(Este artículo es el último de una serie de diez, los puedes ver todos en la categoría de ReprogramaTuVida).
Espero que la introducción a «Reprograma tu vida» y las ocho claves que hemos visto en las últimas semanas te hayan parecido interesantes. Y ahora que ya tienes toda esta información, ¡es hora de ponerte manos a la obra!
Porque de poco nos sirve acumular conocimientos si no los ponemos en práctica, y sólo pasando a la acción se consigue el verdadero cambio.
Así que, ¿por dónde quieres empezar? Te invito a elegir una de las ocho claves, y a comprometerte a practicar una acción relacionada con ella durante un periodo de tiempo, por ejemplo 21 días:
Aquí hay unos cuantos trucos para ayudarte a conseguirlo:
Elige sólo una cosa, y relativamente pequeña, en lugar de intentarlo todo a la vez. Cualquier hábito nuevo requiere esfuerzo hasta que se vuelve automático.
Pon tu compromiso por escrito – Rellena e imprime la ficha de más abajo, o haz tu propia versión en una hoja de papel, y ponla en un sitio visible para poder acordarte a diario.
¡Cuéntaselo a alguien! Muchas veces ayuda el tener que dar cuentas a otra persona.
No te desanimes si por lo que sea te saltas un día, pero asegúrate de que sea sólo uno, no te permitas saltarte dos.
Piensa en cuál será tu recompensa al acabar los 21 días, ¡y disfrútala!
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1, 2, 34, 5, 6 y 7, y la semana que viene se publicará el último episodio)
Y llegamos a la octava y última clave de «reprograma tu vida», gracias por leer hasta aquí 🙂
Como hemos ido viendo a lo largo de estas últimas semanas, se pueden encontrar muchas similitudes entre el funcionamiento de nuestra mente y el de un teléfono móvil, o un ordenador.
Esta metáfora del móvil nos puede ser muy útil, tanto para entender y asimilar ciertos conceptos que nos llegan de diferentes disciplinas (neurociencia, mindfulness, programación neurolingüística…), como para aplicarlos de forma práctica a nuestra vida diaria, modificando nuestros hábitos de manera que nos ayuden a cumplir nuestros objetivos: tener más energía vital, ser más eficientes, mejorar nuestra comunicación, y en definitiva, comprendernos mejor a nosotros mismos y a los demás.
Pero también quiero aprovechar para recordarte que esto no es más que una metáfora, una comparación, y que sólo puede llegar hasta cierto punto, porque los móviles y los ordenadores no son personas, sólo son máquinas. Muy complejas y sofisticadas, eso sí, muy inteligentes a su manera, pero máquinas al fin y al cabo.
Y las personas no somos máquinas, somos mucho más. Tú eres mucho más.
Las personas tenemos la capacidad de vivir, de crear, de sentir. De conectar con otros seres humanos, con la naturaleza, con la sabiduría profunda del Universo. De reír, de llorar, de compartir, de imaginar y de aprender, de disfrutar del momento presente y de visualizar el futuro que queremos.
Hay ciertas preguntas que una máquina nunca será capaz de responder… Te invito a reflexionar sobre algunas de ellas, para así encontrar tus propias respuestas:
¿Qué es lo que más te ilusiona y te motiva en la vida?
¿Qué es lo más importante para ti, lo que más valoras?
¿Cuál quieres que sea tu contribución, tu aportación a este mundo?
¿Cuál es ese sueño que te encantaría poder hacer realidad?
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1, 2, 34, 5 y 6, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)
A lo largo del día, el móvil nos avisa de un montón de cosas, mostrándonos mensajitos en forma de notificaciones. Algunas podemos elegir si queremos verlas o no, como los avisos de mensajes de correo electrónico o de redes sociales, pero otras son inevitables porque tienen que ver con el propio dispositivo, como los avisos de que ya queda poca batería, de si hay o no hay conexión de Wi-Fi, o cada cierto número de meses, de que el sistema operativo necesita actualizarse.
El cuerpo humano también lleva incorporado un sistema muy efectivo y sofisticado de notificaciones: son las emociones.
Las emociones se producen en respuesta a un estímulo, que puede ser real, imaginado o recordado.
Tienen un componente fisiológico: nuestro cuerpo se activa de una manera determinada, que es diferente para cada emoción.
