Reprograma tu vida, episodio 6: Decide qué apps quieres instalar

(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0123 4 y 5, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)

Una ventaja enorme de los teléfonos móviles es que podemos utilizarlos para infinidad de cosas, siempre que nos instalemos la aplicación correspondiente. Ya suelen venir de fábrica con las aplicaciones básicas instaladas, y para añadir más, basta con hacer una búsqueda en la «app store», encontrar lo que necesitamos y pulsar un botón para instalar, a menudo gratis o por un precio simbólico.

Incluso durante los ratos en que parece estar en reposo, el móvil siempre está «haciendo algo» mientras está encendido. Como mínimo, se mantiene alerta por si le llega una llamada o un mensaje, y luego además puede estar ejecutando aplicaciones «en segundo plano», como por ejemplo para contar tus pasos, registrar tu localización en el mapa, o por supuesto ponerte música de fondo si te apetece.

De manera parecida, nuestra mente también está siempre «haciendo algo», siempre está pensando. Y si no le damos conscientemente algo en lo que pensar, ya se lo busca ella, muchas veces de formas que no nos ayudan en absoluto.

Así pues, ¿qué «apps» nos podríamos «instalar» nosotros en la mente, para que nos ayudaran en lugar de perjudicarnos? Aquí van un par de sugerencias.

Pensamiento positivo y agradecimiento

El cerebro inconscientemente se dedica a buscar más de aquello a lo que le prestamos atención. Así que, si nos centramos en apreciar y agradecer las cosas positivas que ya hay en nuestra vida, el cerebro nos irá encontrando más, y así cada vez percibiremos más cosas que nos gusten, y nos iremos sintiendo cada vez mejor.

Uso sistemático de la negación

Lo mismo también funciona en dirección contraria, es decir, si nos centramos en las cosas negativas, iremos encontrando cada vez más. Pero, ¿y si hubiera un truco para que incluso las cosas que no nos gustan tanto se las pudiéramos presentar al cerebro de una manera más positiva? La programación neurolingüística nos dice que sí lo hay.

Por ejemplo, si un día en concreto yo me encuentro muy cansado, puedo elegir decir «estoy agotado». La palabra «agotado» tiene cierto efecto sobre mi mente, e incluso mi cuerpo, de manera que me siento cansado sólo de pensarlo. Pero si en cambio digo, «no tengo mucha energía», el significado es muy parecido, pero el efecto que tienen en mí las palabras es completamente distinto. Incluso puede ser que sienta un poquitín más de energía al expresarlo así, en lugar de cansarme todavía más, y eso me puede ayudar a sobrellevar el día hasta que finalmente pueda irme a casa y descansar.

Reprograma tu vida, episodio 5: Elige tu lenguaje de programación

(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 012, 3 y 4, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)

¿Alguna vez has visto el código fuente de un programa informático, o de una aplicación de móvil? Existen muchos lenguajes de programación diferentes, que son básicamente formas de darle instrucciones a la máquina de manera que las pueda entender. Cada programa o aplicación es una lista de instrucciones paso por paso, enseñándole al dispositivo lo que tiene que hacer para realizar una tarea determinada. Y muchos de esos pasos tienen que ver con procesar la información que le llega del exterior (tanto de internet como del usuario, a través de los botones, el teclado, el micrófono…), almacenar esa información en su memoria, y representarla a través de la pantalla, los altavoces, etc.

Several lines of HTML code showing on a computer screen

En el caso de los humanos, esas instrucciones están en nuestro cerebro, en forma de filtros con los que procesamos la percepción de la realidad que nos llega del exterior a través de los sentidos. Nuestra mente consciente no es capaz de asimilar el torrente continuo de información que le llega, que son millones y millones de datos por segundo, y por eso el cerebro construye esos filtros, con los que selecciona la información más relevante y la simplifica, de forma que tenga sentido para nosotros y nos permita funcionar y desenvolvernos en este mundo.

Esos filtros son esenciales para nuestra supervivencia, y en general son tremendamente útiles, pero muchas veces también pueden jugar en nuestra contra, si no somos conscientes de ellos. Porque nuestra mente funciona a base de patrones, y con el fin de simplificar esa información que le llega de los sentidos, construye patrones quegeneralizan, distorsionan y omiten parte de nuestra percepción de la realidad.

¿Y cómo lo hace? A través del lenguaje. El «lenguaje de programación» que utilizamos los humanos es literalmente el lenguaje, la palabra. Es lo que usamos para comunicarnos unos con otros, para transmitir ideas, pero también internamente para pensar y dar sentido a los conceptos en nuestra mente.

La programación neurolingüística identifica esos patrones de generalización, distorsión y omisión de la información a través de lo que llama el metamodelo del lenguaje, y explica cómo los patrones crean ambigüedades que entorpecen nuestra capacidad para comprender las situaciones, limitando nuestras opciones a la hora de enfrentarnos a ellas.

Estos patrones del metamodelo están muy presentes en nuestro día a día; si prestamos un poco de atención a nuestro diálogo interno y externo, veremos que los usamos con mucha frecuencia. Y normalmente no pasa nada porque haya un poco de ambigüedad en el lenguaje, es nuestra forma natural de comunicarnos, y sería agotador tener que ser exactos y precisos en todo momento. Pero hay ocasiones en las que sí nos merece la pena ser más precisos, y es cuando estamos dándole vueltas a algo, intentando solucionar un problema, o tratando de superar un reto.

Por poner un ejemplo extremo: si yo pienso y digo que «mi vida es un desastre», esa una frase tan abstracta que se me hace todo un mundo, y siento que no puedo hacer nada frente a ese problema, no sé ni por dónde empezar a arreglarlo. En cambio, si pienso y digo que «me siento triste porque acabo de tener una discusión con mi pareja», eso ya es mucho más concreto, más tangible, y expresa claramente cuál es el problema, con lo que me resulta mucho más fácil buscar maneras de solucionarlo.

