Frases intraducibles: echao p’alante

Hoy traemos a nuestra sección de frases intraducibles una expresión coloquial muy típica española: ser muy echao p’alante.

El Collins Dictionary da tres ejemplos de traducción de es muy echado p’alante, espero que tengan sentido para los que me leéis en inglés:

  • He’s very pushy
  • He’s very forward
  • He’s not backward in coming forward (informal)

Para mí, ser echao p’alante significa ser valiente, en el sentido de atreverse, tomar la iniciativa y entrar en acción en determinadas situaciones, sin miedo a hacer el ridículo (o a lo mejor con un poco de miedo, pero sin dejar que eso les condicione).

Little girl riding on a horse with her hands in the air, seen from behind

Me viene a la memoria mi amiga Bárbara, que durante años fue la presidenta de la Asociación de Padres de nuestro cole de primaria. Ella un día me explicaba que, cada vez que se pedían voluntarios para organizar alguna cosa en el cole, siempre había cierta gente que se echaba para alante, y cierta gente que se echaba para atrás.

Yo era de las que me apuntaba para ayudar en todo lo que pudiera, pero principalmente para ayudar, no para liderar. No era yo quien tomaba la iniciativa, prefería seguir la iniciativa de otros. Y este patrón se ha ido repitiendo año tras año en muchas facetas de mi vida.

Vamos, que yo no soy ni nunca he sido lo que se dice muy echá p’alante… Lo bueno es que ahora ya sé que eso es parte de mi personalidad, más concretamente de mis tendencias instintivas, no una debilidad de mi carácter que tenga que superar.

Según la teoría de los instintos promulgada por Mario Sikora y que se enseña en conjunción con el eneagrama, nuestros instintos naturales como personas se pueden agrupar en tres áreas principales: instintos relacionados con la conservación (buscar la supervivencia, cuidar nuestras necesidades básicas, cuidar de los nuestros), instintos relacionados con lo social (sertirnos parte de un grupo, relacionarnos con nuestros semejantes) e instintos relacionados con la transmisión (reproducirnos, propagar nuestro mensaje, dejar un legado en este mundo).

Cada persona tiende a tener una de esas tres áreas instintivas mucho más desarrollada que las otras dos, con otra área secundaria, y una tercera mucho menos desarrollada. Y a grandes rasgos, podríamos decir que las personas con más instinto transmisor tienden a ser más echadas para alante, por su necesidad instintiva de transmitir, de convencer, de avanzar. En cambio, las personas que tenemos más instinto de conservación tendemos a echarnos más para atrás, a protegernos y a querer pasar desapercibidos,. Las personas con un instinto predominantemente social tienden a buscar un equilibrio entre lo que dan y lo que reciben, esperando reciprocidad.

Un punto importante que quiero destacar es que ninguna tendencia instintiva es mejor ni peor que las otras; las necesitamos todas, porque cada una implica unas habilidades y fortalezas características, y entre todas se equilibran dentro del grupo. Necesitamos conservadores, sociales y transmisores en nuestra tribu.

A mí personalmente, el aprender cómo funcionan los instintos me está ayudando un montón a comprender tanto mis propias reacciones y comportamientos como los de los demás. Pero eso no significa que podamos ponerlo como excusa para seguir haciendo las cosas siempre igual, todo contrario. La idea es ver que en lugar de forzarnos a hacer cosas radicalmente opuestas a nuestro instinto, podemos trabajar con ello y sacarle el mejor partido posible, diseñando estrategias que nos consigan los resultados que queremos de una manera más natural y más adaptativa.

Yo en mi caso, siendo más bien de instinto conservación, sé que tengo que ponerle especial atención al tema de tomar la iniciativa y entrar en acción, porque es algo que no me suele salir natural. Me busco trucos para motivarme, y así ir avanzando poco a poco sin agotarme ni sentirme sobrepasada. ¿Y qué es lo que más me ayuda? Frases como éstas:

Si no vas a por lo que quieres, nunca lo tendrás.
Si no preguntas, la respuesta siempre es no.
Si no das un paso adelante, estás siempre en el mismo sitio.

Nora Roberts

Y tú, ¿eres de los que se echa para alante, o de los que se echa para atrás? ¿Cuál sería una motivación lo suficientemente fuerte como para echarte hacia adelante?

