Ayer, mirando por casa buscando otra cosa, me encontré con esto:

Mi Tau, qué buenos recuerdos…
La Tau es una letra griega, el equivalente a la T latina, y es también un símbolo franciscano. Según una explicación que oí una vez y que me encantó, al ser una de las últimas letras del alfabeto, la Tau simboliza el espíritu de sencillez y servicio a los demás de San Francisco de Asís.
Comentaba el otro día mi amiga Bárbara que en el fondo todas las religiones y doctrinas espirituales nos acaban llevando a las mismas verdades, a las que se puede llegar por muchos caminos distintos… Yo concretamente me crié en un entorno católico; esa es mi tradición familiar y gran parte de mi entorno social, y a través de la religión católica es como empecé a dar mis primeros pasos en el camino de la espiritualidad.
De los catorce a los dieciocho años estudié en un colegio de frailes franciscanos, y tengo recuerdos muy especiales de las celebraciones religiosas, grupos de oración, convivencias y peregrinaciones en las que participé con ellos, también durante mis años de universidad. Sobre todo me encantaban esa alegría y esa paz que nos transmitían los frailes, su espíritu de oración y de servicio, junto con las ganas de remangarse y arrimar el hombro para sacar adelante lo que hiciera falta.
Luego con los años fui tirando más hacia la espiritualidad laica, que es donde me sitúo ahora, pero estoy completamente convencida de que el trasfondo es en realidad el mismo, el Espíritu es en realidad el mismo, solo que con otro nombre. Y no puedo evitar pensar que por ejemplo los mantras y meditaciones que se practican en yoga se parecen muchísimo a los cantos meditativos de aquellas Pascuas en el convento de El Palancar.
Hoy quiero compartir con vosotros un par de perlas de sabiduría de San Francisco. La primera, una oración que me parece tan sencilla como preciosa:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, ponga yo amor, Donde haya ofensa, ponga yo perdón, Donde haya discordia, ponga yo armonía, Donde haya error, ponga yo verdad, Donde haya duda, ponga yo la fe, Donde haya desesperación, ponga yo esperanza, Donde haya tinieblas, ponga yo la luz, Donde haya tristeza, ponga yo alegría. Maestro, que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar, En ser comprendido como en comprender, En ser amado como en amar Porque dando se recibe, Olvidando se encuentra, Perdonando se es perdonado, Y muriendo se resucita a la Vida Eterna.
Y la segunda, una frase que he descubierto hace poco que se le atribuye a él también:
Empieza haciendo lo necesario; luego haz lo posible, y de repente estarás haciendo lo imposible.
San Francisco de Asís