A continuación vamos a ver unos cuantos ejemplos de generalizaciones, distorsiones y omisiones, cómo identificarlas a grandes rasgos, y lo que podemos hacer cuando nos las encontremos. La idea siempre es intentar deshacer la ambigüedad todo lo posible, «rellenando los huecos» con palabras explícitas en lugar de dejar espacio para la interpretación, y que así la situación quede definida con mayor claridad.

Generalizaciones

  • Síntoma – Palabras absolutas: todo, nada, siempre, nunca…
  • ¿Qué hacer? – Cuestionar si esa regla general es válida en todos los casos.
  • Ejemplos:
    • Tengo que seguir en este trabajo.
    • Es imposible hacerse rico rápidamente.
    • Todos están en mi contra.
    • No puedo cambiar.
    • Siempre llego la última.
    • Nunca me salgo con la mía.

De este grupo, las más fáciles de pillar son los «siempres» y los «nuncas», y si no, que se lo pregunten a mis hijas 🙂

Distorsiones

  • Síntoma – Sacar conclusiones dando algo por hecho.
  • ¿Qué hacer? – Sacar a la luz lo que se está presuponiendo.
  • Ejemplos:
    • Tu padre no me comprende.
    • No me llamaste ayer, no me quieres nada…
    • La voz de esa mujer me da dolor de cabeza.
    • ¿Qué vas a limpiar primero, el baño o la cocina?

Esta última fórmula sí que puede venir bien utilizarla a propósito, por ejemplo para dar opciones a los niños pero dentro de los parámetros que nosotros pongamos (¿qué fruta vas a comer, manzana o plátano?), o incluso para motivarnos a nosotros mismos – ¡aquí no hay opción de no limpiar!

Omisiones

  • Síntoma – Falta información, o se usan palabras muy abstractas.
  • ¿Qué hacer? – Especificar lo que falte, concretar lo abstracto.
  • Ejemplos:
    • Esto no tiene solución.
    • Me molesta su actitud.
    • Hay que beber dos litros de agua al día.
    • La gente critica mucho.
    • Lo puedes hacer mejor.
    • Tengo un problema.

Aquí se trata de ir tirando del hilo para que vaya saliendo lo que se quedó sin decir: ¿Qué exactamente? ¿Eso quién lo dice? ¿Mejor que qué?

¿Qué te parecen todos estos patrones, te quedan más o menos claros? Intenta «pillarte» utilizándolos esta semana, y te sorprenderás de cuántas veces aparecen…

Reprograma tu vida, episodio 4: Optimiza el rendimiento de tu memoria

(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 012 y 3, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)

¿Alguna vez te paras a contar las aplicaciones que tienes abiertas en el móvil, funcionando todas a la vez? Los móviles, como todos los ordenadores, están diseñados para poder ejecutar un montón de programas en paralelo; algunos son muy fáciles de identificar, como las aplicaciones que tenemos instaladas y que vamos usando, y luego hay otros, como los procesos del sistema operativo, que normalmente ni siquiera notamos que están ahí, pero que son imprescindibles.

Image showing a computer motherboard with all its components

Las personas funcionamos de manera parecida: nuestra mente consciente realiza una serie de tareas voluntarias, las que nosotros decidimos hacer, que podríamos comparar con las aplicaciones. Pero además, al mismo tiempo, nuestro inconsciente está efectuando otras muchas tareas de manera automática y completamente involuntaria, sin que intervenga para nada nuestro pensamiento: recibe y procesa constantemente la información que le llega tanto del exterior como de los órganos del cuerpo, y regula todas nuestras funciones corporales para adaptarse al entorno y a cada situación.

Pero también hay una gran diferencia en nuestra forma de funcionar, y es que el cerebro humano sólo es capaz de centrar su atención consciente en una cosa cada vez, Podemos crearnos la ilusión de estar haciendo varias tareas al mismo tiempo, es el famoso multi-tasking, pero en realidad lo que pasa en esos casos es que estamos cambiando de contexto muy deprisa, muchas veces, y con cada cambio nos cuesta un esfuerzo volver a concentrarnos otra vez en la tarea, con lo cual al final nos distraemos más, rendimos menos, y acabamos agotando a nuestro cerebro.

Multitarea = atención parcial discontinua

Así que, de la misma manera que, cuando el móvil nos empieza a ir muy lento porque está sobrecargado con tantas aplicaciones, cerramos unas cuantas y enseguida empieza a funcionar mejor, cuanto más podamos «cerrar otras aplicaciones» en nuestra mente y centrarnos solamente en la tarea que tenemos delante, más eficientes y productivos podremos ser, y menos cansancio mental acumularemos.

De hecho, en esto se basan todas las técnicas y ejercicios de mindfulness: en aprender a centrarnos en el aquí y ahora, en el momento presente, y a dirigir nuestra atención de forma consciente.

Esto nos trae además otra ventaja adicional, algo que nos hace mucha falta en estos tiempos, y es la capacidad de concentrarnos más profundamente en una tarea, cosa que no es posible con el multi-tasking, Una vez que recuperamos esa capacidad de concentrarnos, como cuando de pequeños nos poníamos a jugar y se nos pasaban las horas, es mucho más fácil que surja la creatividad, y que las ideas fluyan libremente.

Reprograma tu vida, episodio 3: Configura tus secuencias de encendido y apagado

(Este artículo es continuación de los de las semanas anteriores, episodios 0, 1 y 2, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)

Los móviles de hoy en día pueden pasarse muchos días encendidos, pero de vez en cuando es necesario reiniciarlos, y en ese momento, realizan una serie de tareas y actualizaciones para poder seguir funcionando de manera óptima.

Las personas tenemos la suerte de reiniciarnos a diario, y podemos aprovechar esos momentos tan especiales del principio y el final del día para volver a nuestro centro: conectar con nosotros mismos, valorar nuestros objetivos y prioridades, y así vivir cada día desde la intención, tomando nuestras propias decisiones, en lugar de simplemente reaccionar a lo que nos pasa y dejarnos llevar por los acontecimientos.

