Reprograma tu vida, episodio 0: Introducción

Empezamos hoy una serie de artículos en los que os voy a ir mostrando el contenido de mi ebook, primeros pasos para reprogramar tu vida, donde relaciono (cómo no) conceptos de informática con el mundo del desarrollo personal. Espero que os guste y que os resulte útil.

Mobile phone on a dark wooden surface, showing a white screen with the word "Hello" written in black

Muchas veces en nuestra vida queremos hacer un cambio, alcanzar un objetivo, convertir un sueño en realidad… Pero, ¿por dónde empezar?

En realidad, todo empieza en nuestra mente. La mente humana es maravillosa, mucho más potente que cualquier ordenador que se haya fabricado, y es capaz de generar infinitas posibilidades para nuestra vida. Pero para que esas posibilidades vayan en la dirección que nosotros queremos, tenemos que aprender a hacer que trabaje a nuestro favor, y no en nuestra contra, que es lo que hace a veces inconscientemente.

A través de estas páginas te invito, utilizando la metáfora de un teléfono móvil, a explorar cómo reprogramar tu mente, y tu vida, para acercarte más a los resultados que quieres obtener. Por favor, siéntete con total libertad para cuestionar las ideas que leas aquí, animarte a probar las sugerencias que resuenen contigo, y permitirte no hacer caso de lo que no consideres oportuno. Al fin y al cabo, se trata de mantener una mente abierta y llena de curiosidad, y de experimentar para encontrar lo que mejor nos funciona a cada uno.

¡Disfruta la aventura! Y si quieres compartir conmigo tu experiencia, escríbeme a binarybea@binarywords.com, y estaré encantada de leerte.

¿Y si le pudieras sacar a tu vida tanto partido como a tu móvil?

¿Alguna vez sientes que ya no puedes vivir sin tu móvil? Es increíble la cantidad de cosas para las que lo usamos todos los días, ¿verdad? Infinidad de aplicaciones que nos hacen la vida más fácil: desde mandar mensajes hasta pagar en el supermercado, encontrar nuestro camino sin perdernos, ver nuestra serie favorita…

Y es que un móvil es una herramienta maravillosa, una auténtica supermáquina en formato de bolsillo, y además muy fácil de utilizar. Y lo mejor de todo es que lo podemos configurar a nuestro gusto: ponerle un fondo de pantalla personalizado, instalar y desinstalar aplicaciones según nos convenga… A nada que sepamos utilizarlo, podemos sacarle mucho partido.

Ojalá fuera así de fácil con nuestra vida, ¿verdad? Tener la capacidad de pulsar un botón, y que mágicamente pasara lo que nosotros queremos… Porque, sinceramente, lo que nos ofrece el móvil está muy bien, pero en el fondo todos sabemos que lo mejor de la vida sucede fuera de la pantalla.

Es fuera de la pantalla donde realmente vivimos, donde nos enfrentamos a las alegrías, las sorpresas y los retos que nos va presentando la vida. Donde queremos cambiar las cosas que no nos gustan, o que sabemos que podrían ser mucho mejores de lo que son.

¿Y no estaría genial poder instalarnos una app en la cabeza para poder hacer todos esos cambios que queremos, para poder configurar nuestra vida a nuestra manera?

Curiosamente, la mente humana se parece mucho más de lo que pensamos a un móvil, o a un ordenador: también está “programada” para funcionar de una determinada manera, y esos “programas” que utiliza (patrones de lenguaje y de comportamiento heredados o aprendidos) los podemos cambiar, promoviendo así los cambios que queramos en nuestra vida.

¿Y eso cómo se hace? Bueno, quizá no sea tan sencillo y tan rápido como darle a un botón, pero una vez que sepas cómo hacerlo y te pongas manos a la obra, puede que los resultados te sorprendan. Te hará falta, eso sí, tener paciencia, y dedicarle tiempo y atención, puesto que esos viejos patrones seguramente lleven muchos años ahí instalados, y al cerebro al principio le cuesta mucho más “ejecutar” los programas nuevos que los viejos.

¿Listo para empezar la aventura de reprogramar tu vida? En las próximas semanas te iré ofreciendo ocho claves para dar los primeros pasos, ¡adelante!