Y también tienen un componente cognitivo: el cerebro interpreta esas señales del cuerpo para darle un sentido a lo que estemos experimentando.
Algunas emociones son aprendidas o tienen componentes culturales, pero hay varias que han sido reconocidas como universales: todos los seres humanos las compartimos y todos somos capaces de reconocer la expresiones faciales que las caracterizan.
Cada emoción llega para avisarnos de algo, para darnos un mensaje sobre lo que nos está pasando en un momento en concreto, y si sabemos escucharla, nos puede dar una información muy útil.
Las emociones pueden llegar a ser muy intensas, pero su duración es cortita, de aproximadamente un minuto y medio. El problema es cuando nos quedamos «enganchados» en esa emoción, dándole vueltas y más vueltas, porque lo que hacemos entonces es seguir generándola una y otra vez con nuestro pensamiento repetitivo. Es así como generamos un estado de ánimo determinado, que es menos intenso que la emoción pero más duradero, sin un principio y un final tan definidos.
¿Y qué podemos hacer para no quedarnos enganchados? Pues acoger esa emoción en el momento en el que aparezca, permitirnos sentirla. Dejar que nos atraviese, estando atentos, y sin tratar de evitarla ni huir de ella. Eso nos va a permitir reconocerla, ponerle nombre, y escuchar el mensaje que nos viene a traer. Porque una vez entregado el mensaje, la emoción ya ha cumplido con su misión, ya se puede marchar. Y nosotros podemos dejar que se marche, y utilizar la información que nos ha dado para tomar una decisión y actuar en consecuencia.
Alegría
¿De qué me avisa? – De algo agradable y placentero, de haber alcanzado una meta.
¿Para qué? – ¡Para disfrutarlo!
Además… – Mi cara sonriente muestra cordialidad, transmite a los demás: «no soy una amenaza para ti».
Sorpresa
¿De qué me avisa? – De algo nuevo, repentino e inesperado.
¿Para qué? – Para centrar la atención.
Además… – Los ojos se me abren mucho para poder fijarme bien, e investigar eso nuevo que acaba de aparecer.
Miedo
¿De qué me avisa? – De un peligro que amenaza mi seguridad.
¿Para qué? – Para evitar o mitigar el daño.
Además… – Mis sentidos se agudizan, y mi organismo se prepara para protegerse del peligro.
Ira
¿De qué me avisa? – De un obstáculo que se interpone, o de que se ha transgredido un límite que es importante para mí.
¿Para qué? – Para apartar el obstáculo o defender mis límites.
Además… – Me preparo para atacar.
Tristeza
¿De qué me avisa? – De la pérdida de algo valioso, o de una necesidad no cubierta.
¿Para qué? – Para buscar ayuda, o tomarme un tiempo para recuperarme.
Además… – Mi dolor emocional puede ir acompañado de dolor físico.
Asco
¿De qué me avisa? – De una sustancia o situación potencialmente nociva.
¿Para qué? – Para evitar contaminarme.
Además… – La sensación de repugnancia hace que evite aquello que no es bueno para mí.
¿Cuáles de estas notificaciones recibes más a menudo? ¿Y qué sueles hacer cuando las notas? Si te ha parecido interesante este tema, aquí tienes otro artículo que escribí hace tiempo sobre las emociones.
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1, 2, 34 y 5, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)
Una ventaja enorme de los teléfonos móviles es que podemos utilizarlos para infinidad de cosas, siempre que nos instalemos la aplicación correspondiente. Ya suelen venir de fábrica con las aplicaciones básicas instaladas, y para añadir más, basta con hacer una búsqueda en la «app store», encontrar lo que necesitamos y pulsar un botón para instalar, a menudo gratis o por un precio simbólico.
Incluso durante los ratos en que parece estar en reposo, el móvil siempre está «haciendo algo» mientras está encendido. Como mínimo, se mantiene alerta por si le llega una llamada o un mensaje, y luego además puede estar ejecutando aplicaciones «en segundo plano», como por ejemplo para contar tus pasos, registrar tu localización en el mapa, o por supuesto ponerte música de fondo si te apetece.
De manera parecida, nuestra mente también está siempre «haciendo algo», siempre está pensando. Y si no le damos conscientemente algo en lo que pensar, ya se lo busca ella, muchas veces de formas que no nos ayudan en absoluto.
Así pues, ¿qué «apps» nos podríamos «instalar» nosotros en la mente, para que nos ayudaran en lugar de perjudicarnos? Aquí van un par de sugerencias.