Padres y madres

Hoy se ha celebrado en España el día del padre, como siempre coincidiendo con la festividad de San José. Curiosamente, y por pura casualidad, en Irlanda lo que se ha celebrado es el día de la madre, por ser el cuarto domingo de cuaresma.

Las fechas cambian de unos países a otros, pero la intención es la misma: homenajear de manera especial a nuestros padres y madres, al menos una vez al año. Agradecerles todo lo que han hecho por nosotros, todo lo que nos han dado, empezando por el regalo de la vida.

A little child's hand grabbing an adult's hand

Es curioso ver cómo va evolucionando la relación con nuestros padres a lo largo de los años, vamos pasando por distintas etapas… Os copio aquí una versión de las muchas que hay por ahí de cómo ve un hijo a su padre a distintas edades:

  • A los 4 años: Mi papá es todopoderoso.
  • A los 7 años: Mi papá sabe un montón de cosas.
  • A los 8 años: Resulta que Papá no lo sabe todo…
  • A los 12 años: Claro, cómo no, otra cosa más que no sabe Papá.
  • A los 14 años: ¿Papá? Éstá chapado a la antigua, no tiene remedio.
  • A los 21 años: Nada, ese hombre se ha quedado anticuado, ¿qué te esperabas?
  • A los 25 años: Bueno, algo sí que sabe, pero no mucho.
  • A los 30 años: Igual vendría bien preguntar la opinión de Papá.
  • A los 35 años: Un poco de paciencia, antes de hacer nada vamos a ver qué aconseja Papá.
  • A los 50 años: Me pregunto que pensaría Papá de este asunto. Era muy listo.
  • A los 60 años: ¡Mi padre era un sabio!
  • A los 65 años: Daría lo que fuera por poder hablar de este tema con Papá. Le echo mucho de menos.

¿Qué os parece? ¿Estáis de acuerdo? Y con las madres podríamos decir lo mismo. Si queréis pruebas, no tenéis más que preguntar a vuestros hijos qué opinan de vosotros, sobre todo si son adolescentes 🙂

Por cierto, ya que estamos con el tema de honrar a nuestros mayores, aprovechemos hoy también para recordar a los padres de nuestros padres, y a los padres de sus padres… En definitiva, recordar de dónde venimos, y celebrar que gracias a todos nuestros antepasados estamos nosotros aquí, por mucho que haya partes de nuestra historia familiar que a lo mejor no nos entusiasmen. Todos lo hicieron lo mejor que pudieron con el conocimiento y los recursos que tenían.

Desde aquí, quiero desearles mucha salud y felicidad a todos los padres y madres, abuelos y abuelas. Y ojalá no esperemos a que nos falten para darnos cuenta de todo lo que podemos aprender de ellos.

Noche estrellada

No puedo decir que la pintura sea un tema que siempre me haya interesado, ni que le haya dedicado mucho tiempo a lo largo mi vida, pero sí que es verdad que hay ciertas obras de pintura que me parecen especialmente bonitas (o interesantes), y a las que les tengo un cariño especial.

Entre ellas se encuentran varias de Vincent Van Gogh.

Creo que en gran parte se debe a que durante varios años existió en el centro de Madrid una cafetería llamada Van Gogh Café a la que íbamos mucho mi famlia y yo, porque aparte de tener un ambiente súper agradable y una comida buenísima, estaba justo al ladito del piso de mis padres. Tengo muy buenos recuerdos de ir al Van Gogh cuando las niñas eran pequeñitas, sobre todo con mis padres, a comer de menú del día; a veces se apuntaba también alguno de mis hermanos, cuñados o sobrinos, quien estuviera por Madrid en esas fechas. Y un par de veces hicimos también comida de celebración multitudinaria, con toda la familia al completo 🙂

La decoración de la cafetería, por supuesto, era toda de Van Gogh, con copias de sus cuadros más famosos repartidos por las paredes, mantelitos de papel impresos con la colección de sus mútliples autorretratos, y hasta la reconstrucción de una de sus escenas con una mesa y dos sillas de verdad puestas junto a uno de los ventanales. Por desgracia, ese local lo cerraron hace ya unos cuantos años, pero el estilo tan sencillo y los colores tan vivos de los cuadros de Van Gogh se quedaron de recuerdo en mi memoria desde entonces.