Landscape with a white double bed overlooking a lake in the morning sunlight, surrounded by fields covered in purple flowers in the foreground and background

Al levantarte

¿Qué puedes incluir en tu rutina de la mañana para que te ayude a empezar el día con buen pie? No tiene por qué ser nada elaborado, lo más importante es que te funcione a ti, porque este es el tiempo que te estás dedicando a ti mismo, a tu desarrollo personal.

Aquí van unas cuantas sugerencias:

  • Respirar conscientemente
  • Planificar/visualizar tu día
  • Leer un libro que te inspire
  • Escribir tus pensamientos
  • Repetirte afirmaciones positivas
  • Agradecer lo que ya tienes
  • Meditar
  • Hacer yoga o estiramientos
  • Salir a pasear, a correr, a hacer deporte…
  • Prepararte un desayuno especial

Antes de irte a dormir

Las mismas ideas sirven para la rutina de la noche, o si prefieres algo más sencillo, te propongo apuntar cada día estas cuatro cosas en un cuaderno, siguiendo el acrónimo AMOR:

  • A de AGRADECIMIENTO: ¿De qué me siento agradecido hoy?
  • M de MEJORABLE: ¿Qué me había propuesto y no llegué a conseguir? ¿Qué haría de manera diferente?
  • O de ORGULLOSO: ¿Qué es lo que sí he conseguido? ¿Qué obstáculos he superado?
  • R de REFLEXIÓN: ¿Qué sorpresas me he encontrado por el camino? ¿Qué he aprendido?

¿Qué te parecen estas ideas para resetearte cada día? ¿Qué es lo que te funciona mejor a ti?

Reprograma tu vida, episodio 2: Averigua las prestaciones de tu sistema

(Este artículo es continuación del de la semana pasada y el de la anterior, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios)

Al igual que los móviles y ordenadores vienen con un hardware de fábrica que les permite realizar ciertas funciones con más eficiencia, los seres humanos venimos con ciertas características y tendencias naturales, que hacen que unas tareas se nos den mejor que otras. Cuanto mejor conozcamos esas “prestaciones”, las nuestras y las de los demás, mejor podremos aprovecharlas para entendernos y comunicarnos mejor.

Desde antes de nacer y durante toda nuestra vida, los seres humanos percibimos la realidad a través de los sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. La mayoría de nosotros, de forma natural, les damos más preferencia a unos sentidos que a otros, y eso determina nuestra manera de entender el mundo, a la vez que influye en nuestro comportamiento y en nuestra forma de expresamos.

Desde la perspectiva de la programación neurolingüística se definen varias maneras de representar la realidad; son los llamados sistemas representacionales: visual, kinestésico, auditivo y digital.

Casi todos tenemos un estilo representacional dominante, aunque en realidad todos los tenemos todos, en mayor o menor medida. Lo ideal trabajar los diferentes estilos para llegar a un equilibrio, y poder elegir utilizar el que más nos convenga en cada situación, pues cada uno de ellos es especialmente útil en determinados contextos.

Cada sistema representacional se identifica por el uso de ciertas palabras y expresiones, además de reflejarse en los gestos, habilidades y comportamientos de la persona. Veámoslos uno por uno.

Visual

  • Piensan y hablan en imágenes
  • Se fijan más en los detalles visuales y en los rostros
  • Tienen un alto nivel de energía, siempre están haciendo algo
  • Valoran la imagen, van bien arreglados
  • Suelen tener su casa y sus cosas ordenadas
  • Hablan rápido, alto y claro
  • Piensan rápido, aprenden y olvidan rápido
  • Captan toda la situación en su conjunto
  • Mantienen una postura recta, la mirada a la altura de la del otro
  • Mueven mucho las manos y los brazos
  • Mantienen la distancia con el otro
  • Aunque se enfaden, no guardan rencor
  • Ejemplos de expresiones: a simple vista, está bien visto, ya veremos…

Kinestésico

  • Registran las experiencias con su cuerpo, sus sentimientos, y así las recuerdan
  • Son personas relajadas, tranquilas, muy sensibles
  • Visten cómodamente, la moda no les interesa
  • Se mueven despacio, sin prisas
  • Su postura es sumisa, con la mirada baja
  • Respiración baja, voz lenta, volumen suave
  • Aprenden lento, a través de la experiencia
  • Lo que aprenden, lo aprenden para siempre
  • Desean cercanía con las personas, contacto
  • Son divertidos, odian el conflicto
  • Pueden ser rencorosos y vengativos
  • Ejemplos de expresiones: meterse en camisa de once varas, una discusión acalorada…

Auditivo

  • Utilizan los sonidos para crear experiencias
  • Se fijan en lo que dice la gente y con qué tono, y así lo recuerdan
  • Su nivel de energía es tranquilo
  • Visten cómodamente, les da igual qué ponerse
  • Su postura tiende a mirar hacia abajo
  • No miran para escuchar, ponen el oído
  • Les molestan los ruidos estridentes y chillones
  • Lo pasan mal si hay mucho ruido de fondo, les cuesta filtrar, lo oyen todo
  • A menudo se confunden los sistemas auditivo y digital
  • <1% de la población es auditivo primario
  • Ejemplos de expresiones: me suena su nombre, hacer oídos sordos, llamar la atención…

Digital

  • Necesitan datos, información, entender como funciona el mundo
  • Piensan de forma muy estructurada y lógica
  • Apenas muestran emociones, les gusta pensar bien las cosas
  • Aprenden razonando mentalmente
  • Memorizan pasos, procedimientos, secuencias
  • Lo importante son las palabras, ser preciso
  • Deciden basándose en los hechos, la lógica, los datos
  • Pasan bastante tiempo hablando solos
  • Se suelen colocar en postura ladeada, manteniendo cierta distancia
  • Prefieren no mirar o retiran rápido la mirada
  • Su tono de voz es monótono y repetitivo
  • Ejemplos de expresiones: tiene sentido; paso 1, paso 2, paso 3…

Curioso, ¿verdad? Es casi como si cada uno de estos estilos fuera un idioma diferente que hablamos sin darnos cuenta, y cuando nos encontramos con personas que perciben las cosas y se expresan de forma distinta a la nuestra, surgen los malentendidos. Por eso resulta tan útil conocerlos y saber manejarlos, para poder adaptarnos y hablar en el idioma preferido de la otra persona cuando la ocasión lo requiera.

