaba la iniciativa, prefería seguir la iniciativa de otros. Y este patrón se ha ido repitiendo año tras año en muchas facetas de mi vida.

Vamos, que yo no soy ni nunca he sido lo que se dice muy echá p’alante… Lo bueno es que ahora ya sé que eso es parte de mi personalidad, más concretamente de mis tendencias instintivas, no una debilidad de mi carácter que tenga que superar.

Según la teoría de los instintos promulgada por Mario Sikora y que se enseña en conjunción con el eneagrama, nuestros instintos naturales como personas se pueden agrupar en tres áreas principales: instintos relacionados con la conservación (buscar la supervivencia, cuidar nuestras necesidades básicas, cuidar de los nuestros), instintos relacionados con lo social (sertirnos parte de un grupo, relacionarnos con nuestros semejantes) e instintos relacionados con la transmisión (reproducirnos, propagar nuestro mensaje, dejar un legado en este mundo).

Cada persona tiende a tener una de esas tres áreas instintivas mucho más desarrollada que las otras dos, con otra área secundaria, y una tercera mucho menos desarrollada. Y a grandes rasgos, podríamos decir que las personas con más instinto transmisor tienden a ser más echadas para alante, por su necesidad instintiva de transmitir, de convencer, de avanzar. En cambio, las personas que tenemos más instinto de conservación tendemos a echarnos más para atrás, a protegernos y a querer pasar desapercibidos,. Las personas con un instinto predominantemente social tienden a buscar un equilibrio entre lo que dan y lo que reciben, esperando reciprocidad.

Un punto importante que quiero destacar es que ninguna tendencia instintiva es mejor ni peor que las otras; las necesitamos todas, porque cada una implica unas habilidades y fortalezas características, y entre todas se equilibran dentro del grupo. Necesitamos conservadores, sociales y transmisores en nuestra tribu.

A mí personalmente, el aprender cómo funcionan los instintos me está ayudando un montón a comprender tanto mis propias reacciones y comportamientos como los de los demás. Pero eso no significa que podamos ponerlo como excusa para seguir haciendo las cosas siempre igual, todo contrario. La idea es ver que en lugar de forzarnos a hacer cosas radicalmente opuestas a nuestro instinto, podemos trabajar con ello y sacarle el mejor partido posible, diseñando estrategias que nos consigan los resultados que queremos de una manera más natural y más adaptativa.

Yo en mi caso, siendo más bien de instinto conservación, sé que tengo que ponerle especial atención al tema de tomar la iniciativa y entrar en acción, porque es algo que no me suele salir natural. Me busco trucos para motivarme, y así ir avanzando poco a poco sin agotarme ni sentirme sobrepasada. ¿Y qué es lo que más me ayuda? Frases como éstas:

Si no vas a por lo que quieres, nunca lo tendrás.
Si no preguntas, la respuesta siempre es no.
Si no das un paso adelante, estás siempre en el mismo sitio.

Nora Roberts

Y tú, ¿eres de los que se echa para alante, o de los que se echa para atrás? ¿Cuál sería una motivación lo suficientemente fuerte como para echarte hacia adelante?