Por eso me hizo tanta ilusión ver algunos de sus cuadros recientemente en la Naational Gallery de Londres, entre ellos el de los girasoles (o más bien uno de los de los girasoles, que pintó varios), la silla que tenéis aquí más arriba, y este paisaje con nubes que no me sonaba haber visto, y que también me pareció muy chulo:

Pero el que se lleva la palma en mi opinión es el de la noche estrellada, a la que hasta Lego le ha hecho un homenaje, y que también es uno de los cuadros estrella de la exposición interactiva (o como la llaman oficialmente, “la experiencia inmersiva”) que hemos visitado este fin de semana en Dublín:

Me gustó mucho aprender un poco más sobre la vida y obra de este gran pintor, que poseía una sensibilidad muy profunda y un talento extraordinario, aunque por desgracia acompañados de mucho sufrimiento, como pasa a menudo en el mundo de los artistas.

Hubo varias de sus citas que me resultaron muy inspiradoras, como por ejemplo:

“Si oyes una voz dentro de ti que dice que no puedes pintar, entonces adelante, pinta,,y esa voz será silenciada.”

“Las grandes cosas no se consiguen por impulso, sino a base de ir enlazando una serie de pequeñas cosas”

“El corazón del hombre se parece mucho al mar: tiene sus tormentas, tiene sus mareas, y en sus profundidades también hay perlas.”

“¿Qué sería de la vida si no tuvéramos el coraje de intentar nada?

Y también me acordé de que hace años alguien le compuso una canción preciosa, “Vincent”, aquí la tenéis con la letra en inglés y en español:

Cambio de planes

¿Qué tal se te da planificar? ¿Y qué tal lo llevas cuando hay un cambio de planes?

Tablet device showing a weekly planner page, and a hand holding an electronic pen, hovering over the screen

Yo no es que lo planifique todo al detalle precisamente, pero sí que me gusta saber a grandes rasgos lo que voy a hacer en un determinado día, o en una determinada semana, y así poder ir “tachando tareas” de mi lista, y sentirme útil. Pues bien, este fin de semana, tanto el sábado como el domingo, han surgido cosas que me han cambiado los planes sobre la marcha.

Vaaale, es verdad que al menos una de las cosas fue despiste mío: hoy domingo había quedado con unas amigas para comer y dar un paseo, y se me había olvidado completamente, por no apuntármelo en el calendario. Cuando digo calendario me refiero a Google Calendar, que desde hace un par de años es mi mejor amigo, lo uso muchísimo. Y no sé si gracias a él o por su culpa, como haya algo planificado pero que no esté en el calendario… Pues me pasa como hoy, que se me va de la cabeza.

Por suerte (o tal vez telepatía), hoy me dio por mirar el móvil justo a la hora a la que habíamos quedado, y gracias a los mensajes de mis amigas, me enteré y aún pude reunirme con ellas. Pero eso sí, entre unas cosas y otras, varias de las tareas que tenía en mi lista para este fin de semana se quedaron sin hacer, y voy a tener que encajarlas como pueda en los próximos días. Lo que por supuesto no es negociable es el post de la semana, que pese a todas mis buenas intenciones, una vez más lo estoy escribiendo a las tantas de la noche 😀

Total, que podría daros un montón de razonamientos (léase excusas) sobre cómo los imprevistos me han cambiado los planes y no he podido completar todo lo que quería… O puedo admitir que, para empezar, la lista de tareas que tenía tampoco era realista para un fin de semana, como me suele pasar.

Y esto me recuerda a una frase que oí o leí hace años en alguna parte, y que volvió a mi memoria el otro día halando con un amigo: los seres humanos tendemos a sobreestimar lo que podemos conseguir a corto plazo, y en cambio, subestimamos lo que podemos alcanzar a largo plazo.

Ahora buscándolo por internet, encuentro frases parecidas atribuidas a Bill Gates y a Tony Robbins, hablando de lo que podemos conseguir en un año frente a diez años, o veinte… Yo diría que también se puede aplicar a plazos más cortos, como una semana o dos frente a un año entero.

Y curiosamente, también he encontrado una ley paralela para la tecnología, la ley de Amara, que sostiene que “en la mayoría de los casos, los seres humanos tendemos a sobrestimar los efectos de una nueva tecnología a corto plazo, mientras que subestimamos su efecto a largo plazo”.