Y tú, ¿con cuál o cuáles de los sistemas representacionales te identificas más? ¿Y con cuál menos?

Reprograma tu vida, episodio 1: Mantén la batería bien cargada

(Este artículo es continuación del de la semana pasada, y en las próximas semanas se irán publicando más episodios).

Creo que esto es algo que todos hemos experimentado en algún momento: por muy moderno y supermaravilloso que sea nuestro móvil, si se nos olvida cargar la batería, de poco nos sirve. Un móvil con poca batería tiene un funcionamiento más limitado, y ya si se le agota del todo, directamente deja de funcionar.

De manera parecida, las personas también necesitamos energía para funcionar, aunque el tipo de energía que utilicemos y la manera en que “recarguemos pilas” sean diferentes.

Mobile phone charging on a table

Esto puede parecer una tontería, pero no lo es. Es sorprendente la cantidad de veces que descuidamos nuestras necesidades más básicas, seguramente porque no nos damos cuenta de cómo esas carencias nos roban la energía e interfieren en nuestro rendimiento. Y aunque no tengamos un indicador automático que nos diga el porcentaje de batería que nos queda, nuestro cuerpo sí que nos manda señales indicando lo que le hace falta, pero sólo podemos escucharlas si estamos atentos.

Así que antes de proceder con las tareas de reprogramación, te propongo hacer un recorrido por los cuidados básicos de tu dispositivo (que es tu cuerpo), y en especial de su procesador central (el cerebro), y hacer los ajustes necesarios para que se mantengan en un estado óptimo de energía.

Descanso

Al igual que cualquier móvil tiene que recargar su batería de vez en cuando, las personas necesitamos dormir y descansar a diario, por muchas razones.

Dejando aparte el hecho de que nuestro cuerpo en general necesita dormir un número de horas al día para reponerse y recuperar fuerzas, para nuestro cerebro las horas de sueño son especialmente importantes, ya que en ellas se producen ciertos procesos que nos ayudan a asimilar lo aprendido durante el día, además de otros procesos de limpieza y regeneración celular. Digamos que el cerebro aprovecha esos ratos de reposo para hacer sus tareas de mantenimiento, al igual que los ordenadores antiguos aprovechaban para “desfragmentar” el disco duro.

Pero para eso se debe llegar a un sueño profundo, de calidad. No vale dormir horas de menos para luego “recuperarlas” más adelante, no funciona así… Lo mejor que podemos hacer es darle al descanso la prioridad que se merece, establecer rutinas que favorezcan un sueño profundo y reparador, y recordar que descansar no es una pérdida de tiempo sino todo lo contrario, es algo fundamental para nuestra salud.

Dieta

Nuestro cuerpo también necesita recibir elementos del exterior, para transformarlos y producir su propia energía:

  • Alimentos: una dieta variada y saludable, lo más natural posible, nos nutre y nos proporciona mucha energía, mientras que el comer de cualquier manera nos puede acarrear todo tipo de problemas, unos más obvios e inmediatos que otros.
  • Agua: nuestro cuerpo está compuesto mayoritariamente por agua, y parte de esa agua se va perdiendo y hay que reponerla. La deshidrataciön no siempre es fácil de detectar, y puede afectarnos mucho tanto física como anímicamente.
  • Aire: el oxígeno también es vital para que nuestro cuerpo funcione. Respirando conscientemente más a menudo conseguimos una mejor oxigenación de las células, además de la capacidad de calmarnos y de conectar más profundamente con nosotros mismos.

Todo esto se aplica a nuestro cuerpo en general, y también al cerebro, que es el órgano más avanzado y más complejo de todos, y que tiene unas necesidades muy específicas. A pesar de constituir solamente el 2% del peso corporal, el cerebro consume aproximadamente el 20% de la glucosa disponible, el 50% del oxígeno, y grandes cantidades de agua (de hecho, es un 80% agua). Así que, para ayudarle a funcionar a pleno rendimiento, cuidemos de que tenga todo lo que necesita.

Ejercicio

Los seres humanos estamos diseñados para movernos, no para estar todo el día sentados. El hacer ejercicio regularmente nos proporciona multitud de beneficios:

  • Físicamente – hacer ejercicio nos proporciona energía y vitalidad, fortalece el sistema inmunológico, y nos ayuda a mantenernos en forma y a descansar mejor.
  • Mentalmente – se ha comprobado que el ejercicio físico influye positivamente en la actividad cerebral, por ejemplo en áreas como el aprendizaje, la memoria, las funciones cognitivas y la toma de decisiones.
  • Anímicamente – el ejercicio diario es nuestro mejor aliado para combatir la ansiedad y la depresión, reducir el estrés y gozar de mejor humor en general, ya que libera endorfinas que nos generan bienestar, además de otras hormonas como la dopamina, la serotonina y la noradrenalina, que nos ayudan a regularnos emocionalmente.

Elige un tipo de ejercicio que te guste y te motive, y así te será más fácil mantener el habito: puede ser tu deporte favorito, nadar, correr, bailar, hacer yoga… Lo importante es moverse, y hacerlo a menudo.

Conexión

Hoy en día no concebimos un móvil o un ordenador sin conexión a internet, ¿verdad? Podríamos hacer algunas cosas offline, pero no muchas, cada vez menos.