Pensamiento positivo y agradecimiento
El cerebro inconscientemente se dedica a buscar más de aquello a lo que le prestamos atención. Así que, si nos centramos en apreciar y agradecer las cosas positivas que ya hay en nuestra vida, el cerebro nos irá encontrando más, y así cada vez percibiremos más cosas que nos gusten, y nos iremos sintiendo cada vez mejor.
Uso sistemático de la negación
Lo mismo también funciona en dirección contraria, es decir, si nos centramos en las cosas negativas, iremos encontrando cada vez más. Pero, ¿y si hubiera un truco para que incluso las cosas que no nos gustan tanto se las pudiéramos presentar al cerebro de una manera más positiva? La programación neurolingüística nos dice que sí lo hay.
Por ejemplo, si un día en concreto yo me encuentro muy cansado, puedo elegir decir «estoy agotado». La palabra «agotado» tiene cierto efecto sobre mi mente, e incluso mi cuerpo, de manera que me siento cansado sólo de pensarlo. Pero si en cambio digo, «no tengo mucha energía», el significado es muy parecido, pero el efecto que tienen en mí las palabras es completamente distinto. Incluso puede ser que sienta un poquitín más de energía al expresarlo así, en lugar de cansarme todavía más, y eso me puede ayudar a sobrellevar el día hasta que finalmente pueda irme a casa y descansar.
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1, 2, 3 y 4, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)
¿Alguna vez has visto el código fuente de un programa informático, o de una aplicación de móvil? Existen muchos lenguajes de programación diferentes, que son básicamente formas de darle instrucciones a la máquina de manera que las pueda entender. Cada programa o aplicación es una lista de instrucciones paso por paso, enseñándole al dispositivo lo que tiene que hacer para realizar una tarea determinada. Y muchos de esos pasos tienen que ver con procesar la información que le llega del exterior (tanto de internet como del usuario, a través de los botones, el teclado, el micrófono…), almacenar esa información en su memoria, y representarla a través de la pantalla, los altavoces, etc.
En el caso de los humanos, esas instrucciones están en nuestro cerebro, en forma de filtros con los que procesamos la percepción de la realidad que nos llega del exterior a través de los sentidos. Nuestra mente consciente no es capaz de asimilar el torrente continuo de información que le llega, que son millones y millones de datos por segundo, y por eso el cerebro construye esos filtros, con los que selecciona la información más relevante y la simplifica, de forma que tenga sentido para nosotros y nos permita funcionar y desenvolvernos en este mundo.
Esos filtros son esenciales para nuestra supervivencia, y en general son tremendamente útiles, pero muchas veces también pueden jugar en nuestra contra, si no somos conscientes de ellos. Porque nuestra mente funciona a base de patrones, y con el fin de simplificar esa información que le llega de los sentidos, construye patrones quegeneralizan, distorsionan y omiten parte de nuestra percepción de la realidad.
¿Y cómo lo hace? A través del lenguaje. El «lenguaje de programación» que utilizamos los humanos es literalmente el lenguaje, la palabra. Es lo que usamos para comunicarnos unos con otros, para transmitir ideas, pero también internamente para pensar y dar sentido a los conceptos en nuestra mente.
La programación neurolingüística identifica esos patrones de generalización, distorsión y omisión de la información a través de lo que llama el metamodelo del lenguaje, y explica cómo los patrones crean ambigüedades que entorpecen nuestra capacidad para comprender las situaciones, limitando nuestras opciones a la hora de enfrentarnos a ellas.
Estos patrones del metamodelo están muy presentes en nuestro día a día; si prestamos un poco de atención a nuestro diálogo interno y externo, veremos que los usamos con mucha frecuencia. Y normalmente no pasa nada porque haya un poco de ambigüedad en el lenguaje, es nuestra forma natural de comunicarnos, y sería agotador tener que ser exactos y precisos en todo momento. Pero hay ocasiones en las que sí nos merece la pena ser más precisos, y es cuando estamos dándole vueltas a algo, intentando solucionar un problema, o tratando de superar un reto.