Vamos, que en general, lo de las estimaciones a corto plazo no se nos da bien a las personas, aunque creamos que sí. Y cualquiera que trabaje en desarrollo de software, o un entorno parecido, dará fe de lo difícil que es determinar de antemano el esfuerzo y la duración de una determinada tarea.

Esto me parece también muy relevante a los procesos de coaching y desarrollo personal: a menudo nos marcamos una meta en un tiempo determinado, trazamos un plan de acción demasiado optimista, y luego nos desanimamos al no poder cumplirlo, o al no llegar a alcanzar la meta tal y como estaba propuesta inicialmente. Pero es que en realidad, todo eso es parte del proceso; lo importante no es la meta en sí, lo importante es que gracias a la meta conseguimos avanzar (aunque no sea al paso que hubiéramos querido), y también conseguimos aprender, pues todo lo que va pasando a lo largo del camino son resultados que nos dan información nueva. Y luego ya con esa información, podremos ir ajustando el plan para conseguir la meta, o a veces descubrimos que es la propia meta la que tiene que cambiar.

Otra frase bastante famosa, esta vez de Woody Allen, dice que “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, y yo me identifico totalmente con ella, seguro que muchos de vosotros también. Así que, sabiendo ya que así es como funciona la vida, propongo que disfrutemos haciendo planes y averiguando adónde nos llevan 🙂

Actualizando el historial de versiones

Si lleváis un tiempo siguiendo este blog, ya habréis visto que de vez en cuando utilizo conceptos del mundo de la informática. En parte es deformación profesional: es un mundo que conozco basante bien, habiendo estudiado Ingeniería Informática en la universidad, y habiendo trabajado muchos años como programadora y analista de sistemas.

Pero también es porque el comparar la mente humana con un ordenador (o un teléfono móvil, que igual es más fácil de entender) me parece una metáfora muy útil, por supuesto salvando las distancias.

Hace un par de años escribí un post hablando del historial de versiones, un concepto que se utiliza para las aplicaciones y los sistemas operativos, y que tasladándolo a las personas me parece un ejercicio de reflexión que puede resultar muy interesante. Nos ayuda a darnos cuenta de todo lo que hemos cambiado a lo largo de los años, y sobre todo, y mucho más importante, nos recuerda todo lo que hemos conseguido.

Y lo mejor es que podemos seguir actualizándolo a medida que vayamos superando nuevos retos y consiguiendo nuevos objetivos (mi historial actualizado lo tenéis en la página sobre mí).

Hoy me ha tocado a mí añadir una nueva versión, de la que me siento muy orgullosa: en estos últimos meses me he estado formando en eneagrama, una herramienta de estudio de la personalidad humana que me parece simplemente impresionante, y que me ha ayudado enormemente tanto para comprenderme mucho mejor a mí misma como para empezar a comprender a los demás. Es una herramienta súper interesante y súper práctica, que se complementa muy bien con otras disciplinas de autoconocimiento y desarrollo personal, y que se puede aplicar también en un entorno de trabajo. A mí me atrajo en concreto como complemento del coaching, por su potencial para facilitar procesos mucho más personalizados según el eneatipo de cada cliente.

Pero eso sí, el eneagrama es muy importante aprenderlo bien, y por desgracia hay mucha confusión y muchos malentendidos con este tema, bien por quedarse en la parte más superficial y fijarse sólo en comportamientos externos, o por no llegar a entender bien las claves que caracterizan a cada eneatipo. Yo misma me pasé dos años mal identificada, creyendo que era de un eneatipo cuando en realidad era de otro… Y no soy la única ni mucho menos, es una historia que se repite muy a menudo.

Resulta muy tentador coger un atajo (o como se dice en mi tierra, atrochar) y hacer un test que nos diga de qué eneatipo somos, pero es que en realidad así no vamos a aprender nada, saldremos de ahí con un numerito sin saber lo que significa… Como siempre en el mundo del desarrollo personal, el aprendizaje viene poco a poco, a lo largo del camino. Y es un trabajo que nadie puede hacer por nosotros. Así que, si os ha picado la curiosidad y queréis empezar a aprender de eneagrama, os animo a buscar material de Alberto Peña Chavarino (en español) o de Mario Sikora (en inglés).