Las personas también necesitamos conexión, somos seres sociales por naturaleza, y estamos programados para conectar con otras personas. Nuestro cerebro está adaptado para vivir en sociedad, para cooperar con otros, y también para empatizar con sus emociones.

A veces se nos olvida la importancia de estar en contacto con nuestros seres queridos, de compartir, de aportar nuestro granito de arena, y así sentirnos parte de algo más grande que nosotros mismos. Esa conexión con los demás, ese sentimiento de pertenencia a una familia, a un grupo de amigos, a una comunidad, nos da una base sólida desde la que poder enfrentarnos a los retos que nos presenta la vida,

Pero tanto o más importante es saber conectar también con nosotros mismos, apartar las distracciones y escucharnos de verdad, conocernos, descubrirnos. Merece la pena invertir en ser nuestro propio mejor amigo, puesto que somos la única persona que sabemos que nos va a acompañar durante toda la vida.

(Hasta aquí la clave número 1, la semana que viene, más…)

Reprograma tu vida, episodio 0: Introducción

Empezamos hoy una serie de artículos en los que os voy a ir mostrando el contenido de mi ebook, primeros pasos para reprogramar tu vida, donde relaciono (cómo no) conceptos de informática con el mundo del desarrollo personal. Espero que os guste y que os resulte útil.

Mobile phone on a dark wooden surface, showing a white screen with the word "Hello" written in black

Muchas veces en nuestra vida queremos hacer un cambio, alcanzar un objetivo, convertir un sueño en realidad… Pero, ¿por dónde empezar?

En realidad, todo empieza en nuestra mente. La mente humana es maravillosa, mucho más potente que cualquier ordenador que se haya fabricado, y es capaz de generar infinitas posibilidades para nuestra vida. Pero para que esas posibilidades vayan en la dirección que nosotros queremos, tenemos que aprender a hacer que trabaje a nuestro favor, y no en nuestra contra, que es lo que hace a veces inconscientemente.

A través de estas páginas te invito, utilizando la metáfora de un teléfono móvil, a explorar cómo reprogramar tu mente, y tu vida, para acercarte más a los resultados que quieres obtener. Por favor, siéntete con total libertad para cuestionar las ideas que leas aquí, animarte a probar las sugerencias que resuenen contigo, y permitirte no hacer caso de lo que no consideres oportuno. Al fin y al cabo, se trata de mantener una mente abierta y llena de curiosidad, y de experimentar para encontrar lo que mejor nos funciona a cada uno.

¡Disfruta la aventura! Y si quieres compartir conmigo tu experiencia, escríbeme a binarybea@binarywords.com, y estaré encantada de leerte.

¿Y si le pudieras sacar a tu vida tanto partido como a tu móvil?

¿Alguna vez sientes que ya no puedes vivir sin tu móvil? Es increíble la cantidad de cosas para las que lo usamos todos los días, ¿verdad? Infinidad de aplicaciones que nos hacen la vida más fácil: desde mandar mensajes hasta pagar en el supermercado, encontrar nuestro camino sin perdernos, ver nuestra serie favorita…

Y es que un móvil es una herramienta maravillosa, una auténtica supermáquina en formato de bolsillo, y además muy fácil de utilizar. Y lo mejor de todo es que lo podemos configurar a nuestro gusto: ponerle un fondo de pantalla personalizado, instalar y desinstalar aplicaciones según nos convenga… A nada que sepamos utilizarlo, podemos sacarle mucho partido.

Ojalá fuera así de fácil con nuestra vida, ¿verdad? Tener la capacidad de pulsar un botón, y que mágicamente pasara lo que nosotros queremos… Porque, sinceramente, lo que nos ofrece el móvil está muy bien, pero en el fondo todos sabemos que lo mejor de la vida sucede fuera de la pantalla.

Es fuera de la pantalla donde realmente vivimos, donde nos enfrentamos a las alegrías, las sorpresas y los retos que nos va presentando la vida. Donde queremos cambiar las cosas que no nos gustan, o que sabemos que podrían ser mucho mejores de lo que son.

¿Y no estaría genial poder instalarnos una app en la cabeza para poder hacer todos esos cambios que queremos, para poder configurar nuestra vida a nuestra manera?

Curiosamente, la mente humana se parece mucho más de lo que pensamos a un móvil, o a un ordenador: también está “programada” para funcionar de una determinada manera, y esos “programas” que utiliza (patrones de lenguaje y de comportamiento heredados o aprendidos) los podemos cambiar, promoviendo así los cambios que queramos en nuestra vida.

¿Y eso cómo se hace? Bueno, quizá no sea tan sencillo y tan rápido como darle a un botón, pero una vez que sepas cómo hacerlo y te pongas manos a la obra, puede que los resultados te sorprendan. Te hará falta, eso sí, tener paciencia, y dedicarle tiempo y atención, puesto que esos viejos patrones seguramente lleven muchos años ahí instalados, y al cerebro al principio le cuesta mucho más “ejecutar” los programas nuevos que los viejos.

¿Listo para empezar la aventura de reprogramar tu vida? En las próximas semanas te iré ofreciendo ocho claves para dar los primeros pasos, ¡adelante!

El valor del autoconocimiento

Este fin de semana me ha invitado una antigua compañera (¡gracias Eli!) a participar en un directo de Facebook sobre la importancia del autoconocimiento. Aquí tenéis el contenido que preparé para la sesión, espero que os resulte interesante; algunas cosas ya me las habréis oído decir en otras ocasiones.

Surface view of an iceberg and its reflection on the water, against a blue sky

Hoy quiero hablaros de la importancia del autoconocimiento, para la vida en general y para un proceso de coaching en particular. ¿Por qué? Porque el autoconocimiento nos ayuda a encontrar mejores soluciones a nuestros problemas.