Afilando la sierra

Si os gustan los temas de productividad, gestión del tiempo y desarrollo personal, seguro que habréis leído o escuchado más de una vez aquello de que hay que pararse a afilar la sierra.

Manual saw making its way through a wooden block

Así es cómo lo explica Stephen Covey en su libro, Los siete hábitos de la gente altamente efectiva:

Imagínate que está en un bosque, y te encuentras a una persona que está dedicándose con todas sus fuerzas a serrar el tronco de un árbol.

– ¿Qué hace usted? – le preguntas.

– ¿Es que no lo ve? – te contesta impaciente – Estoy serrando este árbol.

– ¡Tiene cara de estar agotado! – dices tú – ¿Cuánto rato lleva con esto?

– Más de cinco horas – responde él – ¡y estoy hecho polvo! Es un trabajo muy duro.

– Bueno, ¿por qué no descansa usted unos minutos y aprovecha para afilar la sierra? – le sugieres tú – Seguro que así iría mucho más deprisa.

– ¡No tengo tiempo de afilar la sierra! – te contesta con vehemencia. – ¡Estoy muy ocupado serrando!

Esta metáfora ilustra muy bien cómo a menudo nos enfrascamos en las tareas del día a día y se nos olvida parar un rato de vez en cuando, lo primero para descansar, pero sobre todo para poder dar un paso atrás, ganar un poco de perspectiva y encontrar maneras más eficientes (y más agradables) de ir consiguiendo nuestros objetivos.

Otro gran ejemplo en la misma línea es una frase de esas que ponen en las camisetas para frikis, dedicada a todos los informáticos: Seis horas de depurar código te pueden ahorrar cinco minutos de leer documentación.

Es el famoso work smarter, not harder (no trabajes más duro, trabaja de forma más inteligente), que tan bien nos sabemos en teoría, y que tanto nos cuesta poner en práctica… Quizá en parte porque en esta sociedad está bien visto el estar muy ocupado, lo asociamos a ser productivo, con lo que consciente o inconscientemente nos buscamos ocupaciones (y luego nos encanta quejarnos de lo ocupados que estamos, nos hace sentirnos importantes). O quizá sea porque es más fácil seguir en la inercia en la que nos hemos metido (que en el fondo no es otra cosa que una zona de confort) que cuestionarnos nuesttra la manera en la que siempre hemos hecho las cosas, aunque detrás de ello haya un beneficio.

Este hábito de afilar la sierra puede adoptarse a muchos niveles y con distintos formatos. Yo esta semana en el trabajo, por ejemplo, he tenido la oportunidad de reunirme con mi equipo (¡y en persona, que da puntos extra!) para hacer un alto en el camino, celebrar lo que hemos conseguido en los tres últimos meses, y planificar los próximos tres meses de trabajo. Esta es una práctica muy habitual en las metodologías Agile, y está comprobado que funciona muy bien.

Y ya en un ámbito más individual, podemos dedicar un tiempo concreto cada semana o cada mes a afilar nuestra sierra particular, y seguro que será un tiempo muy bien empleado. Recuerdo que uno de los primeros jefes que tuve aquí en Irlanda me hizo esta sugerencia (¡gracias David!), y durante años reservé un ratito los viernes por la tarde, cuando el trabajo de la semana ya estaba hecho, para sentarme tranquilamente en la cafetería con mi cuaderno, mirar los árboles por la ventana, y reflexionar, planificar, poner en orden mis ideas… Ese ratito la verdad es que me aportaba muchísimo, y ahora me propongo retomarlo otra vez, ya sea los viernes por la tarde o en otro momento de la semana.

Y dado que en realidad no hay manera de separar nuestro yo del trabajo del resto de nuestro yo, este principio va más allá de los conceptos de trabajo y de vida personal, porque al fin y al cabo las personas somos un todo. Stephen Covey propone cuatro áreas en las que debemos afilar nuestra sierra: la fIsica, la mental, la social/emocional y la espiritual.

¿Y tú, cómo afilas tu sierra? Y digo yo, ¿no habría sido más fácil escribir la metáfora con un hacha? Porque no tengo muy claro cómo se puede afilar una sierra dentada como la de la foto…

Cambio de planes

¿Qué tal se te da planificar? ¿Y qué tal lo llevas cuando hay un cambio de planes?