Y si os animáis a probar el ejercicio del historial de versiones, contadme si queréis qué tal os fue 🙂

Renunciando a la culpa

Hoy Facebook me ha recordado un post que escribí hace exactamente trece años, citando una frase con la que en aquel momento me identificaba muchísimo:

Dios me puso en este mundo para conseguir un cierto número de cosas – ahora mismo voy con tanto retraso que no me voy a morir nunca.

Bill Watterson

¿Te suena esta sensación? La sensación de no estar haciendo todo lo que deberías hacer, de no estar consiguiendo todo lo que deberías conseguir, de ir demasiado despacio y no ser capaz de ponerte al dïa…

Se me ocurren un montón de cosas que podría decir sobre este tema (y seguramente las diré, en otros artículos más adelante), pero por lo pronto, y aprovechando la época del año en la que estamos, hoy me voy a centrar en lo que en mi caso descubrí como la consecuencia (¿o quizá la causa?) de esa sensación:

La culpa.

Me sentía culpable por todo.

Hiciera lo que hiciera, me sentía culpable por no hacerlo lo suficientemente bien, o por ser poco productiva y malgastar mi tiempo. Si estaba trabajando, me sentía mal por pasar poco tiempo con mis hijas; si estaba jugando con mis hijas, me sentía mal por no estar haciendo algo “más útil”, como limpiar o cocinar… Y así, la lista seguía hasta el infinito, espero que se entienda la idea.

Pero por suerte unos años después, no sé exactamene cuándo, llegó un momento en que algo hizo click en mi cabeza, y me di cuenta de que la culpa no me llevaba a nada productivo, sino más bien todo lo contrario. Fue entonces cuando me propuse conscientemente dejar de alimentarla.

White page with the words "not guilty" written on it, next to a judge's hammer seen from above

Tanto España como Irlanda son países de tradición muy católica, y el concepto de culpa está muy enraizado en el catolicismo (sospecho que en otras religiones también, en mayor o menor medida, pero el catolicismo es la religión con la que me crié, y la que conozco de primera mano). Ahora estamos a punto de empezar la Cuaresma, y en Irlanda es típico elegir algo a lo que renunciar durante estos cuarenta días; por ejemplo, hay mucha gente que renuncia a los dulces. Supongo que de ahí viene luego la costumbre de atiborrarse de chocolate por Pascua de Resurrección, tendríais que ver el tamaño de los “Easter eggs” 🙂

Recuerdo que al poco de mudarme a Irlanda me sorprendía cuando me preguntaban: “¿y tú a qué vas a renunciar esta Cuaresma?” Como en España eso no es costumbre, no se me ocurría qué contestar… Hasta que un año se me encendió la bombillita y apareció en mi cabeza la respuesta: ¡A la culpa! Renuncio a sentirme culpable inútilmente.

Y tú, ¿a qué decides renunciar?

Framily

Hoy vengo con una palabra que seguramente no esté en los diccionarios, pero que sí que existe, y con un significado muy bonito:

Framily.

Surge de la combinación de dos palabras en inglés, “family” (familia) y “friends” (amigos), y se refiere a un grupo de amigos que son tan cercanos que los consideras realmente familia. Son tu familia elegida, por así decirlo. Si alguna vez has vivido en otro país (o en una ciudad lejana) durante un periodo largo de tiempo, seguramente entiendas muy bien este concepto.

Three little wooden dolls representing a family, next to a amall tippee, with an Earth globe behind them

Fue lo nos pasó a mi marido y a mí al llegar a Irlanda: al estar lejos de nuestras respectivas familias, nos apoyamos mucho más en nuestros amigos, formando un nuevo círculo de seres queridos. Y ese círculo fue creciendo a medida que llegaban los niños, y se fue afianzando, hasta convertirse en nuestra framily.

Ahora ya han pasado bastantes años, y por circunstancias de la vida andamos un poco desperdigados, pero de vez en cuando se alinean los planetas y nos podemos juntar unos cuantos, como este fin de semana (a los que no estáis, os echamos de menos). He podido comprobar una vez más que el vínculo y la confianza siguen ahí, da igual el tiempo que pase, y me ha encantado ver que nuestros hijos, que se criaror juntos de pequeños pero luego pasaron años sin verse, también están disfrutando mucho del reencuentro.

Porque al fin y al cabo, da igual que sean familia o amigos, o cómo les hayas conocido, el caso es darte cuenta de las personas maravillosas que hay en tu vida, y cuidar tu relación con ellas.