¿Has tenido alguna vez un problema (con la familia, la pareja, los amigos, el trabajo…) y no has sabido inicialmente cómo solucionarlo? A lo mejor te han entrado ganas de quejarte y echarle la culpa a los demás, pero, ¿eso ha solucionado el problema? Probablemente no.

Quizá hayas recurrido a pedir consejo, a preguntarle a otros lo que deberías hacer. ¿Y eso ha solucionado el problema? Puede que sí, puede que no. Porque la solución que le funciona a otra persona no necesariamente le funciona a otra, y aunque te den un consejo con las mejores intenciones, puede que no sea lo más adecuado para tu situación.

Hoy vamos a ver una propuesta alternativa, una estrategia diferente frente a nuestros problemas, para facilitar que la solución surja desde dentro, en vez de venir desde fuera. Y esa propuesta es el autoconocimiento.

Conócete a ti mismo. Esta famosa frase estaba inscrita a la entrada del templo de Apolo en Delfos, en la antigua Grecia. Antes de plantear cualquier consulta a los dioses, se invitaba al viajero a investigar su propia esencia, a comprenderse a sí mismo como punto de partida para comprender mejor el mundo, y así poder tomar decisiones más acertadas.

Hoy en día tenemos versiones modernas del oráculo de los dioses: tenemos terapeutas, coaches, libros de autoayuda, y todo tipo de fuentes de información. La ventaja de un proceso de coaching frente a un libro de autoayuda es que el proceso de coaching es mucho más personalizado: se centra en la persona y en su objetivo concreto, que puede ser resolver un problema, superar un reto o alcanzar una meta determinada. En definitiva, hacer un cambio en su vida.

Pero hacer cambios que realmente nos funcionen y sean duraderos no siempre es fácil, de hecho nos cuesta bastante. ¿Por qué? Porque las personas somos como un iceberg.

Lo que vemos de una persona es sólo una mínima parte, menos del 10%. Vemos el entorno en el que se mueve, y vemos su comportamiento ante determinadas situaciones, pero no tenemos ni idea de las razones que hay detrás, de sus motivaciones, sus miedos, y tantas otras cosas que conforman su realidad.

Y lo mismo es cierto de nosotros mismos, aunque nos cueste creerlo: gran parte del tiempo funcionamos en piloto automático, tomando decisiones inconscientes, y si queremos que las cosas cambien, tenemos que profundizar en ese iceberg y hacer conscientes esas partes de nosotros que no conocemos realmente. De eso es de lo que trata el autoconocimiento.

Este iceberg metafórico lo describió Robert Dilts a través de lo que el llamó niveles neurológicos. Los dos primeros niveles (entorno y comportamiento) son conscientes, y todos los demás son inconscientes a no ser que los trabajemos. Podemos empezar a explorarnos desde el comportamiento, que entra dentro de lo consciente; y poco a poco ir buceando para descubrir cada nivel:

  • Comportamiento: ¿Cómo reacciono ante determinadas situaciones? ¿Qué me hace saltar? ¿Qué patrones encuentro?
  • Capacidades: ¿Qué se me da bien, y qué no? ¿Qué habilidades tengo que trabajar?
  • Creencias: ¿Qué historias me estoy contando sobre mí mismo y sobre el mundo? Y esas historias, ¿me ayudan o me perjudican?
  • Valores: ¿Qué es lo que considero más importante en mi vida? ¿Estoy honrando esos valores en mi día a día?
  • Identidad: ¿Quién soy? ¿Quién quiero ser? ¿En quién me quiero convertir?
  • Transpersonal: ¿Qué sentido quiero dar a mi vida? ¿Qué legado quiero dejar?

A medida que vamos profundizando en los niveles del iceberg, nos vamos comprendiendo mucho mejor, y vamos encontrando explicaciones a lo que nos pasa. Y cuanto más profundo sea el nivel al que iniciamos un cambio en nuestra vida, más efectivo, estable y duradero será, y más sencillo nos resultará.

Por ejemplo: si yo trato de dejar de fumar a base de fuerza de voluntad, me va a costar mucho, y si todavía me veo como fumador, en cualquier momento puedo recaer. En cambio, si consigo verme como no fumador, como una persona libre de tabaco, esa nueva identidad me lo va a poner mucho más fácil, ya no tengo que luchar conmigo mismo para sostener ese cambio.

Estupendo, hasta aquí todo muy bien (espero), ya nos sabemos la teoría 🙂 Pero en la práctica, ¿por dónde empezamos? ¿Cómo hacemos para conocernos mejor?

La clave está en la auto-observación, estar atentos para darnos cuenta de lo que pasa cuando funcionamos en piloto automático: qué pensamientos nos suelen venir a la cabeza, en qué situaciones nos encontramos a gusto y en cuáles no, cómo reaccionamos cuando nos pasan ciertas cosas, etc.

A partir de ahí, aparcamos el juicio, y con curiosidad, vamos tirando del hilo para averiguar qué hay detrás: ¿Qué me está motivando para actuar así? ¿Qué miedo o necesidad estoy sintiendo? ¿Me ha pasado otras veces algo parecido?

Así vamos descubriendo patrones que nos muestran cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, y nos dan mucha información sobre nuestra forma de entender la vida y las estrategias que utilizamos (con o sin éxito) para resolver problemas.

También podemos utilizar ciertas herramientas que nos ayuden a identificar patrones propios de nuestra personalidad. Pero no para etiquetarnos y justificarlo todo con esa etiqueta, sino porque esa información nos va a dar más libertad, nos va a permitir adaptarnos a nuestra propia naturaleza en lugar de luchar contra ella.

Quiero que quede muy claro que cada persona es un mundo, y hay muchísimos factores que influyen en la personalidad. Las herramientas de autoconocimiento son sólo eso, herramientas, aproximaciones, no una clasificación rígida ni la verdad absoluta. Son pinceladas de conocimiento que nos pueden ayudar a comprendernos mejor, si las utilizamos adecuadamente.