Tablet device showing a weekly planner page, and a hand holding an electronic pen, hovering over the screen

Yo no es que lo planifique todo al detalle precisamente, pero sí que me gusta saber a grandes rasgos lo que voy a hacer en un determinado día, o en una determinada semana, y así poder ir “tachando tareas” de mi lista, y sentirme útil. Pues bien, este fin de semana, tanto el sábado como el domingo, han surgido cosas que me han cambiado los planes sobre la marcha.

Vaaale, es verdad que al menos una de las cosas fue despiste mío: hoy domingo había quedado con unas amigas para comer y dar un paseo, y se me había olvidado completamente, por no apuntármelo en el calendario. Cuando digo calendario me refiero a Google Calendar, que desde hace un par de años es mi mejor amigo, lo uso muchísimo. Y no sé si gracias a él o por su culpa, como haya algo planificado pero que no esté en el calendario… Pues me pasa como hoy, que se me va de la cabeza.

Por suerte (o tal vez telepatía), hoy me dio por mirar el móvil justo a la hora a la que habíamos quedado, y gracias a los mensajes de mis amigas, me enteré y aún pude reunirme con ellas. Pero eso sí, entre unas cosas y otras, varias de las tareas que tenía en mi lista para este fin de semana se quedaron sin hacer, y voy a tener que encajarlas como pueda en los próximos días. Lo que por supuesto no es negociable es el post de la semana, que pese a todas mis buenas intenciones, una vez más lo estoy escribiendo a las tantas de la noche 😀

Total, que podría daros un montón de razonamientos (léase excusas) sobre cómo los imprevistos me han cambiado los planes y no he podido completar todo lo que quería… O puedo admitir que, para empezar, la lista de tareas que tenía tampoco era realista para un fin de semana, como me suele pasar.

Y esto me recuerda a una frase que oí o leí hace años en alguna parte, y que volvió a mi memoria el otro día halando con un amigo: los seres humanos tendemos a sobreestimar lo que podemos conseguir a corto plazo, y en cambio, subestimamos lo que podemos alcanzar a largo plazo.

Ahora buscándolo por internet, encuentro frases parecidas atribuidas a Bill Gates y a Tony Robbins, hablando de lo que podemos conseguir en un año frente a diez años, o veinte… Yo diría que también se puede aplicar a plazos más cortos, como una semana o dos frente a un año entero.

Y curiosamente, también he encontrado una ley paralela para la tecnología, la ley de Amara, que sostiene que “en la mayoría de los casos, los seres humanos tendemos a sobrestimar los efectos de una nueva tecnología a corto plazo, mientras que subestimamos su efecto a largo plazo”.

Vamos, que en general, lo de las estimaciones a corto plazo no se nos da bien a las personas, aunque creamos que sí. Y cualquiera que trabaje en desarrollo de software, o un entorno parecido, dará fe de lo difícil que es determinar de antemano el esfuerzo y la duración de una determinada tarea.

Esto me parece también muy relevante a los procesos de coaching y desarrollo personal: a menudo nos marcamos una meta en un tiempo determinado, trazamos un plan de acción demasiado optimista, y luego nos desanimamos al no poder cumplirlo, o al no llegar a alcanzar la meta tal y como estaba propuesta inicialmente. Pero es que en realidad, todo eso es parte del proceso; lo importante no es la meta en sí, lo importante es que gracias a la meta conseguimos avanzar (aunque no sea al paso que hubiéramos querido), y también conseguimos aprender, pues todo lo que va pasando a lo largo del camino son resultados que nos dan información nueva. Y luego ya con esa información, podremos ir ajustando el plan para conseguir la meta, o a veces descubrimos que es la propia meta la que tiene que cambiar.

Otra frase bastante famosa, esta vez de Woody Allen, dice que “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, y yo me identifico totalmente con ella, seguro que muchos de vosotros también. Así que, sabiendo ya que así es como funciona la vida, propongo que disfrutemos haciendo planes y averiguando adónde nos llevan 🙂

Actualizando el historial de versiones

Si lleváis un tiempo siguiendo este blog, ya habréis visto que de vez en cuando utilizo conceptos del mundo de la informática. En parte es deformación profesional: es un mundo que conozco basante bien, habiendo estudiado Ingeniería Informática en la universidad, y habiendo trabajado muchos años como programadora y analista de sistemas.