Por poner un ejemplo extremo: si yo pienso y digo que «mi vida es un desastre», esa una frase tan abstracta que se me hace todo un mundo, y siento que no puedo hacer nada frente a ese problema, no sé ni por dónde empezar a arreglarlo. En cambio, si pienso y digo que «me siento triste porque acabo de tener una discusión con mi pareja», eso ya es mucho más concreto, más tangible, y expresa claramente cuál es el problema, con lo que me resulta mucho más fácil buscar maneras de solucionarlo.
A continuación vamos a ver unos cuantos ejemplos de generalizaciones, distorsiones y omisiones, cómo identificarlas a grandes rasgos, y lo que podemos hacer cuando nos las encontremos. La idea siempre es intentar deshacer la ambigüedad todo lo posible, «rellenando los huecos» con palabras explícitas en lugar de dejar espacio para la interpretación, y que así la situación quede definida con mayor claridad.
Generalizaciones
Síntoma – Palabras absolutas: todo, nada, siempre, nunca…
¿Qué hacer? – Cuestionar si esa regla general es válida en todos los casos.
Ejemplos:
Tengo que seguir en este trabajo.
Es imposible hacerse rico rápidamente.
Todos están en mi contra.
No puedo cambiar.
Siempre llego la última.
Nunca me salgo con la mía.
De este grupo, las más fáciles de pillar son los «siempres» y los «nuncas», y si no, que se lo pregunten a mis hijas 🙂
Distorsiones
Síntoma – Sacar conclusiones dando algo por hecho.
¿Qué hacer? – Sacar a la luz lo que se está presuponiendo.
Ejemplos:
Tu padre no me comprende.
No me llamaste ayer, no me quieres nada…
La voz de esa mujer me da dolor de cabeza.
¿Qué vas a limpiar primero, el baño o la cocina?
Esta última fórmula sí que puede venir bien utilizarla a propósito, por ejemplo para dar opciones a los niños pero dentro de los parámetros que nosotros pongamos (¿qué fruta vas a comer, manzana o plátano?), o incluso para motivarnos a nosotros mismos – ¡aquí no hay opción de no limpiar!
Omisiones
Síntoma – Falta información, o se usan palabras muy abstractas.
¿Qué hacer? – Especificar lo que falte, concretar lo abstracto.
Ejemplos:
Esto no tiene solución.
Me molesta su actitud.
Hay que beber dos litros de agua al día.
La gente critica mucho.
Lo puedes hacer mejor.
Tengo un problema.
Aquí se trata de ir tirando del hilo para que vaya saliendo lo que se quedó sin decir: ¿Qué exactamente? ¿Eso quién lo dice? ¿Mejor que qué?
¿Qué te parecen todos estos patrones, te quedan más o menos claros? Intenta «pillarte» utilizándolos esta semana, y te sorprenderás de cuántas veces aparecen…
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1, 2 y 3, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)
¿Alguna vez te paras a contar las aplicaciones que tienes abiertas en el móvil, funcionando todas a la vez? Los móviles, como todos los ordenadores, están diseñados para poder ejecutar un montón de programas en paralelo; algunos son muy fáciles de identificar, como las aplicaciones que tenemos instaladas y que vamos usando, y luego hay otros, como los procesos del sistema operativo, que normalmente ni siquiera notamos que están ahí, pero que son imprescindibles.
Las personas funcionamos de manera parecida: nuestra mente consciente realiza una serie de tareas voluntarias, las que nosotros decidimos hacer, que podríamos comparar con las aplicaciones. Pero además, al mismo tiempo, nuestro inconsciente está efectuando otras muchas tareas de manera automática y completamente involuntaria, sin que intervenga para nada nuestro pensamiento: recibe y procesa constantemente la información que le llega tanto del exterior como de los órganos del cuerpo, y regula todas nuestras funciones corporales para adaptarse al entorno y a cada situación.
Pero también hay una gran diferencia en nuestra forma de funcionar, y es que el cerebro humano sólo es capaz de centrar su atención consciente en una cosa cada vez, Podemos crearnos la ilusión de estar haciendo varias tareas al mismo tiempo, es el famoso multi-tasking, pero en realidad lo que pasa en esos casos es que estamos cambiando de contexto muy deprisa, muchas veces, y con cada cambio nos cuesta un esfuerzo volver a concentrarnos otra vez en la tarea, con lo cual al final nos distraemos más, rendimos menos, y acabamos agotando a nuestro cerebro.