Os menciono aquí mis herramientas favoritas, son todas fascinantes, ya iremos hablando de ellas con más detenimiento:

  • Desde la PNL, además de los niveles neurológicos de Robert Dilts, nos llegan los sistemas representacionales, que son las tendencias que tenemos a apoyarnos en unos sentidos más que en otros a la hora de relacionarnos con el mundo (visual, kinestésico, auditivo y digital).
  • La morfopsicología estudia la relación entre los rasgos faciales y la personalidad, concretamente en cuanto al temperamento (nuestras capacidades innatas). El rostro es la única parte del cuerpo humano que está conectada directamente con el cerebro, y por eso la configuración de nuestra cara refleja en cierto modo el funcionamiento de nuestra mente.
  • El eneagrama es un estudio de la personalidad desde el punto de vista cognitivo: explica nueve maneras de entender la vida (los llamados eneatipos, que se representan con números del 1 al 9), el deseo básico en el que se centra cada eneatipo, y el conjunto de estrategias que desarrolla cada eneatipo para conseguir satisfacer su deseo básico.
  • La teoría de los instintos complementa al eneagrama. Nos habla de cómo los instintos naturales que hemos heredado de los animales se pueden agrupar en tres categorías, y de que cada uno de nosotros le damos más importancia a uno de esos tres sesgos instintivos (conservación, social y sexual/transmisor).

En resumen: el autoconocimiento es un viaje hacia nuestro interior que nos permite descubrir cómo funcionamos realmente y cómo interactuamos con el mundo, para así poder encontrar soluciones que de verdad se adapten a nosotros y nos funcionen.

A través de la observación, la curiosidad y el uso de herramientas, vamos descubriendo patrones que explican por qué nos pasa lo que nos pasa. Y cuanto mejor nos conocemos, más nos comprendemos, y menos nos juzgamos. Ya no nos machacamos por volver a tropezar con la misma piedra, porque entendemos cómo nos ocurre, y podemos adquirir herramientas para gestionarlo.

Cada persona es un mundo, y el autoconocimiento nos ayuda a muchos niveles, desde los problemas concretos del día a día hasta el llevar una vida más libre y más feliz, más acorde con nuestra naturaleza, y con mucho menos sufrimiento.

¿Y ahora qué? Ahora, la decisión es tuya: ¿quieres seguir buscando soluciones genéricas a tus problemas, echándoles la culpa a los demás cuando no funcionen, o quieres encontrar lo que realmente va contigo?

Aviso: el camino del autoconocimiento no siempre es fácil, hay que ser valiente para atreverse a mirar hacia adentro. Algunas de las cosas que te vas a ir encontrando van a doler un poquito, van a escocer, y además ¡ya no vas a poder recurrir a las excusas! Incluso en algunos momentos puede que sientas que tu mundo se tambalea un poco: esa es la señal de que estás creciendo y evolucionando, se están recolocando las capas más profundas de tu iceberg.

Lo que sí te puedo asegurar es que es un viaje interesantísimo, y que dura toda la vida, no se acaba nunca. Es como un videojuego: cada vez que aprendes algo nuevo y superas una pantalla, la vida te pone por delante el siguiente nivel, para que sigas ganando puntos en sabiduría y en libertad 🙂

Y hasta aquí el artículo de hoy, gracias por llegar hasta el final. ¿Te ha picado la curiosidad? ¿Te animas a emprender este viaje fascinante hacia las profundidades de tu iceberg?

Gustar… O no gustar

Esta semana se han cumplido dos añitos desde que empezó la nueva andadura de BinaryWords 🙂

Si me preguntaran por qué escribo este blog, me llevaría un rato pensar la respuesta. Hay muchas razones, y una de ellas es que me encanta escribir: es un proceso creativo que me aporta muchísimo, me ayuda a expresarme y me hace sentirme realizada. Me ayuda a reflexionar sobre lo que voy aprendiendo y lo que me voy encontrando por la vida. En ese sentido, podríamos decir que escribo para mí.

Pero claro, lógicamente, también escribo para los demás, para vosotros, mis queridos lectores. Si no quisiera que me leyérais, no escribiría en un blog, escribiría en mi diario privado. Pero en lugar de eso, cada semana comparto aquí mis pensamientos, experiencias y conocimientos, con la esperanza de que os sean útiles, de que os inspiren, de que os hagan reflexionar.

De que os gusten.

Close up of a hand showing thumbs up. In the backgound we can see the arm and torso of a man in a suit and tie

¿Hasta qué punto nos importa si lo que publicamos gusta o no? Y dado que lo que publicamos en internet, redes sociales, etc. no deja de ser una extensión de nosotros mismos… ¿Hasta qué punto nos importa gustar o no?

¿Y qué estamos dispuestos a hacer, con tal de seguir gustando?

Este es un planteamiento muy interesante que me ha surgido esta semana. Y no es nada nuevo, ni mucho menos: precisamente surgió en una conversación sobre estoicismo, que es una corriente filosófica que se originó en Grecia y Roma unos trescientos años antes de Cristo.

Muchas veces nos pasamos el día haciendo cosas para agradar a los demás, para gustarles, para cumplir sus expectativas; en definitiva, para lograr la aceptación del grupo. Y evolutivamente, esto tiene su porqué: en las sociedades prehistóricas, quedarse sin la protección del clan podía ser el equivalente a una sentencia de muerte, por lo que los humanos desarrollamos estrategias para adaptarnos y conseguir la aprobación de nuestros congéneres.

Pero hoy en día, cuando muchos de nosotros tenemos la suerte de no tener que preocuparnos por sobrevivir, ya no es necesario renunciar a nuestros principios para poder formar parte de la manada. Una vez que nos hacemos adultos, podemos asumir la responsabiliidad de tomar nuestras propias decisiones, y hacer lo que creamos correcto en cada momento, aunque eso nos gane la desaprobación de ciertas personas.