Pero también es porque el comparar la mente humana con un ordenador (o un teléfono móvil, que igual es más fácil de entender) me parece una metáfora muy útil, por supuesto salvando las distancias.

Hace un par de años escribí un post hablando del historial de versiones, un concepto que se utiliza para las aplicaciones y los sistemas operativos, y que tasladándolo a las personas me parece un ejercicio de reflexión que puede resultar muy interesante. Nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que hemos cambiado a lo largo de los años, y sobre todo, y mucho más importante, nos recuerda todo lo que hemos conseguido.

Y lo mejor es que podemos seguir actualizándolo a medida que vayamos superando nuevos retos y consiguiendo nuevos objetivos (mi historial actualizado lo tenéis en la página sobre mí).

Hoy me ha tocado a mí añadir una nueva versión, de la que me siento muy orgullosa: en estos últimos meses me he estado formando en eneagrama, una herramienta de estudio de la personalidad humana que me parece simplemente impresionante, y que me ha ayudado enormemente tanto para comprenderme mucho mejor a mí misma como para empezar a comprender a los demás. Es una herramienta súper interesante y súper práctica, que se complementa muy bien con otras disciplinas de autoconocimiento y desarrollo personal, y que se puede aplicar también en un entorno de trabajo. A mí me atrajo en concreto como complemento del coaching, por su potencial para facilitar procesos mucho más personalizados según el eneatipo de cada cliente.

Pero eso sí, el eneagrama es muy importante aprenderlo bien, y por desgracia hay mucha confusión y muchos malentendidos con este tema, bien por quedarse en la parte más superficial y fijarse sólo en comportamientos externos, o por no llegar a entender bien las claves que caracterizan a cada eneatipo. Yo misma me pasé dos años mal identificada, creyendo que era de un eneatipo cuando en realidad era de otro… Y no soy la única ni mucho menos, es una historia que se repite muy a menudo.

Resulta muy tentador coger un atajo (o como se dice en mi tierra, atrochar) y hacer un test que nos diga de qué eneatipo somos, pero es que en realidad así no vamos a aprender nada, saldremos de ahí con un numerito sin saber lo que significa… Como siempre en el mundo del desarrollo personal, el aprendizaje viene poco a poco, a lo largo del camino. Y es un trabajo que nadie puede hacer por nosotros. Así que, si os ha picado la curiosidad y queréis empezar a aprender de eneagrama, os animo a buscar material de Alberto Peña Chavarino (en español) o de Mario Sikora (en inglés).

Y si os animáis a probar el ejercicio del historial de versiones, contadme si queréis qué tal os fue 🙂

Ritmo sostenible

¿Alguna vez te ha pasado que, tras una temporada de trabajo o estudio muy intenso, una vez que terminas ese proyecto o ese examen tan importante, o a lo mejor cuando llegan las vacaciones, tu cuerpo dice “hasta aquí”, y caes agotado o enfermo?

Es la manera que tiene la vida de avisarnos cuando el ritmo que llevamos no es sostenible.

Esto es algo que a mí me ha pasado varias veces, por suerte de manera cada vez más suave, porque ya voy aprendiendo a escuchar las señales. Señales como por ejemplo un catarro o un dolor de garganta que aparecen curiosamente el viernes por la tarde, cuando la semana laboral ya ha terminado y mi cuerpo sabe que se lo puede permitir…

Gray newtons cradle (perpetual motion device) in close up photogaphy

En el mundo del desarrollo de software, y cada vez más en otros ámbitos laborales, muchas empresas trabajan con metodologías Agile, que se basan en avanzar y conseguir resultados rápidos mediante un proceso iterativo de trabajo, adaptándose continuamente a los cambios. Y un factor clave para el éxito de estas metodologías es que ese “avanzar” suceda a un ritmo que se pueda mantener a largo plazo, que sea sostenible, en teoría indefinidamente. Porque se sabe a ciencia cierta que mantener un ritmo de trabajo demasiado fuerte durante demasiado tiempo acaba siendo perjudicial para el equipo.