Multitarea = atención parcial discontinua
Así que, de la misma manera que, cuando el móvil nos empieza a ir muy lento porque está sobrecargado con tantas aplicaciones, cerramos unas cuantas y enseguida empieza a funcionar mejor, cuanto más podamos «cerrar otras aplicaciones» en nuestra mente y centrarnos solamente en la tarea que tenemos delante, más eficientes y productivos podremos ser, y menos cansancio mental acumularemos.
De hecho, en esto se basan todas las técnicas y ejercicios de mindfulness: en aprender a centrarnos en el aquí y ahora, en el momento presente, y a dirigir nuestra atención de forma consciente.
Esto nos trae además otra ventaja adicional, algo que nos hace mucha falta en estos tiempos, y es la capacidad de concentrarnos más profundamente en una tarea, cosa que no es posible con el multi-tasking, Una vez que recuperamos esa capacidad de concentrarnos, como cuando de pequeños nos poníamos a jugar y se nos pasaban las horas, es mucho más fácil que surja la creatividad, y que las ideas fluyan libremente.
(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1 y 2, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)
Los móviles de hoy en día pueden pasarse muchos días encendidos, pero de vez en cuando es necesario reiniciarlos, y en ese momento, realizan una serie de tareas y actualizaciones para poder seguir funcionando de manera óptima.
Las personas tenemos la suerte de reiniciarnos a diario, y podemos aprovechar esos momentos tan especiales del principio y el final del día para volver a nuestro centro: conectar con nosotros mismos, valorar nuestros objetivos y prioridades, y así vivir cada día desde la intención, tomando nuestras propias decisiones, en lugar de simplemente reaccionar a lo que nos pasa y dejarnos llevar por los acontecimientos.
Al levantarte
¿Qué puedes incluir en tu rutina de la mañana para que te ayude a empezar el día con buen pie? No tiene por qué ser nada elaborado, lo más importante es que te funcione a ti, porque este es el tiempo que te estás dedicando a ti mismo, a tu desarrollo personal.
Aquí van unas cuantas sugerencias:
Respirar conscientemente
Planificar/visualizar tu día
Leer un libro que te inspire
Escribir tus pensamientos
Repetirte afirmaciones positivas
Agradecer lo que ya tienes
Meditar
Hacer yoga o estiramientos
Salir a pasear, a correr, a hacer deporte…
Prepararte un desayuno especial
Antes de irte a dormir
Las mismas ideas sirven para la rutina de la noche, o si prefieres algo más sencillo, te propongo apuntar cada día estas cuatro cosas en un cuaderno, siguiendo el acrónimo AMOR:
A de AGRADECIMIENTO: ¿De qué me siento agradecido hoy?
M de MEJORABLE: ¿Qué me había propuesto y no llegué a conseguir? ¿Qué haría de manera diferente?
O de ORGULLOSO: ¿Qué es lo que sí he conseguido? ¿Qué obstáculos he superado?
R de REFLEXIÓN: ¿Qué sorpresas me he encontrado por el camino? ¿Qué he aprendido?
¿Qué te parecen estas ideas para resetearte cada día? ¿Qué es lo que te funciona mejor a ti?
Al igual que los móviles y ordenadores vienen con un hardware de fábrica que les permite realizar ciertas funciones con más eficiencia, los seres humanos venimos con ciertas características y tendencias naturales, que hacen que unas tareas se nos den mejor que otras. Cuanto mejor conozcamos esas “prestaciones”, las nuestras y las de los demás, mejor podremos aprovecharlas para entendernos y comunicarnos mejor.
Desde antes de nacer y durante toda nuestra vida, los seres humanos percibimos la realidad a través de los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. La mayoría de nosotros, de forma natural, les damos más preferencia a unos sentidos que a otros, y eso determina nuestra manera de entender el mundo, a la vez que influye en nuestro comportamiento y en nuestra forma de expresamos.
Desde la perspectiva de la programación neurolingüística se definen varias maneras de representar la realidad; son los llamados sistemas representacionales: visual, kinestésico, auditivo y digital.
Casi todos tenemos un estilo representacional dominante, aunque en realidad todos los tenemos todos, en mayor o menor medida. Lo ideal trabajar los diferentes estilos para llegar a un equilibrio, y poder elegir utilizar el que más nos convenga en cada situación, pues cada uno de ellos es especialmente útil en determinados contextos.
Cada sistema representacional se identifica por el uso de ciertas palabras y expresiones, además de reflejarse en los gestos, habilidades y comportamientos de la persona. Veámoslos uno por uno.