Atrapados en el tiempo

Esta semana hemos empezado el mes de febrero, que también tiene sus fechas señaladas, aunque no sean tan famosas como las de otros meses.

Por ejemplo, el 2 de febrero se celebra en algunos lugares de España la fiesta de la Candelaria, o “las Candelas”, como se la llama en Cáceres, mi ciudad natal. Recuerdo que de pequeñas, mi hermana y yo nos vestíamos “de campuzas” (con el traje regional típico cacereño), y nos llevaban de romería junto a la ermita de San Blas.

Irlanda tiene también una celebración para estas fechas, concretamente el 1 de febrero: la tradición celta celebraba la fiesta de Imbolc, que luego con el cristianismo se transformó en el día de Santa Brígida, patrona de Irlanda. Curiosamente, la tradición celta consideraba que esta fecha era el comienzo de la primavera… ¿La primavera? ¿Ya? ¿Pero cómo puede ser, con el frío que hace? Y es verdad que todavía hace frío, pero si te fijas bien, por estas fechas ya se empiezan a ver los brotes nuevos de las plantas, empieza a brotar nueva vida después de estar todo como adormecido durante el invierno.

Y hablando de invierno, otra de las tradiciones de estas fechas, esta vez en Estados Unidos (perdón pero no recuerdo el nombre del pueblo), es la del Dia de la Marmota, que supuestamente predice si el invierno se va a alargar o si va a llegar pronto la primavera.

Groundhog standing on their hind legs with a small twig in their hands

Realmente yo lo de la marmota lo recuerdo, como seguro que muchos de vosotros, por una película que se hizo muy famosa en su día: “Groundhog day”, que en España se tradujo como “Atrapado en el tiempo”. En ella, un reportero de televisión sarcástico y malhumorado se ve obligado a vivir una y otra vez el mismo día, el 2 de febrero, Día de la Marmota, hasta que por fin aprende las lecciones que le trae la vida y se convierte en una persona mucho más auténtica.

Tan famosa es esta historia que cuando alguien nos dice que “vive en el día de la marmota”, todos lo entendemos perfectamente, ¿verdad? Se siente atrapado en una rutina en la que todos los días le parecen iguales. ¿Y cómo se puede salir de ahí?

Bueno, pues igual la película misma nos puede dar algunas pistas. Por un lado, en algún sitio oí o leí que si todos los días nos parecen iguales y se nos pasan los meses y los años sin darnos cuenta, es porque no estamos aprendiendo nada nuevo… Por otro lado, a veces parece que la vida nos pone por delante las mismas situaciones una y otra vez, como si nos tropezáramos siempre con la misma piedra. ¿No será que lo que tenemos es que aprender otra manera mejor de gestionar esas situaciones, para así poder “pasar pantalla” y llegar al siguiente nivel?

Resulta muy fácil, y muy tentador, quejarse de la rutina y la monotonía del día a día, pero así es como nos olvidamos de que en nuestras manos está el poder de hacer que cada día cuente.

Y a ti, ¿qué te parece? ¿Te sientes como si vivieras en el Día de la Marmota? ¿Y qué canción se repite cada mañana al sonar el despertador?

Perspectiva

¿Te ha pasado alguna vez que, cuando estabas dándole vueltas a un problema o dificultad que se te hacía un mundo, de pronto apareció otra cosa que te cambió totalmente la perspectiva, y te diste cuenta de que no era para tanto?

A veces me acuerdo del principio de la guía del autoestopista galáctico, que es un libro de humor absurdo que leí hace muchos años (gracias Hernán por prestármelo) y del que ya no recuerdo mucho, salvo un par de detalles que me parecieron toques de genialidad y sabiduría friki 🙂

El caso es que el protagonista llega un día a a su casa para descubrir que están a punto de derribarla para construir una autopista. Supuestamente habían puesto un cartel de aviso unas semanas antes, pero él no lo había visto, y lógicamente, se pone muy nervioso; empieza a gritar a los obreros de la construcción y a intentar impedir por todos los medios que destruyan su casa… Pero resulta que todo eso acaba dando igual, porque luego se entera de que todo el planeta Tierra está a punto de ser destruido para construir una mega autoestopista intergaláctica (¡y también había un cartel de aviso que nadie había leído!).

¿Cuántas veces nos obsesionamos con alguna cosa concreta como si nos fuera la vida en ello, y no se nos ocurre dar un paso atrás para cambiar la mirada y ver la situación en su conjunto?