Este ritmo sostenible que las empresas buscan para sus equipos se aplica también individualmente a cada persona, y es responsabilidad de cada uno de nosotros el conseguirlo. Al fin y al cabo, tanto en el trabajo como en la vida, la lista de cosas por hacer es infinita, nunca se acaba… En realidad es una carrera de fondo, mucho más parecida a una maratón que a una carrera de cien metros, así que la mejor estrategia es ir dosificando las fuerzas, y si alguna vez tenemos que correr más rápido durante un rato, después habrá que ir más despacio otro ratito, o incluso parar, para poder recuperarnos.

Pero esto que parece tan fácil de entender, a menudo se nos olvida. ¿Por qué? Quizá porque no nos damos cuenta de que es una carrera de fondo, y sólo vemos los cien metros que tenemos por delante. O quizá porque estamos tan enfrascados en la carrera que se nos olvida parar un momento a escucharnos, estar atentos a cómo nos sentimos, y a qué nos está diciendo nuestro cuerpo.

Me gusta mucho esa frase que dice que la vida primero te susurra, si no la escuchas, te habla, y si sigues sin escucharla, te grita. Dedicarnos un ratito al día a nosotros mismos, sin distracciones, sin interrupciones, y realmente escucharnos, nos ayudará a identificar esos susurros antes de que se conviertan en gritos.

Y tú, ¿de qué manera te aseguras de mantener un ritmo sostenible?

¿Película o videojuego?

¿Te gustan los videojuegos?

Yo, a día de hoy y en general, te diría que más bien no. Pero sí que hubo una época en mis años mozos el la que jugaba a algunos videojuegos.

Al Tetris, mayormente. Me encantaaaaaaaaaaaaaaaba el Tetris.

Jugaba en la Nintendo Game Boy, que en mi época era lo más de lo más en videojuegos de bolsillo. Se podía cambiar el cartucho del juego, y yo además del Tetris tenía algunos otros, incluido el Super Mario Land, al que también jugaba bastante.

Esos juegos me gustaban (y se me daban más o menos bien) porque tenían unas instrucciones muy claras: encajar piezas para ir completando líneas, o correr de izquierda a derecha dando brincos y cogiendo todas las moneditas que pudiera. Pero luego más adelante, cuando llegaron los juegos de ordenador y de consola más sofisticados, como las aventuras gráficas y demás, ya se me pasó la afición.

Hands holding a videogame remote control

Porque en esos juegos ya las instrucciones no estaban tan claras: había mucha más libertad de movimiento, y con ello, mucha más necesidad de tomar decisiones rápidas, de aventurarse, de explorar… Y yo me veía como perdida, no sabía que hacer ni hacia dónde ir, y todo eso me agobiaba. Así que llegué a un punto en el que prefería no jugar.

Prefería, por ejemplo, sentarme a ver una película, que era mucho más fácil y más cómodo.

¿Y por qué os estoy contando todo esto? Porque me gustaría plantearos hoy una reflexión sobre dos formas de ver la vida: como una película o como un videojuego.

Si elegimos ver la vida como una película, en principio es todo más fácil: no tenemos que hacer nada, sólo sentarnos cómodamente en el sofá y ver la vida pasar. Pero claro, si por lo que sea no nos gusta cómo se va desarrollando el argumento, no podemos hacer nada por cambiarlo, ni tampoco por cambiar el desenlace, porque con una película no podemos interactuar. Como mucho podemos quejarnos, o apagar la tele, o levantarnos e irnos. Pero la película sigue siendo la misma.

Por el contrario, si elegimos ver la vida como un videojuego, entonces ya tenemos que mojarnos más: nos toca levantarnos del sofá para coger los mandos, y empezar a movernos, a investigar y a decidir. Y sí, puede que metamos la pata por el camino. Pero a cambio, el videojuego nos da la oportunidad de vivir nuestra propia aventura, influyendo en el transcurso de la partida y en los resultados que vayamos obteniendo. Podemos experimentar, descubrir, sorprendernos, acertar, equivocarnos, aprender, cambiar de rumbo, y volverlo a intentar todas las veces que haga falta (¡mientras nos sigan quedando vidas!). Podemos cambiar el juego, y a medida que el juego cambia, también cambiamos nosotros.

¿Qué te parecen estas dos formas de ver la vida? ¿Y cuál eliges hoy para ti? Yo me he dado cuenta de que ya llevo muchos años viendo películas, y me estoy animando a coger los mandos del videojuego, ¿te animas a jugar tú también?