Visual
Piensan y hablan en imágenes
Se fijan más en los detalles visuales y en los rostros
Tienen un alto nivel de energía, siempre están haciendo algo
Valoran la imagen, van bien arreglados
Suelen tener su casa y sus cosas ordenadas
Hablan rápido, alto y claro
Piensan rápido, aprenden y olvidan rápido
Captan toda la situación en su conjunto
Mantienen una postura recta, la mirada a la altura de la del otro
Mueven mucho las manos y los brazos
Mantienen la distancia con el otro
Aunque se enfaden, no guardan rencor
Ejemplos de expresiones: a simple vista, está bien visto, ya veremos…
Kinestésico
Registran las experiencias con su cuerpo, sus sentimientos, y así las recuerdan
Son personas relajadas, tranquilas, muy sensibles
Visten cómodamente, la moda no les interesa
Se mueven despacio, sin prisas
Su postura es sumisa, con la mirada baja
Respiración baja, voz lenta, volumen suave
Aprenden lento, a través de la experiencia
Lo que aprenden, lo aprenden para siempre
Desean cercanía con las personas, contacto
Son divertidos, odian el conflicto
Pueden ser rencorosos y vengativos
Ejemplos de expresiones: meterse en camisa de once varas, una discusión acalorada…
Auditivo
Utilizan los sonidos para crear experiencias
Se fijan en lo que dice la gente y con qué tono, y así lo recuerdan
Su nivel de energía es tranquilo
Visten cómodamente, les da igual qué ponerse
Su postura tiende a mirar hacia abajo
No miran para escuchar, ponen el oído
Les molestan los ruidos estridentes y chillones
Lo pasan mal si hay mucho ruido de fondo, les cuesta filtrar, lo oyen todo
A menudo se confunden los sistemas auditivo y digital
<1% de la población es auditivo primario
Ejemplos de expresiones: me suena su nombre, hacer oídos sordos, llamar la atención…
Digital
Necesitan datos, información, entender como funciona el mundo
Piensan de forma muy estructurada y lógica
Apenas muestran emociones, les gusta pensar bien las cosas
Aprenden razonando mentalmente
Memorizan pasos, procedimientos, secuencias
Lo importante son las palabras, ser preciso
Deciden basándose en los hechos, la lógica, los datos
Pasan bastante tiempo hablando solos
Se suelen colocar en postura ladeada, manteniendo cierta distancia
Prefieren no mirar o retiran rápido la mirada
Su tono de voz es monótono y repetitivo
Ejemplos de expresiones: tiene sentido; paso 1, paso 2, paso 3…
Curioso, ¿verdad? Es casi como si cada uno de estos estilos fuera un idioma diferente que hablamos sin darnos cuenta, y cuando nos encontramos con personas que perciben las cosas y se expresan de forma distinta a la nuestra, surgen los malentendidos. Por eso resulta tan útil conocerlos y saber manejarlos, para poder adaptarnos y hablar en el idioma preferido de la otra persona cuando la ocasión lo requiera.
Y tú, ¿con cuál o cuáles de los sistemas representacionales te identificas más? ¿Y con cuál menos?
Creo que esto es algo que todos hemos experimentado en algún momento: por muy moderno y supermaravilloso que sea nuestro móvil, si se nos olvida cargar la batería, de poco nos sirve. Un móvil con poca batería tiene un funcionamiento más limitado, y ya si se le agota del todo, directamente deja de funcionar.
De manera parecida, las personas también necesitamos energía para funcionar, aunque el tipo de energía que utilicemos y la manera en que “recarguemos pilas” sean diferentes.
Esto puede parecer una tontería, pero no lo es. Es sorprendente la cantidad de veces que descuidamos nuestras necesidades más básicas, seguramente porque no nos damos cuenta de cómo esas carencias nos roban la energía e interfieren en nuestro rendimiento. Y aunque no tengamos un indicador automático que nos diga el porcentaje de batería que nos queda, nuestro cuerpo sí que nos manda señales indicando lo que le hace falta, pero sólo podemos escucharlas si estamos atentos.
Así que antes de proceder con las tareas de reprogramación, te propongo hacer un recorrido por los cuidados básicos de tu dispositivo (que es tu cuerpo), y en especial de su procesador central (el cerebro), y hacer los ajustes necesarios para que se mantengan en un estado óptimo de energía.