No digo que sea fácil, sobre todo cuando los que no aprueban nuestro comportamiento son personas cercanas: pareja, familia, amigos… Puede ser que incluso sintamos cierta culpa al hacer lo que creemos correcto sabiendo que no es lo que ellos quieren; es normal sentir ese malestar, de hecho se llama culpa de crecimiento, y es el precio que pagamos por tomar nuestras propias decisiones. Aunque no podamos evitar completamente esa sensación, sí que podemos aprender a irnos sitiendo cada vez más cómodos con ella.

Podemos aprender a liberarnos de las opiniones de los demás desarrollando nuestra propia autoconfianza, y así adquirir el superpoder de no querer caer bien, de no querer gustar.

Porque, hasta que no te sientas cómodo con la desaprobación de los demás, no serás realmente un individuo libre.

A mí me queda mucho que trabajar en este aspecto… ¿Y tú, cómo lo llevas?

Seguir en la brecha

¿Alguna vez te ha pasado que te has propuesto alcanzar una meta, o establecer un hábito, y has empezado con mucho entusiasmo pero luego con el tiempo te has ido desinflando? Es completamente normal: la motivación inicial nos da ese chute de energía para ponernos en marcha, pero una vez que se pasa ese primer momento, ¿cómo mantenemos el ritmo?

Pues con disciplina.

Lo que pasa es que la palabra disciplina a lo mejor nos echa un poco para atrás, por asociarla con ideas de dureza, rigidez, o incluso con cierto nivel de sufrimiento (sin dolor no hay recompensa, etc.). Pero no tiene por qué ser así: no es necesario forzarnos en exceso, ni machacarnos, ni sufrir. Lo único que nos hace falta es hacerle menos caso a nuestro cerebro.

Me explico: imagínate que en un momento de euforia y buenos propósitos te has apuntado al gimnasio de tu barrio, y te propones ir a entrenar tres días a la semana. Empiezas bien, y la primera semana vas los tres días, pero a la segunda semana, un día llegas muy cansado del trabajo y decides no ir, otro dïa te da la pereza porque está lloviendo y tampoco vas, y para cuando te quieres dar cuenta, ya has perdido la costumbre y cada vez te cuesta más motivarte e ir a entrenar.

¿Qué es lo que está pasando? Que todavía no tienes el nuevo hábito bien establecido, por lo que tu cerebro necesita energía extra para poner en marcha ese comportamiento. Y como el objetivo de tu cerebro es conseguir mantenerte vivo (IMPORTANTE: a tu cerebro no le importa que seas feliz, sólo que sobrevivas), y para eso le viene muy bien ahorrar energía, pues se pone a racionalizar y a darte motivos para quedarte en casita.

Nuestro cerebro no entiende de objetivos a largo plazo, sólo le interesa mantenernos con vida en el aquí y ahora, por eso muchas veces lo que instintivamente queremos no es necesariamente lo mejor para nuestra salud y bienestar a largo plazo. Otro ejemplo típico es el de la alimentación: el cerebro busca azúcar, sal y grasa para garantizar las reservas energéticas, pero nosotros sabemos que, una vez minimizado el riesgo de morirnos de hambre, lo que mejor nos viene es una alimentación más variada y más sana.

Por eso digo lo de hacerle un poco menos de caso a nuestro cerebro, y utilizar un poco más la disciplina, que no es otra cosa que la voluntad de seguir adelante con la tarea a pesar de que no nos apetezca en ese momento. Como decía Woody Allen, el 80% del éxito consiste en estar ahí, en el sentido de presentarte para hacer el trabajo (en inglés, 80% of success is showing up). ¿Por qué? Porque a todos nos cuesta mantener la constancia, incluidos los artistas y los deportistas de élite, pero con la constancia es como se consigue el éxito.

¿Y cómo podemos ser disciplinados y constantes sin necesidad de recurrir a la fuerza de voluntad pura y dura? Aquí hay unos cuantos trucos que nos pueden ayudar:

  • Ponernos fácil el realizar la tarea: por ejemplo, si quieres salir a correr por las mañanas, dejar la ropa ya preparada la noche anterior junto a la cama, para que te dé menos pereza vestirte y salir. Si quieres comer más fruta y menos dulces, tneer fruta fresca a mano en casa, incluso ya cortada y preparada.
  • Ponérnos difícil el no realizarla: añadir consecuencias que te hagan sentir un poco mal si no lo cumples, como quedar con otra pesona para salir a correr (si no sales tú, la dejas colgada a ella), o incluso comprometerte públicamente, y que te dé vergüenza admitir que no lo has hecho. O bien, añadir obstáculos al comportamiento que quieres eliminar: por ejemplo no tener dulces en casa, y que así para comerlos haya que ir a comprarlos primero.
  • Proponernos hacer el mínimo posible: si no te apetece salir a correr, propónte correr sólo durante cinco minutos; si quieres comer más sano, propónte cambiar sólo el bollo del desayuno por una pieza de fruta. Gran parte del esfuerzo está en dar ese primer paso para arrancar, y a partir de ahí es todo mucho más fácil, así que piensa en cuál es el paso más pequeño que puedes dar en la dirección que quieres, y como mínimo, da ese paso. Lo más seguro es que luego acabes haciendo bastante más (y si no, tampooco pasa nada, date permiso para hacers sólo el mínimo).

Y luego está mi truco favorito, el que uso yo todas las semanas para escribir en este blog: no darnos otra opción. Da igual que me apetezca o que no, que esté en casa o viajando por ahí, que sean las cinco de la tarde o las doce de la noche. Los domingos me toca escribir post, y escribo post. No es negociable. No me permito discutirlo conmigo misma, porque si me lo permitiera, casi siempre acabaría teniendo razones (léase excusas) para no sentarme a escribir.

Visto así, la propia existencia de este artiículo demuestra que estas estrategias funcionan 🙂

¿Y tú? ¿Qué trucos utilizas para mantener la constancia y avanzar hacia tus metas?