101100

Estos son los años que he cumplido esta semana: 101100.

En formato binario, por supuesto, haciendo honor a mi formación en informática y al título de este blog 🙂

Pero como las personas somos mucho, muchísimo más que una sola identidad, y además porque nunca me ha gustado esa división entre ser “de ciencias” o “de letras” (que al menos en España hace unos años se llevaba mucho), os lo cuento también con letras:

Estos son los años que he cumplido esta semana: XLIV, en números romanos.

Y ya si nos ponemos muy “frikis” (que es un término con el que sí que me identifico, porque, si lo piensas, en el fondo todos somos “frikis” de algo), lo podemos poner en hexadecimal también: 0x2C.

La única pena es que no lo he podido poner en un código de escritura que me hubiera hecho mucha ilusión, pero que por desgracia sólo tiene símbolos para las letras, y no para los números… Igual un día llevo mi frikismo al extremo y me invento los números en Dada Urka 🙂

Versión 5

Bueno, pues ha llegado el momento de añadir un número más a mi historial de versiones – la versión 5.

Aquí va:

  • V5.0 – Me empiezo a interesar por el coaching
    • V5.1 – Realizo un curso online de fundamentos del coaching, de tres meses, para ver si me gusta. Me encanta.
    • V5.2 – Me apunto a un máster universitario en coaching con inteligencia emocional y programación neurolingüística.

Los que me conocéis en persona seguramente ya sabéis que llevo años interesada en el tema del desarrollo y crecimiento personal… Curiosamente, con el coaching en concreto no me había topado hasta este mes the mayo, y la verdad es que me ha resonado un montón, este fin de semana he empezado ya el máster 🙂

wooden coach lettering

Pero, ¿qué es esto del coaching? Es verdad que “coach” es una palabra que se utiliza hoy en día para cosas a veces muy distintas, lo cual crea confusión, y también hay varias definiciones de “coaching” que se centran en aspectos diferentes. Para simplificar, podemos decir que el coaching es un proceso de acompañamiento, en el que a través de la escucha activa, las preguntas y otros recursos, el coach le facilita al coachee (o cliente) la tarea de definir sus propias metas, así como de identificar y realizar los cambios necesarios para llegar a conseguirlas.

A partir de ahora, en el blog iré compartiendo algunas cosas del mundo del coaching, y también de las muchas herramientas y recursos de los que se nutre. En cuanto a definiciones, de momento os dejo con ésta, que como mínimo da que pensar:

Un coach es alguien que te dice lo que no quieres escuchar, que te hace ver lo que no quieres ver, para que puedas ser quien siempre has sabido que podías ser.

Tom Landry

Patitos de goma

¿Os ha pasado alguna vez eso de que tenéis un problema o una duda, y el simple hecho de explicárselo a otra persona ya hace que encontréis la solución? Y no porque la otra persona haya hecho nada en especial…

De hecho, “la otra persona” no tiene ni por qué ser una persona. Puede ser incluso una cosa, como por ejemplo un patito de goma.

yellow duck toy beside green duck toy

Y digo patito de goma porque precisamente ese es el nombre que se le ha puesto a esta técnica en el mundo de la informática: el método de depuración (de código) del patito de goma, o en inglés, the rubber duck debugging method.

Este método es muy útil para cuando estás programando y te atascas intentando resolver un error (o bug), que hace que la aplicación no se comporte como debería. La idea es explicarle la situación al patito de goma, y hacerlo con todo detalle, porque por supuesto el patito no sabe absolutamente nada de tu aplicación. Así que tienes que explicar el contexto, el problema concreto que estás intentando resolver, cómo estás intentando resolverlo, lo que llevas escrito de código línea por línea… Y muchas veces lo que pasa es que al ir repasándolo todo tan al detalle, de pronto caes en la cuenta de dónde está el problema, y de cómo solucionarlo.

Super chulo, ¿verdad?

Y os preguntaréis: ¿por qué precisamente un patito de goma? Pues la verdad es que no lo sé, igual todo empezó como una broma, pero la verdad es que este método es tan útil como sencillo (una vez que te acostumbras a hablar con un pato, o con cualquier otro objeto inanimado que elijas), y que se puede usar no sólo para depurar código, sino para la vida en general.