Descanso
Al igual que cualquier móvil tiene que recargar su batería de vez en cuando, las personas necesitamos dormir y descansar a diario, por muchas razones.
Dejando aparte el hecho de que nuestro cuerpo en general necesita dormir un número de horas al día para reponerse y recuperar fuerzas, para nuestro cerebro las horas de sueño son especialmente importantes, ya que en ellas se producen ciertos procesos que nos ayudan a asimilar lo aprendido durante el día, además de otros procesos de limpieza y regeneración celular. Digamos que el cerebro aprovecha esos ratos de reposo para hacer sus tareas de mantenimiento, al igual que los ordenadores antiguos aprovechaban para “desfragmentar” el disco duro.
Pero para eso se debe llegar a un sueño profundo, de calidad. No vale dormir horas de menos para luego “recuperarlas” más adelante, no funciona así… Lo mejor que podemos hacer es darle al descanso la prioridad que se merece, establecer rutinas que favorezcan un sueño profundo y reparador, y recordar que descansar no es una pérdida de tiempo sino todo lo contrario, es algo fundamental para nuestra salud.
Dieta
Nuestro cuerpo también necesita recibir elementos del exterior, para transformarlos y producir su propia energía:
Alimentos: una dieta variada y saludable, lo más natural posible, nos nutre y nos proporciona mucha energía, mientras que el comer de cualquier manera nos puede acarrear todo tipo de problemas, unos más obvios e inmediatos que otros.
Agua: nuestro cuerpo está compuesto mayoritariamente por agua, y parte de esa agua se va perdiendo y hay que reponerla. La deshidrataciön no siempre es fácil de detectar, y puede afectarnos mucho tanto física como anímicamente.
Aire: el oxígeno también es vital para que nuestro cuerpo funcione. Respirando conscientemente más a menudo conseguimos una mejor oxigenación de las células, además de la capacidad de calmarnos y de conectar más profundamente con nosotros mismos.
Todo esto se aplica a nuestro cuerpo en general, y también al cerebro, que es el órgano más avanzado y más complejo de todos, y que tiene unas necesidades muy específicas. A pesar de constituir solamente el 2% del peso corporal, el cerebro consume aproximadamente el 20% de la glucosa disponible, el 50% del oxígeno, y grandes cantidades de agua (de hecho, es un 80% agua). Así que, para ayudarle a funcionar a pleno rendimiento, cuidemos de que tenga todo lo que necesita.
Ejercicio
Los seres humanos estamos diseñados para movernos, no para estar todo el día sentados. El hacer ejercicio regularmente nos proporciona multitud de beneficios:
Físicamente – hacer ejercicio nos proporciona energía y vitalidad, fortalece el sistema inmunológico, y nos ayuda a mantenernos en forma y a descansar mejor.
Mentalmente – se ha comprobado que el ejercicio físico influye positivamente en la actividad cerebral, por ejemplo en áreas como el aprendizaje, la memoria, las funciones cognitivas y la toma de decisiones.
Anímicamente – el ejercicio diario es nuestro mejor aliado para combatir la ansiedad y la depresión, reducir el estrés y gozar de mejor humor en general, ya que libera endorfinas que nos generan bienestar, además de otras hormonas como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina, que nos ayudan a regularnos emocionalmente.
Elige un tipo de ejercicio que te guste y te motive, y así te será más fácil mantener el habito: puede ser tu deporte favorito, nadar, correr, bailar, hacer yoga… Lo importante es moverse, y hacerlo a menudo.
Conexión
Hoy en día no concebimos un móvil o un ordenador sin conexión a internet, ¿verdad? Podríamos hacer algunas cosas offline, pero no muchas, cada vez menos.
Las personas también necesitamos conexión, somos seres sociales por naturaleza, y estamos programados para conectar con otras personas. Nuestro cerebro está adaptado para vivir en sociedad, para cooperar con otros, y también para empatizar con sus emociones.
A veces se nos olvida la importancia de estar en contacto con nuestros seres queridos, de compartir, de aportar nuestro granito de arena, y así sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos. Esa conexión con los demás, ese sentimiento de pertenencia a una familia, a un grupo de amigos, a una comunidad, nos da una base sólida desde la que poder enfrentarnos a los retos que nos presenta la vida,
Pero tanto o más importante es saber conectar también con nosotros mismos, apartar las distracciones y escucharnos de verdad, conocernos, descubrirnos. Merece la pena invertir en ser nuestro propio mejor amigo, puesto que somos la única persona que sabemos que nos va a acompañar durante toda la vida.