Close up of a glass ball on a wooden log, showing a rocky landscape that we can also see out of focus in the background

Otro buen ejemplo, y de la vida real, fue el principio de la pandemia: muchas de las preocupaciones que teníamos antes de marzo de 2020 de pronto desaparecieron, y nos dimos cuenta de que lo verdaderamente importante en ese momento era estar sanos y salvos, y todo lo demás ya eran lujos añadidos.

Y no digo que las preocupaciones de antes no fueran válidas, todo lo contrario: cada cosa que nos ocurre genera en nosotros ciertos pensamientos y emociones, acompañados a veces de síntomas físicos, que conviene procesar, dándoles su espacio y prestándoles atención, porque algo nos vienen a decir, nos vienen a traer un aviso, o quizá un aprendizaje.

Lo que digo es que la importancia de las cosas es relativa, y cuando no tenemos algo grande por lo que preocuparnos… A veces nuestra tendencia es a preocuparnos por algo pequeño como si fuera grande.

O a veces estamos tan metidos en la situación concreta que sea que nos cuesta verla con claridad, y como dice el dicho, “los árboles nos impiden ver el bosque”. Es entonces cuando mejor nos viene el buscar otra perspectiva, y hay muchas técnicas que nos pueden ayudar a conseguirlo, tanto en solitario como con ayuda de un amigo, o de un profesional.

Por ejemplo, cuando estemos atascados intentando tomar una decisión porque nos da miedo elegir mal, puede ser útil el recordarnos que, en esta vida, son realmente muy pocas las probabilidades de que una decisión nuestra provoque un daño irreversible e irreparable. La mayoría de las veces, tanto si sale “bien” como si sale “mal”, las consecuencias son perfectamente asumibles, así que podemos permitirnos decidir, actuar, y sobre todo aprender de los resultados.

Por cierto, lo de “bien” y “mal” lo pongo entre comillas porque como ya sabemos, todo es relativo… Salvo en la guía del autoestopista galáctico, donde consiguieron encontrar una respuesta concreta y definitiva a la Gran Pregunta de la Vida, el Universo y Todo lo demás 🙂

Frases intraducibles: getting out of your own way

Hoy toca hablar de otra de esas expresiones que me encantan en inglés y que creo que pierden la gracia al traducirlas al español.

Se trata de “getting out of your own way”, que básicamente quiere decir dejar de estorbarte a ti mismo, en el sentido de dejar de ser un obstáculo en tu propio camino. Yo cuando lo oigo, me imagino un camino delante de mí, con un pedrusco enorme en todo el medio, bloqueándolo… Y me doy cuenta de que muchas veces ese pedrusco lo pongo yo.

Vaaale, no siempre es un pedrusco tan grande, a veces son piedras más pequeñas… Pero el caso es que me pasa, me saboteo a mí misma, y es algo que nos sucede muy habitualmente a las personas.

Hoy mi hija Eva, que se está leyendo los libros de Harry Potter, ha mencionado a Dobby, el elfo doméstico. Si os acordáis, Dobby, cuando se daba cuenta de que había hecho algo que iba contra las normas, aunque fuera con la mejor intención, se decía “¡Dobby malo!” y se hacía daño a sí mismo, pegándose de cabezazos contra la pared y cosas así.

Pues bien, a mí me da la sensación de que las personas a veces hacemos algo parecido, por supuesto inconscientemente. Nuestra parte racional se marca un objetivo y quiere avanzar en esa dirección, pero se ve frenada (y a veces, saboteada) por otra parte más profunda de nosotros mismos, que de alguna manera cree que llegar hasta ese objetivo va a ir en contra de lo que debería ser.

Por eso, cuando vemos que nos cuesta avanzar hacia la meta, que damos un paso para adelante y dos para atrás, es hora de empezar a escarbar para ver qué se esconde por debajo de ese autosabotaje: puede que haya creencias, valores, o incluso aspectos de nuestra propia identidad que estén entrando en conflicto con eso que aparentemente queremos conseguir. Ahí es donde un proceso de coaching puede ayudar un montón, para sacar a la luz esas “fuerzas ocultas” que nos hacen interponernos a nuestro propio éxito.

¿Y tú? ¿De qué manera te pones piedras en tu propio camino? ¿Y qué te haría falta para poder retirarlas?