Me imagino que esta técnica funciona tan bien porque consigue que saques el problema de tu cabeza y lo veas desde fuera, desde otra perspectiva, con lo que dejas de darle vueltas y vueltas siempre de la misma manera. Y además, al forzarte a explicarlo en voz alta y paso por paso, te ayuda a fijarte en detalles que antes podrías haber pasado por alto, con lo que aumenta la probabilidad de identificar el verdadero problema y encontrar una solución.

¿Qué os parece? ¿Estáis dispuestos a probarlo? Yo a lo mejor la próxima vez que vea un patito de goma en una tienda, me lo compro para tenerlo aquí junto al ordenador 🙂

Palabras binarias

Hoy me ha dado por reflexionar sobre el título de esta web y este blog: binary words, que traducido literalmente son palabras binarias… ¿pero qué tienen que ver las palabras con lo binario?

¿El lenguaje con los ordenadores? Pues sí que tienen que ver, y mucho.

¿Sabías que las personas no somos tan distintas de los ordenadores? Tenemos un hardware, nuestro cuerpo, que necesita energía para funcionar. Eso sí, nosotros no funcionamos con electricidad; nuestra energía viene de alimentarnos e hidratarnos bien, y de recargar pilas durmiendo y descansando 🙂

También tenemos un software, un conjunto de “programas” que están ejecutándose en nuestra mente. Al igual que con los ordenadores, algunos de los programas los ponemos en marcha nosotros, y los vemos y utilizamos conscientemente; pero además de esos, el sistema operativo ejecuta otros muchos que no se notan pero que están ahí, haciendo que todo funcione… 

Es nuestra programación inconsciente, nuestro piloto automático, basado en creencias y valores que llevamos dentro bien afianzados y que raramente nos cuestionamos, aunque a lo mejor no sean ni siquiera nuestros, y los hayamos heredado o adquirido sin darnos cuenta. Y esa programación inconsciente maneja los hilos de nuestro día a día mucho más de lo que nos podamos imaginar.

Tal vez ese piloto automático nos esté dando unos resultados que no queremos en nuestra vida. La buena noticia es que podemos reprogramarlo, una vez que encontremos ese programa o programas que nos causan dificultades, o nos impiden avanzar en la dirección que deseamos.

¿Pero cómo? ¿Cómo podemos sacar a la luz esas “líneas de código” problemáticas, y sustituirlas por otras mejores?

Un lenguaje de programación que podemos utilizar son las palabras.

Hay mucho poder en las palabras, y esto es algo que se nos olvida con frecuencia. El modo en que hablamos a los demás importa mucho. Y el modo en que nos hablamos a nosotros mismos, más todavía, porque le prestamos aún menos atención, y no nos damos cuenta de que es un factor crucial en cómo nos va la vida. 

Así que observemos la palabras que nos rodean, las que componen nuestro mundo, las que utilizamos casi sin darnos cuenta. ¿Cómo es nuestro diálogo interior? ¿Cómo nos hablamos a nosotros mismos, y en consecuencia, a los demás? ¿Qué transmiten nuestras palabras? ¿Queja, crítica, derrotismo, negatividad?

Esas palabras nos darán pistas de los programas que pueden estar minando nuestros esfuerzos por avanzar hacia donde queremos. Y poco a poco, tirando del hilo, llegaremos a ver con claridad lo que está detrás de esas palabras, y tendremos el poder de transformarlas en otras que nos ayuden y nos animen, en lugar de frenarnos. Tendremos el poder de elegir nuestro destino.

Y ya puestos a seguir con la metáfora informática: nosotros, al igual que los ordenadores, necesitamos conexión para poder funcionar plenamente. Hoy en día poco se puede hacer sin conexión a internet… En las personas puede que sea menos evidente, pero en el fondo somos seres sociales, necesitamos conectar emocionalmente con otros para tener una vida plena. Y menos evidente todavía, pero igualmente necesario, es estar en conexión con nosotros mismos, tener interés por conocernos y aprender a querernos. 

Los meses de confinamiento han puesto a prueba nuestra capacidad de conexión, y tal vez gracias a eso ahora la apreciamos más que nunca. Como dicen por aquí, it´s all fun and games until you lose your wifi signal (todo son risas y juegos hasta que pierdes la señal de wifi)