(Hasta aquí la clave número 1, la semana que viene, más…)
Empezamos hoy una serie de artículos en los que os voy a ir mostrando el contenido de mi ebook, primeros pasos para reprogramar tu vida, donde relaciono (cómo no) conceptos de informática con el mundo del desarrollo personal. Espero que os guste y que os resulte útil.
Muchas veces en nuestra vida queremos hacer un cambio, alcanzar un objetivo, convertir un sueño en realidad… Pero, ¿por dónde empezar?
En realidad, todo empieza en nuestra mente. La mente humana es maravillosa, mucho más potente que cualquier ordenador que se haya fabricado, y es capaz de generar infinitas posibilidades para nuestra vida. Pero para que esas posibilidades vayan en la dirección que nosotros queremos, tenemos que aprender a hacer que trabaje a nuestro favor, y no en nuestra contra, que es lo que hace a veces inconscientemente.
A través de estas páginas te invito, utilizando la metáfora de un teléfono móvil, a explorar cómo reprogramar tu mente, y tu vida, para acercarte más a los resultados que quieres obtener. Por favor, siéntete con total libertad para cuestionar las ideas que leas aquí, animarte a probar las sugerencias que resuenen contigo, y permitirte no hacer caso de lo que no consideres oportuno. Al fin y al cabo, se trata de mantener una mente abierta y llena de curiosidad, y de experimentar para encontrar lo que mejor nos funciona a cada uno.
¡Disfruta la aventura! Y si quieres compartir conmigo tu experiencia, escríbeme a binarybea@binarywords.com, y estaré encantada de leerte.
¿Y si le pudieras sacar a tu vida tanto partido como a tu móvil?
¿Alguna vez sientes que ya no puedes vivir sin tu móvil? Es increíble la cantidad de cosas para las que lo usamos todos los días, ¿verdad? Infinidad de aplicaciones que nos hacen la vida más fácil: desde mandar mensajes hasta pagar en el supermercado, encontrar nuestro camino sin perdernos, ver nuestra serie favorita…
Y es que un móvil es una herramienta maravillosa, una auténtica supermáquina en formato de bolsillo, y además muy fácil de utilizar. Y lo mejor de todo es que lo podemos configurar a nuestro gusto: ponerle un fondo de pantalla personalizado, instalar y desinstalar aplicaciones según nos convenga… A nada que sepamos utilizarlo, podemos sacarle mucho partido.
Ojalá fuera así de fácil con nuestra vida, ¿verdad? Tener la capacidad de pulsar un botón, y que mágicamente pasara lo que nosotros queremos… Porque, sinceramente, lo que nos ofrece el móvil está muy bien, pero en el fondo todos sabemos que lo mejor de la vida sucede fuera de la pantalla.
Es fuera de la pantalla donde realmente vivimos, donde nos enfrentamos a las alegrías, las sorpresas y los retos que nos va presentando la vida. Donde queremos cambiar las cosas que no nos gustan, o que sabemos que podrían ser mucho mejores de lo que son.
¿Y no estaría genial poder instalarnos una app en la cabeza para poder hacer todos esos cambios que queremos, para poder configurar nuestra vida a nuestra manera?
Curiosamente, la mente humana se parece mucho más de lo que pensamos a un móvil, o a un ordenador: también está “programada” para funcionar de una determinada manera, y esos “programas” que utiliza (patrones de lenguaje y de comportamiento heredados o aprendidos) los podemos cambiar, promoviendo así los cambios que queramos en nuestra vida.
¿Y eso cómo se hace? Bueno, quizá no sea tan sencillo y tan rápido como darle a un botón, pero una vez que sepas cómo hacerlo y te pongas manos a la obra, puede que los resultados te sorprendan. Te hará falta, eso sí, tener paciencia, y dedicarle tiempo y atención, puesto que esos viejos patrones seguramente lleven muchos años ahí instalados, y al cerebro al principio le cuesta mucho más “ejecutar” los programas nuevos que los viejos.
¿Listo para empezar la aventura de reprogramar tu vida? En las próximas semanas te iré ofreciendo ocho claves para dar los primeros pasos, ¡adelante!